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martes, 24 de octubre de 2017

II Medio Maratón Zubiri Pamplona

El domingo se disputó la 2ª edición del Medio Maratón Zubiri Pamplona. Como el año pasado participé en la 1ª edición y me gustó mucho, pues este año he repetido. La novedad ha sido que mientras el año pasado se disputó un sábado este año ha sido el domingo. Mejor.
Cara de satisfacción llegando a la meta.

Fui a Pamplona el sábado con mi mujer y así pasábamos el fin de semana en la bonita capital navarra. La única pega que le veo a esta carrera es tener que ir hasta un centro comercial a las afueras de Pamplona para recoger el dorsal y la camiseta, todo lo demás es perfecto: te llevan por la mañana en autobús hasta Zubiri; tienes allí un servicio de recogida de la mochila que te la llevan a la meta; junto al lugar de entrega de la mochila nos dejan un frontón para cambiarnos sin quedarnos frío y poder usar allí los baños. Luego en la meta te dan la medalla y una bolsa con algo de comer y productos de Navarra, además de un vale para tomar un bocadillito de txistorra y una cerveza; las duchas están en un lugar nuevo, amplio y limpio; y la entrega de las mochilas este año fue inmediata. En fin. Una carrera muy recomendable.
El recorrido es muy agradecido, ya que es en terreno descendente casi todo el rato hasta el último kilómetro, donde se entra en la ciudad por la Cuesta de Santo Domingo (inicio de los encierros de San Fermín). Una entrada muy bonita y con mucho público, pero que se puede atragantar a más de uno si llegas al límite.
Este año me acompañó un compañero Beer Runner Bilbao, Juanmi, que no sabía que iba a participar. Fuimos juntos en el autobús, aunque en la carrera él fue algo más rápido que yo, por lo que nos vimos en la meta tras terminar.
Este año he llegado en mucha mejor forma que el año pasado, ya que me pilla en la última fase de la preparación para el Maratón de Valencia, así que me tomé la carrera como un test y salí con la intención de ir rápido.
Desde el primer kilómetro puse un ritmo algo alto pero soportable, controlando las pulsaciones en torno a mi umbral todo el rato.
Como os he comentado en anteriores entradas, estoy corriendo ahora con el potenciómetro Stryd, así que además de mirar el pulso también iba pendiente de la potencia. De todas formas, aún estoy en la fase de recopilación de datos, por lo que en la carrera me fui guiando más por el pulso que por los vatios.
Hacia el km 11 apreté un poco más, dejando que el pulso subiera algo, pero no demasiado. Iba a un ritmo fuerte para mí (en torno a 4:45 todo el rato) pero más o menos lo aguantaba bien. El único problema era que notaba una tirantez en el muslo derecho, donde tuve una de las contracturas en el trail Gorbeia Suzien, y me daba miedo tener un tirón. Por suerte no pasó a mayores y no tuve problemas, ni siquiera en la última subida, donde bastante tuve con aguantar.
En meta marqué un tiempo neto de 1:40:37, a 4:49 de media. Muy satisfecho. Hay que decir que el circuito no está homologado y de hecho la organización ya avisa de que la distancia es aproximadamente de medio maratón. A mí me salieron 20,8 km, que creo que es una medida exacta ya que el Stryd lo mide de forma independiente del GPS y ha demostrado ser muy exacto. Es curioso que este año no nos hicieron dar la pequeña vuelta al inicio en Zubiri como el año pasado. Yo creo que con esa vuelta ya serían los 21,1 de medio maratón.
De todas formas, como el último km es tan duro, el tiempo que hagas aquí es equiparable al de un medio maratón, pese al recorte de metros.
En resumen, una carrera preciosa y muy recomendable, y un test muy bueno para mí de cara a los maratones de Valencia y Lanzarote que son las dos únicas carreras que me quedan ya este año.

Con Juanmi, antes de salir, en el puente romano de Zubiri, que da nombre al pueblo (zubi es puente en euskera).



Y tras la carrera. Juanmi hizo su mejor marca en Medio Maratón.

viernes, 20 de octubre de 2017

Más allá del km 30

En las próximas semanas muchos de vosotros correréis por primera vez un maratón. Algunos en Valencia, otros en Nueva York o en San Sebastián o en cualquier otro lugar del mundo.

Entrando, feliz, en meta en el Maratón de Rotterdam en 2014.

