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lunes, 26 de julio de 2021

BUTS Vitoria – Pamplona (hasta Urbasa)

El pasado viernes, el día de mi 58º cumpleaños, tomé la salida a las 10 de la noche desde Vitoria en la BUTS Vitoria – Pamplona. La BUTS (Basque Ultra Trail Series) es una serie de carreras de ultra trail que unen las cuatro capitales vasco-navarras en cuatro etapas: Bilbao – Vitoria (108 km), Vitoria – Pamplona (130 km), Pamplona – San Sebastián (120 km) y San Sebastián – Bilbao (140 km). Su intención inicial era la de organizar las cuatro carreras cada año, pero por motivos de la Covid-19, entre otros, ahora solo se hace una carrera por año, y este año tocaba la de Vitoria-Pamplona.

Disfrutando del amanecer.

La verdad es que me inscribí a la carrera un poco de rebote. Desde hace unos años tengo las ganas de hacer algún ultra, a ver qué se siente, je, je. Lo más largo que he hecho por el monte fue cuando hice yo solo mi particular Gorbea Beat the Sun, 82 km en 15 horas y 23 minutos, pero fue todo de día. De noche he hecho tres travesías por el Gorbea, una en solitario y dos en grupo, pero la más larga fue de 52 km. Así que tenía ganas de experimentar una ruta larga que incluyera una noche al menos.

Mi intención era participar en la Hiru Huandiak, un ultra de 101 km en 24 horas en octubre, pero no me tocó dorsal. Luego vi que había plazas en el Gran Raid des Pyrenees, en Francia a finales de agosto, en la carrera larga, de 220 km. Y sin pensarlo mucho me inscribí con la intención de hacer la primera noche y luego seguir hasta donde pudiera, sabiendo que no iba a hacer casi ni la mitad.

Luego vi que había plazas para la BUTS, y me inscribí, por lo que cancelé la inscripción de la carrera francesa. En la BUTS tenía más posibilidades de terminar, y además estoy cerca de casa.

De mientras me llegó un email de la Hiru Haundiak y resulta que tenía una plaza si la quería. Sin mucha convicción, me inscribí, aunque con la Buts en julio ya cumplía con mis ganas de correr un ultra. Además, también se anunció por esas fechas que el Maratón de los Marines de Washington finalmente se iba a organizar en vivo (no solo virtual), y como quiero repetir la carrera de 50 km para sacarme la espina del 2019, cuando la corrí lesionado, pues me inscribí también (aunque con la incertidumbre de si se podrá viajar a EE.UU. a finales de octubre).

En fin. Como veis, un año complicado para cerrar un calendario de carreras coherente. Pero, bueno, estaba inscrito en la BUTS así que por lo menos saldría a la aventura, pero con poca convicción de llegar a la meta, ya que en los últimos dos meses he estado más saliendo en bici que corriendo. Como entrenamiento para la carrera solo he hecho dos o tres salidas a correr por el monte, no demasiado largas, y la travesía nocturna de 52 km que os he comentado. Poca cosa.

El caso es que el viernes 23 de julio, mi cumple, fui al mediodía a Pamplona en un día horrible de calor (38ºC), recogí el dorsal, comí en la pasta party y acudí a la reunión de la carrera, en la que estábamos muy pocos.

Allí nos enteramos de que, por las últimas medidas del Gobierno de Navarra por el Covid-19, se había decretado un toque de queda en Pamplona y otros pueblos entre la 1 y las 6 de la mañana. Por ello, en los controles últimos de la carrera se iba a parar a los participantes que no iban a llegar a la meta antes de la 1 de la mañana, cuando el cierre de control previsto en la meta era a las 7 de la mañana. Nos recortaban en 6 horas el tiempo máximo, con lo que, para mí, ya iba a ser imposible completar todo el recorrido.

