Correr
es dar un paso tras otro. Empezamos de pequeños a correr y luego muchos de
nosotros seguimos haciéndolo. Otros no. Un corredor de ultras de EE.UU. (Jack
Kirk –el Demonio de Dipsea–) dijo aquello de que “no dejamos de correr porque
nos hacemos viejos, sino que nos hacemos viejos porque dejamos de correr”.
Seguramente tenía razón.
¿Cuántos pasos daremos en esta vida? Nadie lo sabe, y es mejor así. Pero lo que sí podemos hacer es dar los pasos hacia algún lugar adecuado, hacia algo que nos llene. Y luego disfrutar con el camino.
¿Cuántos pasos daremos en esta vida? Nadie lo sabe, y es mejor así. Pero lo que sí podemos hacer es dar los pasos hacia algún lugar adecuado, hacia algo que nos llene. Y luego disfrutar con el camino.
La
frase con la que abro este post está sacada de una pequeña y colorida pared del
Callejón de Hamel, en La Habana (Cuba). Saqué la foto el verano pasado. Este
callejón es como una puerta que desde el centro de La Habana te transporta a
otro mundo. Un mundo diferente, un mundo mágico en el que viejos cachivaches adquieren
una nueva vida y nos trasladan a otro lugar, casi como si viajáramos a una historia
de Haruki Murakami en la que abandonamos nuestro mundo para entrar en otro sin
darnos cuenta. Ojalá fuera así.
Para mí
es una frase que parece encerrar dos lecturas contrapuestas. Tal vez por eso
sea tan atractiva.
Por un
lado nos habla de la vida, de la vida que vivimos, de la vida que caminamos, de
la vida que corremos. Y hablar de la vida, de correr, siempre es algo que nos
llena de ilusión y de gozo.
Pero
por otro lado nos habla de que esta vida, esta misma vida, no es más que eso, un
paso, un paso nada más. Y eso también es triste, pues nos recuerda que el tiempo
no se detiene y nos hace ser conscientes de que algún día dejaremos de correr.
Y luego
está la segunda parte de la frase. Una parte demoledora. Si la muerte es una
carrera nadie la quiere ganar. Pero aunque no queramos ahí está la meta de esta
carrera, a la vuelta de la esquina. Bueno, para los más jóvenes a la vuelta de
dos, o de tres, esquinas. Pero ahí está.
¿Y qué
podemos hacer nosotros? Pues nada. Simplemente nada. Así que, a seguir dando
pasos, a seguir corriendo, a seguir gozando.
Lo que
más me gusta de los entrenamientos para los maratones son las tiradas largas.
Es cuando más disfruto. Simplemente corro y dejo que pasen los kilómetros. Pues
bien. Cambiemos lo de que “la vida es un paso” por “la vida es una tirada larga”.
Pues hagámosla muy larga y disfrutémosla.
Podría limitarme a "muy bueno". Pero no es solo eso: Es empático. Es llano. Y positivo. Me gusta .
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