martes, 11 de septiembre de 2018

Marathon des châteaux du Médoc 2018

Burdeos es una bonita ciudad del arco atlántico francés, rodeada de grandes viñedos y de un paisaje encantador. La primera vez que fui a Burdeos fue con ocasión de tomar parte en la edición inaugural de la marcha cicloturista en tres etapas entre Burdeos y Bilbao en mayo de 2014, organizada entre otros por mi club ciclista, la Sociedad Ciclista Bilbaina. Luego regresé dos veces más, una de ellas en abril de 2015 para correr la primera edición del Maratón de Burdeos, el único maratón nocturno en Francia.
Como en 2017 había corrido la segunda edición del BeerLovers’ Marathon en Bélgica, me pareció una buena idea correr lo antes posible el Marathon des chateaux du Médoc, el Maratón de Médoc (cerca de Burdeos), que como he explicado antes es el maratón original en el que se inspiró el maratón belga. Así que, en marzo de 2018, nada más abrirse el periodo de inscripción, me apunté a esta carrera para no quedarme sin dorsal, ya que las 10.000 plazas se agotan enseguida debido a la fama que tiene este maratón, que ya cuenta con treinta y cuatro ediciones celebradas.

Correr entre viñedos es una experiencia fantástica.

Como muestra de lo conocida y apreciada que es esta carrera a nivel internacional, basta ver los datos de procedencia de los participantes de este año 2018:

Francia:
4.956
Suiza:
138
Reino Unido:
1.082
Taiwán:
128
Japón:
305
Australia:
114
China:
290
España:
96
Alemania:
285
Canadá:
87
Suecia:
272
Irlanda:
85
Estados Unidos:
268
Hong Kong:
82
Bélgica:
223
Finlandia:
81

Y así, hasta setenta y ocho países representados. Como veis, no era raro oír hablar en inglés durante todo el recorrido. Muchos de los participantes de fuera de Francia vienen a este maratón con paquetes turísticos, al igual que pasa en los grandes maratones internacionales.
Como en el momento de apuntarme en marzo no era plenamente consciente de este dato, para cuando empecé a buscar un hotel en la zona de la salida y meta de la carrera, en Pauillac, ya no quedaba ninguna plaza hotelera, por lo que tuve que reservar el alojamiento en Burdeos. Esto me obligaba a madrugar el sábado del maratón para poder aparcar dentro del pueblo. En fin. Esto me demuestra de nuevo que, una vez que has decidido correr un maratón determinado, lo mejor es apuntarte y reservar el viaje y el alojamiento cuanto antes. Así todo sale más barato, encuentras una mejor ubicación del hotel y además ya no te puedes echar para atrás y la motivación es máxima.
El viernes viajamos en coche hasta Pauillac, donde recogí mi dorsal y empecé a imbuirme en el ambiente tan particular que tiene esta carrera. Pauillac es un pequeño pueblo al norte de Burdeos, en el estuario donde desembocan los ríos Garona y Dordoña, y el fin de semana del maratón recibe a gran cantidad de gente de todo el mundo, como he dicho. Los viñedos de esta zona de Francia tienen fama internacional desde hace siglos por los buenos vinos que producen, y este maratón se creó para difundir aún más esta tradición vitivinícola. Y no solo son famosos por el vino, sino que gran parte de estas bodegas están ubicadas en unos edificios magníficos, verdaderos castillos y palacios (châteaux, en francés) a cada cual más hermoso. Corras o no esta carrera, merece la pena darse una vuelta por estas tierras.


 El coche-escoba listo.

La animación en el pueblo ya el viernes era muy alta. Paralelas a la carrera hay diversas actividades, como cenas en los viñedos, paseos por la zona, conciertos y demás. Todo muy atractivo no solo para los corredores, sino para todo el mundo. La feria del corredor que hay en la zona de recogida de dorsales, además de contar con algunos puestos de productos para la práctica del running, nos permite conocer otros maratones singulares. No sabía que en Francia hay tantos maratones de carácter festivo en los que correr disfrazado. Y también tuve ocasión de hablar con una chica que venía de California para promocionar otro maratón entre viñedos en Napa Valley.
Al no tener el hotel en el pueblo, no pudimos disfrutar mucho de este ambiente y fuimos pronto a Burdeos para cenar, ya que el sábado había que madrugar para intentar llegar antes de las ocho a Pauillac. La salida del maratón es a las 9:30, pero si no llegas temprano es casi imposible aparcar dentro del pueblo. La organización facilita el traslado en autobús, y también es posible ir en tren desde Burdeos. Pero, por los horarios, al final decidí ir en coche.