La primera vez que corres un maratón es un día muy especial. Tanto que, una vez logrado, sientes envidia de los que lo van a hacer por primera vez, ya que, por muy emocionante que sea siempre cruzar la meta tras correr 42,195 km, nunca vas a volver a sentir la misma emoción ni la misma alegría que cuando lo hiciste por primera vez.
Todos los que estáis ahora culminando vuestras semanas de preparación para el gran día tenéis muchas cosas en común. Da lo mismo que vuestro objetivo sea solo terminar la carrera o bajar de 3 horas. Entre estas cosas que os unen están los miedos, los temores, las dudas y las ansiedades que os provocan (que nos provocan) los 42,2 kilómetros. Bueno, no exactamente los 42,2 km sino los últimos 10 o 12 kilómetros de la carrera.
Durante estas semanas de entrenamiento enfocado a la culminación de la aventura (porque un maratón es siempre una aventura), casi todos habréis alcanzado en vuestras tiradas largas el km 30, o incluso habréis atravesado un poco esa barrera psicológica del km 30.
Pero cuando no has corrido nunca un maratón, siempre nos queda la duda de saber qué hay más allá del km 30, cómo reaccionará nuestro cuerpo a partir de ese punto, qué sensaciones tendremos, si sabremos vencer el cansancio y la fatiga, si seremos capaces de seguir. Y como correr un maratón es tan duro, hasta el día de la carrera no lograremos tener las respuestas a tantas preguntas que la distancia nos plantea.
Las preguntas que nos suelen hacer los que preparan por primera vez la distancia a los que tenemos ya cierta experiencia normalmente giran en torno a esa última parte de la carrera, que es terra ignota para ellos, pero tierra explorada para nosotros.
Pero por mucho que yo expliqué a alguien lo que pasa a partir del km 30 (o del 32, o del 35) es algo que hasta que esa persona no llega a vivirlo por sí misma no podrá saberlo. Es como otras muchas facetas de la vida. Hasta que no vives con alguien no vas a saber lo que es la convivencia; hasta que no te enamoras no vas a saber lo que es el amor; hasta que no tienes sexo con alguien no vas a saber lo que se siente;…
El aprendizaje a través de las propias experiencias es parte de la vida, y el maratón, como se ha dicho muchas veces, es en cierta forma como la vida misma, con sus buenos momentos y sus malos momentos, con la preparación para afrontarlo, con la alegría de conseguirlo o con la decepción de tener que rendirnos.

