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viernes, 29 de enero de 2016

Objectif Paris: Cuando el Plan B pasa a ser el A habrá que pensar en un C.

Ya os comenté que entre mis objetivos para el Maratón de París, en el que participaré por primera vez el próximo 3 de abril, estaba el siempre ambicioso reto de hacer Mejor Marca Personal (sub 3:39).
Pero desde que a primeros de enero empecé ya los entrenamientos de forma más intensa, tras los kilómetros rodados en diciembre como rodaje previo, apenas he podido entrenar una semana con fundamento por culpa de una molestia que me empezó a la altura del tobillo del pie derecho y que no se termina de quitar.
Tras varias visitas al fisio, al médico y al masajista, parece que por fin hemos dado con el origen del problema: mis plantillas personalizadas se han debido de gastar y ya no me corrigen de forma adecuada la pisada, no ya solo al correr, sino al caminar con el calzado de calle.
Así que hice una visita a Podoactiva, donde me las hicieron hace ya unos tres años, y efectivamente, me las tienen que modificar para reforzarlas y que el tobillo no se meta tanto hacia dentro, ya que eso es, según todos los indicios, lo que tira del tendón del tibial posterior, que es donde tengo la molestia (que por ahora es solo molestia y no lesión, por suerte).
La buena noticia es que ya sabemos la causa y podemos poner remedio. La mala es que hasta el viernes que viene no me dan las plantillas retocadas y luego, además, necesitaré unos días de adaptación, por lo que por delante tengo otro par de semanas, si todo va bien, sin poder exprimirme lo que me tocaba exprimirme para entrenar para intentar esa MMP en París.
Por tanto, salvo que en las semanas que me van a quedar para entrenar con normalidad mejore mucho mi forma, me parece que no me va a dar tiempo de preparar en condiciones el Plan A, que era esa MMP, y pasaré el Plan B al primer plano.
El Plan B, como es lógico, no es otro sino terminar el maratón disfrutándolo lo más posible y sin problemas, que casi estaba a la par en importancia con el Plan A, pero me hacía ilusión entrenar pensando en esa marca.
Y si el Plan A finalmente desaparece, y el Plan B se convierte en el A, es necesario tener un Plan C para que pase a ser el B (en qué lío me he metido de letras).
Bueno, pues no pasa nada. En septiembre voy a correr el Maratón de Berlín. En mi planificación anual inicial este maratón lo iba a correr sin mirar el reloj. Pero depende cómo me tome al final el de París, igual paso el objetivo de MMP a Berlín, que además es más llano.
Lo malo es que entonces la parte más dura de los entrenamientos me coincide en pleno verano.
Bueno. Sin agobios. Ya iré viendo cómo discurre la temporada. Por ahora a esperar a solucionar el problema del tobillo.

sábado, 16 de enero de 2016

Cómo el Maratón de Nueva York creó el maratón moderno (y 2)

Seguimos con la segunda parte del artículo de Ed Caesar en The New Yorker (http://www.newyorker.com/news/sporting-scene/how-new-york-city-made-the-modern-marathon):

El maratón de Nueva York
La siguiente gran contribución de Nueva York al deporte fue en 1976 con la creación del moderno maratón de gran ciudad. Antes de esa década otra ola de maratonmanía creció en América, de la mano de la victoria de Frank Shorter en las Olimpiadas de Munich de 1972 y de la fijación por correr en todo el mundo. Pero hasta 1976 el maratón de ciudad, tal y como lo entendemos hoy (participación masiva, recorrido urbano y con profesionales en la cabeza), no existió. Por supuesto había maratones en Estados Unidos y en otros países. Boston, por ejemplo, tiene un maratón anual desde 1897. Pero eran maratones para corredores profesionales. Fue el Maratón de Nueva York de 1976 el que creó un nuevo modelo de maratón en todo el mundo.
Fred Lebow, cofundador del primer Maratón de Nueva York, en 1970, fue el impulsor de esta transformación. Nacido en Arad, Rumanía, como Ephraim Fischl Liebowitz en 1932, Lebow sobrevivió al Holocausto y huyó de la Rumanía soviética para vivir en Checoslovaquia, Irlanda y en Kansas City. Finalmente se estableció en Nueva York.
Estatua de Fred Lebow junto al lugar de la meta del Maratón de Nueva York en Central Park.