La verdad es que a mí no me supuso un gran incordio, ya que no tenía muchas esperanzas, ni ganas, de hacer el recorrido completo. Mi idea de pasar la primera noche y seguir luego hasta donde pudiera llegar en buen estado seguía igual. Pero para muchos participantes fue un mazazo, pues mucha gente tenía una gran ilusión por completar el recorrido y había entrenado duro para ello.

Como ejemplo está el caso de Lexuri Crespo, quien, junto con Amaia Mutilva, Gonzalo Pérez y otros, llevaban meses preparándose para esta carrera y recaudando dinero para Aspanovas Bizkaia - Asociación de Madres y Padres de Menores con Cáncer. Para ellos era una decepción no poder hacer entero el recorrido, aunque iban a luchar por llegar lo más lejos posible.

Con un cambio de tiempo muy brusco, con viento y bajada de temperatura, cogí el autobús que nos iba a llevar a Vitoria. Por el camino hasta llovió un poco. Antes de salir, cené algo en un bar, me preparé y entré al cajón de salida, donde pude saludar además de a Lexuri y Gonzalo, a Belda y a Jose Larra, del Munay.


La carrera

Con puntualidad, empezamos a correr a las 10 de la noche.

Mi idea era la de no correr mucho, pero los primeros 3 km por la ciudad tuve que hacerlos corriendo para no perder al pelotón. Luego ya venía la primera cuesta y empecé a andar rápido. Iba de los últimos, como estaba previsto.

Antes de salir.

En la primera bajada tuve que pararme a atar bien las zapatillas, porque estaban un poco flojas y dos veces se me torció el pie, por suerte sin consecuencias. Ya saqué también los bastones y fui caminando rápido hasta el primer avituallamiento, a donde llegué más rápido que lo previsto. Allí saludé a Amaia Aparicio.

Lexuri corriendo.

Ya me voy quedando atrás.


Luego me uní a otros dos corredores y fuimos los tres juntos hasta alcanzar a otros dos. Los cinco llegamos sin percances al primer control en Okina (km 19). Llevábamos unas tres horas y cuarto, con 45 minutos de adelanto sobre el tiempo de corte. Al salir llegó otro grupo pequeño, así que no íbamos los últimos, (por ahora).

Ahora venía un tramo de 13 km con algunas cuestas bastante empinadas. Íbamos a un ritmo alto. Sin correr, pero sin poder parar ni a mear, porque si no perdías el grupo y por la noche es mejor ir en grupo que solo para evitar los despistes. Además, en muchos lugares la niebla ocultaba las marcas y no te podías relajar.

Llegamos al control de Azazeta (km 32) en un tiempo total desde la salida de unas 6 horas. Seguíamos bien de tiempo. Allí comí algo, rellené los bidones de agua y arrancamos. Venía una subida de salida, y cuando ya llevaba más de medio km de subida me di cuenta de que me había olvidado los bastones en el avituallamiento. Adiós al grupo. Di la vuelta, me crucé con los últimos, cogí los bastones y luego aproveché en el monte a parar un momento para aligerar el vientre, ya que me dolía la tripa.

Cima del Indiagana, ya en solitario.

Ya solo, retomé la marcha a un ritmo más tranquilo. Hasta ahora no había podido apenas disfrutar por no bajar la velocidad. Ahora ya podía adaptar el ritmo a mi gusto. Iba bien. Alcancé a un corredor que iba con molestias y más tarde llegué a la altura de otros dos. Pero no llegué a adelantarles porque coincidió con el crepúsculo y el paisaje empezó a mostrarse pletórico.

Por detrás, la luna llena se iba poniendo ruborizada por horizonte, mientras la tenue luz del corredor al que había pasado iba moviéndose lentamente por los campos de trigo. Por delante, la figura de los otros dos se recortaba en un cielo que empezaba a clarear.

La Luna poniéndose a mis espaldas. La luz que se ve a la derecha es la de un corredor.

A mi izquierda, el valle se mostraba cubierto por la niebla que se había quedado atrapada en su seno.