Pero, ¿puedo explicar lo que yo siento más allá del km 30? Lo intentaré.
En el último capítulo de la película “2001. Una odisea del espacio”, David Bowman traspasa la Puerta de las estrellas y entra en una nueva dimensión bajo el título de “Más allá del infinito”. ¿Y qué hay más allá? Pues algo tan inexplicable que ni siquiera David Bowman lo entiende hasta que se transforma en un nuevo ser al final de la película (y ni aún en ese instante le queda claro, como deduces al leer el libro de Arthur C. Clarke –por cierto, uno de mis libros favoritos-).
Algo parecido nos pasa en un maratón. A medida que vamos avanzando hacia la meta descubrimos lo que hay más allá de esa barrera que separa nuestro mundo conocido y confortable de ese nuevo mundo de sufrimiento, gozo, dolor y euforia que no llegamos a comprender en su totalidad hasta después de pasar la ansiada línea de meta. Incluso esta nueva dimensión nos muestra aún su nueva cara varios días o semanas después en forma de dolores y de fatiga nunca antes experimentado por nosotros.
En primer lugar quiero transmitir tranquilidad a los nuevos. Entrenando nunca vamos a saber qué hay más allá, ni falta que nos hace. Salvo para gente muy experimentada y preparada, el dolor del maratón solo hay que sufrirlo el día del maratón, no en el camino que nos conduce a él.
Los entrenamientos son los ladrillos que vamos colocando en su sitio para construir el edificio que nos dará cobijo el día de la carrera, y no hay que intentar meterse en el edificio hasta que no esté concluido con un buen tejado. Efectivamente, muchos experimentamos días en los que las tiradas largas las estamos haciendo tan bien que nos entran ganas de seguir para ver qué hay más allá, incluso corriendo los 42 km en algunos casos.
Pero no merece la pena hacerlo, ya que aún no estamos preparados para ello y es un poco absurdo correr un maratón para preparar nuestro primer maratón. Tenemos que hacerlo bien el día D y no sufrir las consecuencias de querer saltarnos pasos en la edificación de nuestro cuerpo para ese día.
Además, el día del maratón tendremos muchos aspectos a nuestro favor para hacerlo mucho mejor que en los entrenamientos. Primero, porque si hemos hecho bien los deberes, vamos a llegar a la carrera en plena forma y descansados, mucho mejor que en el mejor de los entrenos que hayamos hecho. Y segundo, porque todo lo que rodea la carrera, el ambiente, el público, los compañeros, los avituallamientos, etc., nos va a ayudar a tener una motivación como nunca la hayamos sentido antes. Y eso será el empujón definitivo para concluir con éxito la aventura del maratón y disfrutar de todo lo nuevo que vamos a experimentar en esos últimos 10 o 12 kilómetros de la carrera.
Allí, en esa última cuarta parte del recorrido nos encontraremos con una fatiga que nunca antes hemos tenido, con dolores y molestias nuevas para nosotros, con sensaciones de hambre o de vacío felizmente ignoradas hasta entonces. Los malos pensamientos empezarán a adueñarse de nuestra moral y empezaremos a tener dudas de si podremos aguantar 30, 40 o 50 minutos más la agonía.
Todo eso, y mucho más, nos acecha en cualquier recodo de la parte final del maratón. Además, no es algo que lo ves venir. No. Será algo repentino. Estás corriendo bien y de pronto no puedes más, o te surge un dolor insoportable, o te quedas vacío como si alguien hubiera apretado el interruptor de apagado.
Sí. Esto pasa de esta manera y conviene saberlo para tener previsto cómo lo vas a afrontar, cómo lo vas a superar. Porque lo vas a superar, casi con toda seguridad. Bueno, no con toda seguridad, pero lo normal es que lo superes, como la mayoría de los que llegan hasta ese punto.
Pero no todo será malo. Más allá del km 30 también nos vamos a encontrar con cosas muy buenas.
En primer lugar nos vamos a encontrar con nosotros mismos. Mientras todo va bien es fácil seguir adelante. Pero en la parte final del maratón las cosas ya no marchan tan bien. Estamos cansados, aún nos queda mucho para terminar y el cuerpo nos suplica piedad. Y ahí, justo ahí, nos conoceremos de verdad. Sabremos si somos personas fuertes capaces de seguir luchando en los peores momentos, si nos merecemos acabar un maratón, si nos merecemos ser maratonianos.
Y no solo nos vamos a encontrar con nosotros, sino que también nos vamos a encontrar con la cara amable de la gente. Ahora corremos junto a desconocidos con los que solo nos une el hecho de estar allí, compartiendo el dolor y el sufrimiento. Y en esos momentos las personas nos ayudamos los unos a los otros. Da lo mismo lo diferentes que seamos o que hablemos o no el mismo idioma. En esos kilómetros finales una mirada basta para decirnos todo lo que pensamos, porque todos pensamos lo mismo.
Y por último, en los metros finales, cuando ya vemos la meta, nos encontraremos con la felicidad absoluta, con la satisfacción de haberlo conseguido, con la euforia del mágico instante de cruzar esa meta y de recibir una medalla. Ese efímero instante merece todo lo que hayamos vivido hasta entonces, los entrenamientos, el sufrimiento, el sacrificio.
Pero ya termino. Todo esto lo vais a vivir vosotros, todos los que preparáis un maratón, en pocas semanas. Y espero que me lo contéis con una sonrisa tonta en la cara.

viernes, 13 de octubre de 2017

Gorbeia Suzien 2017: barro, rocas y cuestas

El pasado sábado participé en la durísima carrera de trail “Gorbeia Suzien”. Sus datos lo dicen todo: casi 32 km con 2.400 metros de desnivel. Como me dijo Javi, un compañero Beer Runner que corrió conmigo y con Mario, haciendo un cálculo somero salen 16 km subiendo y 16 km bajando, y como hay que subir más de 2.400 metros (los mismo que hay que bajar) en 16 km, el cálculo sale que la pendiente media de subida es de un 15% de media. Teniendo en cuenta que la subida al Tourmalet es de 18,5 km a una media del 7,5%, pues me quedó bien clarito que esta carrera iba a ser mucho más dura de lo que había pensado ingenuamente al apuntarme al sorteo de dorsales.
En la Cruz de mi montaña favorita.