Lebow era un ferviente jugador de tenis hasta que un día su médico le dijo que perdía muchos partidos por falta de resistencia. Así que empezó a correr. Pronto se unió al “New York Road Runners”, un club cuyos miembros corrían alrededor del estadio de los Yankees en el Bronx. En una entrevista al Times en 1980, Lebow dijo que después de que empezara a correr no volvió a perder ningún partido de tenis más. “Por supuesto –añadió-, no volví a jugar ninguno más”.
Como muchos de los conversos a correr, Lebow era un evangelista. En el primer Maratón de Nueva York en 1970, solo empezaron la carrera ciento veintisiete corredores, que debían dar cuatro vueltas a Central Park. Lebow, quien pagó las bebidas de su propio bolsillo, se clasificó en el puesto 44 de los 55 finishers. Hubo menos de un centenar de espectadores. El ganador, con un tiempo de 2:31:39, fue el bombero Gary Muhrcke, que había estado de guardia la noche anterior. Como premio a su esfuerzo recibió un reloj de pulsera.
Seis años después, mientras el Maratón iba ganado en popularidad, un funcionario llamado George Spitz, sugirió a Lebow que creara un nuevo tipo de maratón para honrar al bicentenario de la nación. Spitz sugirió un recorrido que pasara por los cinco barrios de la ciudad y Lebow aceptó la propuesta. En seguida obtuvo apoyo de las autoridades y Nueva York pronto tuvo un maratón a su altura.
Desde entonces el recorrido apenas ha variado. Comienza en Staten Island, en el puente de Verrazano-Narrows y atraviesa Brooklyn y Queens antes de entrar en Manhattan para ir hacia el norte por la Primera Avenida, correr unos dos kilómetros por el Bronx y regresar a Manhattan por la Quinta Avenida y acabar en Central Park, cerca del Tavern on the Green.
Lebow tenía una carrera, pero si él quería que el primer maratón por los cinco barrios fuera algo más que una bonita ruta recreativa necesitaba estrellas. Eso significaba que necesitaba a Frank Shorter y a Bill Rodgers. Shorter era el ganador olímpico de 1972 y medalla de plata en 1976; Rodgers había batido el récord de Estados Unidos cuando venció en Boston en 1975. Lebow se puso en contacto con ambos corredores y los dos aceptaron correr en Nueva York. Pero había un problema: Rodgers quería dinero.
Lebow inicialmente se opuso a esa petición por un motivo. Eso era saltarse las normas del amateurismo y podría suponer que los receptores del dinero fueran inelegibles para futuras Olimpiadas si se hacía público. Pero había otro principio mayor en juego. Como sugiere Cameron Stracher, el autor de Kings of the road, una excelente historia del boom del running en Estados Unidos: “Lebow esperaba que los atletas donaran su tiempo en servicio de un bien mayor”.
Rodgers lo veía de otra manera. A pesar de que era maestro de profesión, había dedicado gran parte de su vida adulta al atletismo. El año anterior se había clasificado como Nº 1 entre los maratonianos mundiales. Él necesitaba ganar algo de dinero por su talento. Finalmente Lebow cedió. Rodgers consiguió tres mil dólares y Lebow consiguió su carrera. Shorter, mientras tanto, recibió cuatro mil dólares.
El día de la carrera, Rodgers justificó su cobro ganando la carrera con un tiempo de 2:10:10 entre divertidas y caóticas escenas en Central Park, en las cuales Rodgers vio cómo su trazada era atravesada por espectadores y coches en cada esquina. Shorter terminó segundo, unos tres minutos más tarde. El Maratón obtuvo reportajes entusiastas en la prensa y generó buenas ganancias para la ciudad. Desde 1976, más de un millón de personas ha participado en el Maratón de Nueva York. Según sus propias estimaciones, la carrera genera 340 millones de dólares de beneficio a la ciudad cada año. Mientras tanto, no es inusual que los mejores corredores reciban cientos de miles de dólares por su participación en los principales maratones.
Después de 1976, la carrera floreció. Rodgers ganó título tras título en Nueva York; el número de participantes se incrementó; y las mujeres ganadoras, como Greta Waitz, empezaron a ser estrellas, adelantándose a la causa de las corredoras de fondo (hasta los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 1984 no hubo corredoras de maratón). Pronto los organizadores de todo el mundo vinieron a sacar ideas de la magia de Gotham, como también se conoce a Nueva York.
En 1979, Chris Brasher, el cofundador del Maratón de Londres, corrió en Nueva York. Resultó abrumado por la experiencia. En un artículo en el Observer escribió: “Para creer esta historia tú debes creer que la especie humana puede ser una familia alegre, trabajando juntos, riendo juntos, consiguiendo lo imposible. (…) El pasado domingo, en una de las más complicadas ciudades del mundo, 11.532 hombres y mujeres de cuarenta países del mundo (…) rieron, animaron y sufrieron durante el mayor festival que el mundo ha visto. Me pregunto si Londres podría montar un festival así. Tenemos la carrera, un magnífico recorrido (…) pero, ¿tenemos el corazón y la hospitalidad para dar la bienvenida al mundo?”.
La respuesta a la pregunta de Brasher fue "Sí".
Berlín también descubrió que tenía una magnífica carrera. El Maratón de Berlín fue una vez un placentero, pero no destacable, paseo a través del bosque de Grunewald. Influenciado por Nueva York, fue redirigido por las calles del Berlín occidental en 1981. Después de la caída del Muro, en 1989, la carrera fue rediseñada de nuevo para que pasara por el Berlín oriental también. En la primera carrera de verdad por toda la ciudad, en 1990, tres días después de la reunificación oficial de Alemania, muchos corredores lloraron mientras pasaban bajo la Puerta de Brandenburgo.