Y poco después, el sol anunció su presencia y me permitió disfrutar de un amanecer increíble. Fue tan hermoso que perdí unos cuantos minutos en sacar algunas fotos y admirar el momento. Ir rápido lo puedes hacer cualquier día, pero contemplar amaneceres así, es algo que no se puede desperdiciar.





Aunque vayas el primero en una carrera, si ves esto te tienes que parar.

Tras la magia del amanecer, aproveché para hacer un alto para comer una barrita y beber algo. Al ir solo, lo pude hacer con tranquilidad. Si hubiera seguido en el grupo, no habría podido pararme. Por cierto, de todas las barritas y geles que llevaba, por si acaso, esta fue la única barrita que usé, ya que los avituallamientos de los controles eran muy completos.

Paré también otras veces para sacar más fotos, por lo que me alcanzó el último corredor, aunque se quedó atrás enseguida porque iba tocado de las piernas. Un par de kilómetros después, se retiró aprovechando que había un todoterreno de protección civil en un alto.


Sin más contratiempos, llegué al control de Opakua (km 49) en un tiempo de 10:30 horas. Iba 50 minutos por debajo del tiempo que había calculado, y con más de hora y cuarto de margen para el fuera de control. Iba bien, pero decidido a llegar solo hasta el siguiente control, en Urbasa. Ya empezaba a tener algunos dolores en los lumbares y en las piernas y sabía que si alargaba más el día iba a terminar teniéndome que retirar a la fuerza, y prefería parar cuando aún estaba bien, para no tener que estar luego varias semanas sin poder entrenar, ya que tengo el Maratón del Jungfrau el 11 de septiembre.

Así que salí de Opakua con la intención de disfrutar sin prisas del tramo hasta Urbasa, que es muy bonito.

Al de poco, me paré y me cambié de ropa porque empezaba a hacer un poco de calor. La verdad es que tuvimos mucha suerte con el tiempo, ya que por la noche hizo fresco, pero sin pasar frío en ningún momento, y el día fue caluroso, pero no como el viernes. Menos mal.

En este tramo fue en el único en el que tuve que tirar del track del reloj, pues había algunas zonas en las que las marcas estaban bastante separadas y me despisté un poco. Por lo demás, la señalización y la organización fueron perfectas.

Un elefante en Urbasa.



En Legunbe.

Tras un tramo espectacular de sendero rocoso por el borde de la Sierra de Entzia, tras pasar junto al bonito agujero de Legunbe, en el límite entre Álava y Navarra, vino una bajada muy mala, primero por un terreno de rocas muy difícil, y luego algo más fácil, pero con mucha pendiente que cargaba mucho los cuádriceps. Después, ya se iba por pista y por zona más llana hasta el camping de Urbasa, a donde llegué poco después de las 12:30. Fin de mi aventura ultra. En este último tramo incluso pude correr algunos ratos, más que nada para demostrarme que iba bien.

Aquí me detuve, paré el reloj y comuniqué a los de la organización que me retiraba. Luego comí algo de fruta, me tomé una cerveza en el bar del camping (algo que deseaba hacer desde unos kilómetros atrás), pedí un bocadillo de txistorra y a esperar. Por suerte no tardó mucho tiempo hasta que una voluntaria del avituallamiento, muy simpática y esposa de otro participante asiduo, nos llevó en su coche a mí, y a otro retirado, primero al siguiente control a por la bolsa de vida, y luego a la meta, donde tenía mi coche.

Bien ganada.

Por cierto, en el control del camping de Arbizu, la base de vida donde podías hasta ducharte, ya se notaba el calor a esas horas del mediodía. Y al estar justo bajo el imponente monte Beriain, al que había que subir desde allí, a pleno sol, no dejé sino sentir un cierto miedo por los compañeros que aún debían hacer ese tramo. Menos mal que yo no seguía, pensaba.

Impresionante el Beriain desde el camping de Arbizu.