Y es que la Gorbeia Suzien es una de las grandes carreras de montaña del calendario y hay mucha gente que quiere participar. Forma parte de las “Skyrunner National Series” y este año era Campeonato Europeo de las Skyrunning. Pero el monte Gorbeia y el Parque Natural que lo rodea es un entorno protegido privilegiado que tenemos en Euskadi, y hay que cuidarlo, por lo que el número de plazas para correr aquí está limitado. Así que para participar hay un sorteo.
El caso es que me apunté al sorteo y me tocó un dorsal. En principio no tenía previsto hacer una carrera de monte tan dura en esta época del año, ya que tengo el Maratón de Valencia a la vuelta de la esquina. Pero el Gorbeia siempre ha sido mi montaña favorita y me hacía ilusión correr esta carrera, por lo que en septiembre hice cuatro entrenamientos por monte. Sí, ya lo sé. Muy pocos.
Así que allí estaba yo el sábado por la tarde, con Javi y con Mario en Zeanuri tomando una cerveza tras recoger el dorsal. Y fue entonces cuando Javi me puso los números de la carrera sobre la mesa y me dio también el dato de que Agus, otro compañero que es de los buenos en esto del trail, el año anterior había tardado unas 5 horas y media en acabar la carrera (hay 6:30 horas máximo). Y además, está la espada de Damocles de tener que pasar por el control de la Cruz del Gorbeia en menos de 3 horas, que parece mucho tiempo para hacer 13,5 km, pero teniendo en cuenta el terreno y el desnivel hasta allí (la mayor parte del total a sumar en la carrera) se me antojaba difícil.
Bueno. Tan tranquilo que estaba yo en mi ignorancia pensando que iba a tardar unas 5 horas en completar el recorrido. ¡Ay! ¡Qué ingenuo!
Rápidamente mi cabeza empezó a pensar en el plan B por si acaso no pasaba el corte en la Cruz. Por suerte, desde allí el recorrido hace un bucle de bajada y fuerte subida hasta el Aldamin para llegar al collado que separa el Aldamin del Gorbeia. Así que, en caso de necesidad, desde la Cruz podía bajar al collado (ya fuera de carrera) y unirme de nuevo al recorrido acortando 4 km y con una fuerte subida menos en las piernas. Pero bueno, ése era el Plan B, pero iba a luchar por el Plan A, o sea, terminar la carrera en menos de 6:30 horas pasando por la Cruz en el tiempo.

A por la Cruz
Tras un buen madrugón para poder aparcar en Zeanuri, tomamos la salida a las 9 en punto con ilusión y con miedo. Por suerte hacía un día muy bueno, así que no íbamos a tener que luchar contra la lluvia y el frío.
En la salida. Listos para sufrir.

Tras un primer km por asfalto para salir del pueblo, enseguida corríamos (y andábamos) monte arriba. Desde ahí hasta las inmediaciones del Lekanda (km 8) era todo cuesta arriba, con tramos con fuerte pendiente. Además, en los primeros kilómetros había ya muchas zonas con muchísimo barro acumulado, tanto que a veces se formaban atascos de varios minutos entre los que íbamos detrás para poder pasar. Tanto barro hace que avances mucho más lento que lo normal, y a veces ni avanzas, ya que los resbalones nos hacían descender cuesta abajo.
Subiendo como podía.

Javi y Mario un poco mejor que yo.

Por fin, tras 1:45 horas luchando con la pendiente y el barro llegué al km 7,5 bajo la peña Lekanda, para ir descendiendo por terreno más cómodo hacia Arraba, donde había un avituallamiento en el km 8,5. Me quedaba algo más de una hora para pasar el corte de la Cruz (km 13,5). Justito.
En Arraba me encontré con Almu, otra compañera de equipo que estaba viendo la carrera. Me dijo que Javi y Mario habían pasado por allí unos pocos minutos antes que yo. Ya lo sabía porque en la subida les vi en algún momento. Por lo que me dijo Almu, Mario ya iba metiendo presión a Javi porque se les echaba encima el tiempo de corte de la Cruz. Algo que yo ya lo veía también.
Tras un pequeño descanso y comer algo, corrí lo que pude por Arraba para ir subiendo hacia el cresterío de Arrabakoatxa, Aldabe, Artalarra y Gatzarrieta. Este cresterío mantiene más o menos la misma altitud, pero al ser un terreno muy rocoso, los que no tenemos técnica de correr por rocas debemos avanzar despacio para no rompernos la crisma, con lo que ahí perdí bastante tiempo.
Por fin dejé atrás las rocas y por una bajada muy pronunciada llegué al avituallamiento que había antes de comenzar la durísima subida hacia la Cruz. Llevaba 11,5 km en 2:30 horas, y solo tenía media hora para subir 2 km y salvar 450 metros de desnivel. Imposible para mí, ya que con ese desnivel sé que por los menos tardo unos 20 minutos por km.
Pero, en fin, decidí luchar hasta arriba, aunque veía que era inútil y además tampoco tenía mis mejores sensaciones. Esta cuesta no te da ni un respiro, y además no ves la Cruz hasta que casi estás en ella.
Cuando llegué llevaba 3 horas y 12 minutos. Fuera de control. Bien. Ahora empezaba el Plan B. Aproveché para descansar un momento, comer algo y hacer un par de fotos en este rincón de Euskadi que tanto significa para mí.