De Johnny Halles a Bill Rodgers, del Madison Square Garden al puente de Verrazano-Narrows, las ideas de Nueva York sobre las carreras de fondo siempre han sido contagiosas. Si cualquiera de los competidores del domingo se pregunta por qué cada gran ciudad en el mundo tiene ahora un maratón, o por qué los mejores corredores son pagados, o por qué ellos corren gustosamente la chaladura de la distancia de 42,195 kilómetros, las respuestas están bajo sus pies.
La salida en el puente Verrazano es algo espectacular.

Sin duda la meta de Central Park es la mejor meta que puedes cruzar en tu vida.

miércoles, 13 de enero de 2016

Cómo el Maratón de Nueva York creó el maratón moderno (1)

El pasado 27 de octubre de 2015, unos días antes de la 46ª edición del Maratón de Nueva York, la revista The New Yorker publicó un interesantísimo artículo sobre la historia de esta carrera escrito por el periodista británico Ed Caesar (http://www.edcaesar.co.uk/) autor del libro Two hours. The Quest to Run the Impossible Marathon (Dos horas. La búsqueda para correr el maratón imposible). Este libro, no traducido aún al castellano, trata sobre el posible intento de bajar de dos horas en un maratón, algo de lo que se ha hablado mucho este año.
En el artículo que comento, Caesar nos da muchos datos sobre los inicios del maratón a primero del s. XX y nos ilustra también sobre cómo el Maratón de la ciudad de los rascacielos cambió de manera sustancial la organización de estas carreras convirtiéndolas, poco después, en un acontecimiento de masas en las principales ciudades del mundo.
Os dejo aquí el enlace donde lo podréis leer íntegro (http://www.newyorker.com/news/sporting-scene/how-new-york-city-made-the-modern-marathon), pero me voy a permitir hacer una traducción libre en castellano ya que, como os digo, nos ofrece una información muy valiosa e interesante para todos los amantes de los maratones.
Como es un poco largo lo subiré aquí en dos entradas. Aquí va la primera:

Cómo el Maratón de nueva York creó el maratón moderno
Por Ed Caesar
Este domingo más de 50.000 personas participan en el Maratón de Nueva York. Algunos creerán que están emulando un antiguo mito griego. Otros, más conocedores de la historia, recordarán a la familia real británica, ya que gracias a ella el maratón de las Olimpiadas de Londres de 1908 se corrió con la distancia actual. Pero pocos corredores sabrán que el Maratón en el que van a participar creó el maratón tal y como lo entendemos hoy en día.
La responsabilidad de Nueva York en la carrera tiene dos momentos importantes. Uno fue el 25 de noviembre de 1908, en el antiguo Madison Square Garden, cuando Dorando Pietri y Johnny Hayes corrieron un maratón indoor. Fueron los dos primeros en llegar a la meta en el Maratón Olímpico de Londres unos meses antes, en uno de los maratones más espectaculares y dramáticos de todos los tiempos y que cautivó a los lectores de periódicos en todo el mundo. Ahora, al otro lado del Atlántico, se disputaba la revancha.
Los organizadores habían preparado una pista de una décima parte de una milla de longitud, con lo que la carrera daba 262 vueltas a esa pista para completar las 26,2 millas, o sea, los 42,195 kilómetros. El evento vendió todas las entradas.
Con una afición volcada en los dos corredores en un ambiente cargado de humo de tabaco y de polvo, la carrera concluyó con la victoria de Pietri, que así se tomó la revancha de Londres, con un tiempo de 2:44:20, solo 43 segundos por delante de Hayes.
Los corredores profesionales habían corrido en Europa durante el s. XIX en carreras de unas 25 millas (unos 40,2 kilómetros), pero la primera carrera con la distancia adecuada para ser llamada “Maratón” fue la de las Olimpiadas de Atenas en 1896. El evento conmemoraba el episodio del año 490 a.C. cuando se cuenta que un mensajero llamado Filípides corrió de la ciudad de Maratón hasta Atenas (unos 40 kilómetros) para comunicar la victoria de los griegos frente a los espartanos (Nota: el autor del artículo, Ed Harris, habla de los espartanos, pero la batalla fue contra los persas) en la batalla. Tras gritar “¡Chairete, nikomen!” (¡Alegraos, ganamos!), Filípides murió exhausto. El mito no es más que eso, un mito. Sin embargo, de acuerdo a Heródoto, existió un joven mensajero de nombre similar, pero que no llevó el mensaje de Maratón a Atenas y no murió. De todas formas, los organizadores del maratón de los primeros Juegos Olímpicos modernos, declararon que ellos querían recrear el heroísmo de Filípides.
En esas Olimpiadas de 1896 el Maratón fue de unos 40 kilómetros y lo ganó el griego Spyridon Louis. Durante los siguientes años, los maratones variaron bastante en su longitud, pero siempre en torno a poco más de 40 kilómetros. Pero fuera cual fuera la distancia, el maratón no era un evento popular. En las Olimpiadas de París, en 1900, la delegación americana interpuso una reclamación y acusó al vencedor, Michael Theato, de haber tomado atajos. Según ellos, al ser francés conocía bien los recovecos de la ciudad y se aprovechó de ello. Pero en realidad Theato era luxemburgués y el debate aún permanece.
Los escándalos siguieron en 1904 en San Luis (EE.UU.). Hacía mucho calor y el polvo del camino afectó sobremanera a los corredores. Sin embargo, el primero en llegar a la meta, el americano Fred Lorz, entró en el estadio, en palabras de un testigo, “extrañamente fresco”. Lorz, se supo después, hizo parte del recorrido en un coche. Tras pasar la meta y posar junto a Alice Roosevelt, reconoció su trampa y fue expulsado de la competición por un año. El ganador fue Thomas Hicks.
En las Olimpiadas de Londres de 1908 aún seguían sin convencer las carreras de larga distancia. De hecho, después de San Luis se formó un comité para debatir el futuro de estas carreras. Otro escándalo como los de París o San Luis podrían relegar de las Olimpiadas al Maratón al cajón de los deportes olímpicos de corta vida, como pasó con otros deportes, como la Pelota Vasca o al juego de tirar de la cuerda. Fue una suerte para nosotros que el maratón de las Olimpiadas de 1908 fuera una de las más estrambóticas carreras de todos los tiempos.
Jack Andrews, miembro del Polytechnic Harriers Club y que diseñó el recorrido, dijo que la carrera iba a tener inicialmente una longitud de 24,5 millas (unos 39,4 kilómetros), pero luego se dieron cuenta que otra carrera profesional iba a usar la misma ruta. Entonces pensaron en otro recorrido de unas 26 millas (41,8 kilómetros) desde la terraza del Castillo de Windsor, para que la familia real viera la salida. Después se añadieron unos metros más para dar una vuelta completa al White Stadium y poner la meta frente al palco real. Con esos ajustes, la carrera del 25 de julio de 1908 quedó con una distancia de “aproximadamente 26 millas y 385 yardas” (42,195 kilómetros). Lo de aproximadamente puede ser correcto, ya que John Disley, uno de los fundadores del moderno Maratón de Londres, encontró que la primera “milla” de 1908 era 174 yardas más corta (159 metros).
Se presentaron cincuenta y cinco participantes, que representaban a diecisiete países. Johnny Hayes, un hijo de inmigrantes irlandeses de Nueva York, dijo a un competidor cercano: “Hace calor, es un largo camino. No hagamos locuras”. Sabía de lo que hablaba puesto que había estado trabajando en las obras de los túneles del Metro de Nueva York, un lugar de mucho calor.
Dorando Pietri era un italiano veterano en las carreras de fondo con calor en Italia. Mientras corría repetía la frase Vincero o moriro (Vencer o morir). Él casi hizo las dos cosas.
Tras varios cambios en la cabeza de carrera, Pietri llegó al Estadio, en el que había 90.000 espectadores, desfallecido. Empezó a correr en sentido equivocado y cayó desmayado.
Arthur Conan Doyle, que había publicado El perro de los Baskervilles dos años antes, fue testigo de ello, ya que estaba cubriendo el maratón por una invitación del Daily Mail y describió aquellos minutos de agonía de Pietri: “Cielos, ¿es posible que en el último instante se le escurra el premio de entre los dedos?”.
Llegada a la meta de Dorando Pietri en el Maratón Olímpico de 1908.