Luego ya duchado, descansé en el hotel antes de salir a cenar, siguiendo en la aplicación y por WhatsApp, cómo iban Lexuri, Gonzalo, José y Belda. Gonzalo tuvo que parar en Arbizu, pero Lexuri y Amaia subieron y bajaron el Beriain y lograron llegar a Ollo (km 105) antes de las 23:00, lo mismo que Belda. José llegó incluso un poco más lejos, hasta Oteiza (km 121). Sin las restricciones impuestas todos hubieran llegado a la meta final. Felicidades.


Conclusiones

Como no había entrenado, no puedo sino estar contento de haber hecho casi 70 km con 2835 m de desnivel positivo y 2461 de desnivel negativo en algo más de 14 horas y media, sin acabar con dolores importantes en el cuerpo. Dos días después, por supuesto que noto la sobrecarga en las piernas, pero nada del otro mundo.

Creo que he hecho los kilómetros que podía hacer bien con la preparación que llevaba. Sí, podía haber seguido sin muchos problemas hasta el control de Arbizu (km 82) y sufriendo tal vez incluso hasta el km 105, tras bajar el Beriain. Tenía algo de margen, al ritmo que iba, para llegar allí antes de las 23:00. Pero lo más probable es que hubiera llegado muy tocado de piernas o de las lumbares, y ahora tendría que estar dos o tres semanas sin poder entrenar bien hasta recuperarme muscularmente.

¿Para qué forzar? Para mí, esta no era una carrera A, sino una carrera B. O sea, una carrera que metes en el calendario como preparación para otras. En las carreras A sí que procuro sufrir si es necesario para terminar, pero no siempre merece la pena. Como digo siempre, todo no suma, hay días que restan.

Al día siguiente, Lexuri me comentó por Facebook que debía estar orgulloso de mi Buts. No sé. Yo por estas cosas, incluso aunque hubiera hecho los 130 km, no me siento especialmente orgulloso. Sí satisfecho conmigo mismo, por supuesto, pero no sé si es orgullo lo que debo sentir por hacer algo que tampoco es que sea nada del otro mundo. No tengo ninguna limitación física importante que superar, ni una vida difícil a la que sobreponerme para entrenar. Hago deporte a un nivel normalito, y participo en carreras y hago “retos” porque puedo. Orgullosos creo que deben sentirse los que hacen estas cosas a pesar de que “no pueden”, como un atleta paralímpico, alguien que saca una carrera universitaria a pesar de provenir de una familia pobre o marginada, etc.

No lo sé. No sé si orgullo es la palabra adecuada que debo emplear por hacer estas cosas. Aunque si miro lo que dice el diccionario sobre lo que es orgullo (Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida) pues entonces puede que Lexuri tenga razón, he de sentirme orgulloso, je, je. Pero solo si miro la primera acepción, ya que en la segunda pone que orgullo es “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad”.

Sobre mi experiencia en el ultra, pongo aquí lo que escribí en Facebook: “Me gusta mucho andar o correr por el monte, pero más a mi aire y sin la presión del reloj. Aquí ha sido todo el rato andar muy rápido sin parar ni a mear para no perder el grupo, y estar en los avituallamientos lo menos posible. No lo he disfrutado tanto como me hubiera gustado, al menos hasta quedarme solo al tener que regresar a un control porque se me habían olvidado los bastones. A partir de ahí he ido más a mi aire y he podido sacar unas fotos bonitas. En fin. Una experiencia interesante pero no tan gratificante como hubiera deseado”.

¿Correré más ultras? Pues en este momento pienso que ultras oficiales no creo. Prefiero hacer el mismo recorrido, pero a mi aire, pudiendo disfrutar de ir más despacio. Pero, como estoy inscrito en la Hiru Haundiak en octubre, no sé lo que haré. Allí voy a ir con un grupo de amigos del Munay K.T., pero, aunque salgamos a nuestro ritmo, el reloj pasa y el límite de las 24 horas ahí está.

No sé. Dos semanas después tengo los 50k de Washington, y esa sí que es una carrera A, así que no quiero acabar la HH de cualquier manera y lesionado. Ya veré. Igual solo hago una parte.


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