Un maratón único
El Maratón de los castillos de Médoc, el “Médoc”, como se le conoce en Francia, se creó en 1984 de la mano de un grupo de maratonianos de la zona. Lo organiza año tras año un grupo de noventa voluntarios agrupados en la asociación AMCM (Association pour le Marathon des Châteaux du Médoc). Las premisas por las que se rige esta organización son la salud, el deporte, la convivencia y la fiesta. Doy fe que cumplen con todas ellas a rajatabla.
Si alguno piensa que la promoción del vino y la salud pueden estar reñidas, como dato os diré que paralelo a la carrera se celebra un congreso médico y un coloquio sobre medicina deportiva. Además, in situ se realizan estudios médicos completos a más de mil corredores. La asistencia médica en la carrera está asegurada por más de trescientas personas.
Una de las señas de identidad del “Médoc” es su carácter festivo. Como dice el reglamento, es una carrera reservada a corredores disfrazados, y la verdad es que es muy difícil ver a alguien que no corra con un disfraz. Según su lema, estamos ante “el maratón más largo del mundo”, y no porque tenga más kilómetros, sino porque, como se ve en el dibujo que representa a la carrera, es posible que hagamos muchas eses durante el recorrido si degustamos las más de veinte variedades de vino que nos dan a probar las bodegas por las que pasa el recorrido.
Por suerte, para no caer en el exceso de alcohol, los avituallamientos son muy completos, y casi hay uno cada dos o tres kilómetros. Además de vino, hay agua abundante, refrescos de cola, mucha fruta, frutos secos, chocolate, bizcochos, geles, etc. Y en algunos de los avituallamientos también se pueden degustar productos locales, como croissants, ostras, jamón, queso, entrecot o helado.
Y todo ello, con una animación continua con música y con los chateaux engalanados para un día grande.




La carrera
No sé si sería por el madrugón o por el calor que hizo, o por ambas cosas, pero el caso es que, a pesar de correr mi maratón más lento con diferencia, mis sensaciones fueron de estar realizando más esfuerzo del que realmente hice. Tampoco lo había preparado a fondo. Mi objetivo aquí era tomármelo como una larga tirada de entrenamiento de cara a los maratones que tengo en noviembre: Nueva York y San Sebastián.
La salida se dio con muy buen ambiente en Pauillac. Miles de maratonianos disfrazados según el tema de esta edición, que era las ferias de pueblo. Yo no soy muy de disfrazarme, pero entendí que aquí no puedes no hacerlo. Elegí un disfraz sencillo y que no me diera mucho calor, el de forzudo de feria. Aunque, como llevaba el traje de leopardo con un tirante pero sin pesas ni más complementos, lo mismo podía ir de Tarzán que de Pedro Picapiedra, je, je. Es igual. El caso era ir disfrazado.
Como la participación es muy grande, casi 10.000 personas, me tocó salir muy atrás (aquí no hay cajones por tiempo, claro está) y eso hizo que en los primeros cinco kilómetros me metiera sin remedio en varios de los tapones que se formaban en algunos avituallamientos, donde la estrechez de la ruta y la cantidad de gente nos obligaban a parar. Además, algunos de los disfraces eran voluminosos, con flotadores, carros con diversos cachivaches y otros elementos que dificultaban el paso.
En el primer avituallamiento, en el kilómetro 2, nos daban el desayuno, con croissants y café. No cogí nada porque ya había desayunado bien, pero a pesar de todo me costó salir del atasco. Lo mismo que al paso en el kilómetro 5 por el primer chateau.
Con todo esto, los primeros cinco kilómetros los completé en más de cuarenta y cinco minutos. Según mi Garmin, el tiempo para terminar el maratón a ese ritmo se iba a más de siete horas, por lo que decidí no parar demasiado a sacar fotos y comer, no fuera que terminara en más de las seis horas y media que, en teoría, teníamos para llegar a meta.
Por suerte, a partir de ahí los tapones ya no fueron un problema.