Michael Bulger, el médico de la carrera, intervino y le dio a Pietri un masaje en el pecho para revivirle. En pocos segundos Pietri se recuperó y corrió unos metros más. En la parte final tanto Bulger como Jack Andrew, el secretario de la carrera, ayudaron a Pietri a terminar.
Mientras tanto, Hayes había superado a Hefferson y entró en el White Stadium en segundo lugar mientras la multitud gritaba y la banda de música tocaba “The Conquering Hero” cuando Pietri todavía estaba a unos veinte metros de la meta ayudado por el médico y el secretario. Pietri entró en la meta, aparentemente ganador, pero enseguida fue descalificado tras la reclamación de la delegación americana y Hayes fue designado ganador en una decisión correcta pero muy impopular. El propio Pietri se quejó de que podía haber llegado a la meta sin ayuda. Al día siguiente la Reina entregó un trofeo al italiano en reconocimiento a su valentía y coraje.
Tras leer los reportajes de la gran carrera londinense, el mundo empezó a interesarse por los maratones y los atletas vieron una oportunidad comercial. Pietri viajó a Nueva York para la revancha en el Madison Square Garden.
Tras esa noche en el Madison Square Garden, la maratonmanía se adueñó de Nueva York. Pronto se extendió a través de Estados Unidos y también a Canadá y Europa. En los siguientes dos años las competiciones de pago entre corredores de fondo vendieron todos los billetes en Nueva York, Londres, Berlín y Montreal.
Para Pietri, esta manía por los maratones debió de resultar especialmente extenuante. El italiano corrió veintidós carreras en los seis meses siguientes a la del Madison Square Garden contra Hayes. Ganó diecisiete de ellas. Su hermano Ulpiano fue su manager. Al regresar a Italia en 1909, siguió corriendo dos años más, tanto en Italia como en otros países. Se retiró del deporte a los veintiséis años, rico.

Para 1910 esta fiebre por los maratones decayó, al menos en Estados Unidos. Un periodista de San Francisco escribió que la última carrera entre Pietri y Hayes tuvo todo la excitación de ver a “dos viejas señoras involucradas en una carrera de fondo de tejer punto”. De todas formas, el maratón se fijó en el imaginario popular. Fue significativo que la distancia de Londres de 42,195 kilómetros se estandarizó y quedó fijada como distancia oficial por el Comité Olímpico Internacional en 1921.

jueves, 7 de enero de 2016

Wings for life run: Mi equipo para Félix

Ya me he inscrito en la carrera Wings for Life World Run del próximo 8 de mayo en Valencia y he creado el equipo Felix-en lagunak Felix&friends. Cualquiera puede unirse a este equipo para correr la carrera.


Ésta es una carrera diferente, pues se corre simultáneamente en muchos países y la meta sale por detrás de los corredores, por lo que acabas la carrera cuando el coche-meta te alcanza. Además, todo lo recaudado por la inscripción (20 euros) se destina a la investigación de las lesiones del daño medular.
El equipo lo he creado como homenaje a Félix, que entrenando en bici en julio de 2009 fue atropellado por un coche y tuvo que rehacer su vida en una silla de ruedas. Su forma de afrontar la vida desde entonces fue un ejemplo para todos los que tuvimos la suerte de estar con él. Tristemente, el año pasado la fatalidad volvió a tocar a su puerta. Félix enfermó de ELA y falleció el 31 de diciembre pasado dejándonos un gran vacío imposible de llenar.
Como os digo, cualquiera que quiera correr esta carrera puede unirse a este equipo y correr allí conmigo.
Pero si alguien desea hacerlo, pero no puede ir a Valencia ese día, también se puede apuntar al equipo.
He pensado en dos formas de hacerlo:

-La primera, y la más sencilla, es que se inscriba a la carrera en el enlace de inscripciones, y después se una al equipo, donando así el importe de la inscripción (20 euros) a la causa benéfica. Yo correré con el dorsal de todos los que se unan al equipo pero no puedan acudir.