Por cierto, Javi y Mario, a los que había visto por última vez subiendo hacia Lekanda donde me llevaban unos pocos minutos de ventaja, pasaron el corte por segundos. Luego, al ver la clasificación final, he comprobado que los últimos clasificados que aparecen en la lista pasaron el corte de la Cruz en casi 3:09, así que yo me quedé fuera por muy poco. No sé si tomármelo a mal o alegrarme.
La sensación que tenía en la Cruz era de alivio, por una parte, por no tener que sufrir en la subida a Aldamin, y de una cierta pesadumbre por no poder terminar la carrera. Es la primera vez que no termino una carrera pedestre. En mi historial ciclista tengo algunos abandonos, pero pocos. No es algo que le guste a ningún deportista. Además, no dejaba de pensar en Agus y otros compañeros que se dedican casi en exclusiva al trail y que se quedaron sin dorsal. Me daba la sensación de haberles quitado el puesto para nada.

Bajada muy dura
Ya recuperado, empecé a bajar hacia el collado para unirme de nuevo al recorrido y seguirlo hasta la meta. Lo que no esperaba era que los 14 km que aún me quedaban iban a ser tan duros, ya que tardé casi tres horas más en llegar a Zeanuri por la cantidad de barro que había en muchos tramos. Casi en ningún momento pude correr a gusto. Además, tuve dos caídas y varios tirones en las piernas, ya que al haber tanto barro la exigencia a nivel muscular era muy grande para el poco entrenamiento que llevaba de correr por montaña.
Por fin llegué a la meta con 27 km en poco más de 6 horas y con 1.900 metros de desnivel acumulados. Una paliza incluso con el “atajo” que hice al recorrido original.
Poco después de llegar yo a Zeanuri terminó Javi su carrera. Mario tuvo que retirarse tras pasar Aldamin por problemas de estómago que le hicieron vomitar. Un día duro para él.
En fin. Que salvo que haya podido entrenar mucho por monte, no creo que participe en carreras de montaña tan exigentes y técnicas como ésta. Y mientras siga teniendo como grandes objetivos de cada temporada correr varios maratones de asfalto, mi actividad de trail será residual. Seguiré haciéndolo, claro, ya que me gusta mucho, pero en entrenamientos o carreras de dificultad media, sin tanta subida dura y tanto recorrido técnico. (Bueno, mientras escribo esto me doy cuenta de que uno de mis objetivos ya casi decidido para el año que viene será el Maratón del Stelvio, que son 42,2 km con 2.350 metros de desnivel, así que mejor no digo nada más, je, je).
Bajada del Aldamin.

Por Arraba.

Arraba. Al fondo Lekanda.




Aritz Egea. Ganador con un tiempo de 3:02:55. Cuando él había terminado yo aún no había llegada a la Cruz. ¡Qué nivel, Maribel!

Podio femenino, con Ingrid Mutter, Celia Chirón y Sheila Avilés.

Los tres en la meta. Tocaba la ducha y comer algo.


Detalle del barro en la pierna de Javi.
Y los datos de mi Strava:

miércoles, 4 de octubre de 2017

Mis novelas en el Mes Indie de Amazon

Durante este mes de octubre, dos de mis novelas han sido seleccionadas para participar en el Mes Indie, lo que significa que estarán disponibles para e-book a un precio muy especial, en concreto a 1,19 euros.
Una buena ocasión para adquirirlas y leerlas a menos del precio de un café.