El recorrido nos llevaba primero hacia el sur, luego volvíamos para el norte, para regresar de nuevo en dirección sur hasta Pauillac. No es un recorrido llano y, además, casi el 25% de la ruta es por caminos de grava por dentro de los viñedos, o por hierba. No es un maratón rápido en ese sentido. Bueno, ni en ese ni en ningún otro.
Como el calor cada vez se notaba más, en todos los avituallamientos bebía agua y me refrescaba la cabeza. Pese a todo, desde los primeros kilómetros vi que no tenía cuerpo para correr a mis ritmos normales. Mi ritmo y los vatios que me marcaba el Stryd eran bajos, como de una salida suave de regeneración. Sin embargo, mis sensaciones y mi pulso eran de ir rápido. Mala cosa. No quedaba otra que tirar de experiencia y regular para aguantar hasta la meta intentando disfrutar de la experiencia de correr este maratón tan especial.
Los paisajes por los que pasábamos eran preciosos, y algunos de los edificios de los chateaux eran espectaculares. En algunos, casi todos nos parábamos para hacer fotos. La ocasión lo merecía. Y en muchos de los puestos de avituallamiento de las diferentes bodegas por las que pasábamos la animación y la música eran tan buenas que mucha gente se ponía a bailar mientras bebía un trago de los buenos vinos que nos ofrecían. Yo solo eché un trago de vino en una de las bodegas, ya que en esta nos ofrecían el vino en copas de cristal y daba pena no beber un poco.
Hacia el kilómetro 23 pasábamos cerca de Pauillac y allí me encontré con mi mujer, que ya se estaba preocupando por lo mucho que tardé en llegar hasta allí. Le dije que iba bien, pero que tardaría un poco más de lo previsto en terminar, y seguí corriendo despacio, incluso caminando un poco en algunas cuestas que teníamos. Seguía bebiendo mucha agua y comiendo en los avituallamientos, además de tomarme algunos geles.
Los últimos doce kilómetros se me hicieron bastante largos. Hacía bastante calor, casi 30ºC, y ya se notaban las horas corriendo, pese a ir tan lento. En vez de estar en la última parte de un maratón, mis sensaciones eran las de ir al final de un ultra donde ya vas con fatiga. Así que luché un poco contra mis malas sensaciones para no dejar de correr hasta el final como si estuviera haciendo una carrera de ultrafondo. Quise aprovechar esta experiencia para seguir aprendiendo de mis propias sensaciones ante la fatiga.
Los últimos avituallamientos son los más curiosos y famosos del “Médoc”. Nos ofrecían ostras, entrecot y helados. Como quería acabar y no tenía el cuerpo muy bien, no tomé ni las ostras ni el helado, y solo probé un poco de la carne.
Ya nos íbamos acercando a la meta, a la orilla del mar, pero poco antes de llegar allí había un último puesto, que se llamaba algo así como “el puesto para la belleza”. Había unos espejos y si querías te maquillaban un poco para entrar con buena cara en la meta y salir bien en las fotos. Me parto de risa.
Por fin llegué a la meta, que estaba muy bien adornada con un pasillo espectacular, puse mi mejor cara para las fotos y terminé el maratón en casi cinco horas. Mi “Mejor Marca Personal” de maratón más lento. En la llegada nos daban una bolsa-nevera, la medalla, una botella de vino y agua. Luego teníamos una amplia carpa con una zona para comer. Había de todo, y además cerveza, que me entró mejor que el vino (por algo soy un beer runner). También había una zona para masajes y una gran animación.
Como estaba más cansado que hambriento, solo me tomé una cerveza y luego fui al coche para coger la mochila y ducharme en las duchas habilitadas. Tras la ducha reparadora, me bebí otra cerveza y comí un bocadillo antes de regresar a Burdeos.
En resumen. Una bonita experiencia más. Un maratón que merece la pena por lo especial que es. La versión belga que corrí el año pasado está a la altura de este, aunque con menos participación y fama. Deportivamente no tuve mi mejor día, pero mereció la pena.
Creo, también, que no es un maratón para gente sin experiencia en larga distancia. Aunque vayas lento y parando mucho, no dejan de ser cuarenta y dos kilómetros y se pueden hacer muy largos si no sabes regular y gestionar tanto tiempo corriendo.

Algunos datos:
Mi tiempo en meta: 4:58:24.
Clasificación general: 1247 de 7961.
Clasificación categoría V2H: 231 de 1198.
Clasificación categoría masculina: 966 de 5507.
Puesto en Branaire Ducru (km 9,2): 4860.
Puesto en Larose-Trintaudon (km 16): 3415.
Puesto en Lafon Rochet (km 27,3): 2182.
Puesto en Meyney (km 35,7): 1670.
Puesto en meta: 1247.

Como veis, como salí muy atrás, y una vez pasados los primeros kilómetros donde hubo muchos atascos en los avituallamientos, pese a correr mal todo el rato fui avanzando puestos. En este maratón, con un tiempo de casi 5 horas hice un puesto entre el 16% de los más rápidos, algo impensable en un maratón normal.

Tiempo del ganador masculino: 2:25:43.
Tiempo de la ganadora femenina: 2:58:52 (puesto 25 del total).
El premio para los ganadores es el equivalente en botellas de vino a su peso.
Solo 25 corredores terminaron en un tiempo menor a 3 horas, y solo 245 en menos de 4 horas.
Tiempo del último corredor en meta: 7:15:32.
Casi 3000 corredores están clasificados con un tiempo de más de 6:30, teóricamente el tiempo límite para terminar la carrera.

















 El muro.

 Las ostras.


 La meta.





 Burdeos. Bonita ciudad.

1 comentario:

  1. Buenísima crónica!!! Gracias por tanto detalle. Si llevo años queriendo ir, tras tú crónica mucho más!. Disfraces, fiesta, paisajes increíbles avituallamiento original... Lo tiene todo!!!. A ver si conseguimos dorsal el grupo entero de entrenos y disfrutamos de esa fiesta.
    Te animas de nuevo?

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