-La otra opción es que el día de la carrera cada uno corra en su localidad la distancia que podría hacer en la carrera de Valencia y donar el dinero que desee por cada kilómetro que corra ese día en el enlace de la Fundación Wings for life. En la web de la carrera hay un calculador de la distancia que puedes correr antes de que te alcance la meta según el ritmo al que puedas correr, y ése puede ser el objetivo de distancia a correr ese día estés donde estés.

Os animo a todos a participar.

lunes, 4 de enero de 2016

De París a Berlín pasando por Valencia

Ya está decidido mi calendario de carreras para este recién inaugurado año 2016. Tal y como os comenté, mi primera cita importante será el 3 de abril por las calles de París. Será mi 14º maratón, y mi objetivo es el de hacer MMP, o sea, bajar de 3:39. Para ello voy a cambiar de sistema de entrenamiento y para ayudarme a conseguirlo he empezado a trabajar con Imanol Loizaga, ex campeón de España de maratón de veteranos y un gran conocedor de la distancia.

Tras una nueva prueba de esfuerzo en Senkirol para saber que empiezo con buen pie esta aventura, durante enero, febrero y marzo voy a seguir el plan de entrenamiento que me ha preparado Imanol con el objetivo de correr lo más rápido posible en París.
No voy a hacer un gran cambio en cuanto a kilometraje semanal y en cuanto a número de días a entrenar. Seguiré con cuatro días a la semana (martes, miércoles, viernes y domingo). Incluso me ha recomendado no hacer una salida de bici el sábado, ni aunque sea suave, para no fatigar el cuerpo y hacer que los entrenamientos se asimilen mejor.
Lo que sí voy a cambiar es el tema de las series. Yo hasta ahora las hacía solo con mis pulsaciones en el umbral aeróbico como referencia, pero Imanol me ha planteado hacerlas por ritmos y ver cómo se adaptan las pulsaciones a esos ritmos, para saber si son adecuados para mí o no, y para saber si mi cuerpo se adapta a la calidad de los entrenamientos.
Así que van a ser tres meses muy entretenidos y en los que voy a aprender mucho sobre entrenamientos para el maratón. Esperemos que todo se traduzca al final en esa mejora en mi marca. Pero si no es así tampoco me voy a agobiar. El objetivo principal, como siempre, será el de acabar el maratón en buenas condiciones disfrutando de la carrera. El objetivo de hacer un sub 3:39 es importante pero es secundario. Por supuesto voy a trabajar con una gran motivación para conseguirlo, pero sin que ello sea una obsesión.
Tras París llegará mi segundo gran objetivo del año, y el principal por la motivación que tengo en esa carrera.
El 8 de mayo participaré por primera vez en la carrera benéfica Wings for life, como homenaje a mi gran amigo Félix Bilbao que nos dejó, tristemente, el último día del año 2015. Es una carrera diferente, en la que la meta nos persigue hasta atraparnos. Mi objetivo es intentar llegar a los 25 kilómetros antes de ser atrapado por el coche-meta. Este año es en Valencia, lugar donde nunca he corrido. Ya os ampliaré en breve más datos de mis planes para esta carrera en la que quiero crear un equipo, tanto físico como virtual, para sumar kilómetros en favor de la investigación de las lesiones por daño medular.

Y tras el verano llega otro gran objetivo.
Como dijo Leonard Cohen: “First we take Manhattan, then we take Berlin”. Sí. Ya tomé Manhattan en el Maratón de Nueva York en 2013 y ahora tomaré Berlín en septiembre de 2016.
Allí iré, con varios de mis amigos de los Beer Runners de Bilbao. No creo que vaya con la intención de hacer marca, en principio. Solo iré a disfrutar de la carrera en mi segundo "major" y a ayudar, si puedo, a terminarla bien a algunos de mis amigos que se van a enfrentar por primera vez allí a un maratón.
Será un año interesante. Vamos a por él.