lunes, 19 de agosto de 2019

18º Maratón del Río Boedo. Un maratón único.

Hace un par de semanas, bajando en autobús de Pradollano a Granada tras la Subida al Veleta, coincidí con Lola, una simpática corredora de Madrid que me habló del maratón de Báscones de Ojeda, en Palencia. Creo que ya había oído hablar de él, pero no lo recuerdo. El caso es que Lola me ensalzó las bondades de esta carrera, un maratón único, por ser el único en España que se disputa en agosto, por ser una carrera de pueblo gratuita en la que te dan camiseta, trofeo, diploma, unas galletas de regalo y una comida popular, además de otras cosas, como duchas y unos ánimos estupendos. Y también es un maratón único porque son pocos los que se atreven a correrlo (unas pocas decenas), tal vez porque es agosto, el pueblo está a casi 1.000 m de altitud y puede hacer mucho calor, o tal vez porque se corre por pistas de grava, más difícil que por asfalto, y porque es posible que hagas muchos kilómetros en solitario.

Con la grupetta que hicimos hasta la última vuelta. Yo, con mis 27 maratones hasta este día, soy el más novato de todos. ¡Qué cracks!

Sea por lo que sea, en este maratón hay poca participación y gran parte de los que lo corren son habituales en la línea de salida. Aquí se conoce todo el mundo. Báscones de Ojeda es un pueblo muy pequeño, menos de 150 habitantes, y los participantes repiten muchas veces.
Cuando Lola me habló de él, le comenté que mi abuela materna era de Prádanos de Ojeda, otro pequeño pueblito de la zona, a 15 km de Báscones. Hace casi un siglo muchos habitantes de esta comarca emigraron al País Vasco, sobre todo a Bilbao, y eso se nota porque en verano en estos pueblos gran parte de los habitantes son vascos.
Yo, tras la Subida al Veleta, tenía previsto descansar en agosto, pensando en el 50k de Washington de octubre y en el Maratón de Málaga en diciembre. Pero ya me entró el gusanillo y la semana pasada encontré una habitación libre en el nuevo hostal que ha abierto en Prádanos un matrimonio vizcaino y me inscribí en la carrera (se hace por teléfono de manera personal).
Y así, sin pensar, al más puro estilo de Chema Martínez, me encontré al amanecer del 18 de agosto en Báscones esperando a que Gabriel diera la salida de mi 28º maratón.

Antes de la salida.

A punto de salir. El organizador, Gabriel Ruiz, con su saxofón, con el que da la salida tocando un tema.

Hasta hace un par de años el recorrido alternaba las pistas con la carretera entre Báscones y las localidades de Revilla de Collazos y Collazos de Boedo. Pero, por algún problema con los permisos, el recorrido actual es todo el rato ida y vuelta por una pista parcelaria. Solo se toca asfalto al paso por Báscones y por Collazos de Boedo. Primero se da una vuelta de unos 12 km hasta casi Revilla de Collazos y luego dos vueltas de unos 15 km hasta Collazos de Boedo. Así que correr se hace más duro si cabe que si fuese por asfalto, ya que tienes que mirar dónde pisas, como en un trail, y no te puedes relajar en ese aspecto.

Primeros kilómetros con las sombras alargadas poco después del amanecer. Prácticamente todo el recorrido es por esta pista de grava.


En estos primeros kilómetros hicimos un bonito grupo.



Ya en carrera, mi estrategia era la de correr todo el rato suave, teniendo en cuenta que no había preparado este maratón y que no quería cansarme demasiado. El tiempo era muy bueno, ya que tuvimos algo de fresco en las primera parte y luego la temperatura no subió demasiado. Además, buena parte de la mañana estuvo el cielo cubierto y hacía un poco de viento, con lo que no llegamos a pasar calor.
Ya en la primera vuelta nos juntamos un grupito muy majo y fuimos juntos hasta casi terminar la segunda vuelta. Iba bien, pero también veía que iba un poco demasiado rápido para mantener mi estrategia de cansarme lo menos posible. Y eso lo pagué en la tercera vuelta, que me resultó muy dura.
De todas formas disfruté mucho de esos casi 27 km en compañía de otra Lola (de Tarragona), de Xebi Avellana (ironxevi.blogspot.com) y de otro corredor, Javi Sanz (https://coleccionistamaratones.wordpress.com/). Por cierto, yo llevaba la camiseta de mis primeros 25 maratones que he preparado para los maratones de este año con mucha ilusión. Pues bien, cuando la vieron oí que comentaban que a ellos no les cabrían todos sus maratones en una camiseta. Como este maratón es duro, se ve que solo gente con mucha experiencia se atreve a correr aquí. Xevi lleva ya 111 maratones, Lola otro montón y Javi Sanz ya ha completado 122. Total, que yo fardando de 25 maratones en mi camiseta y era de los más pardillos de todos los participantes, je, je. Como anécdota os comento que Xevi me dijo que había leído mi novela del Maratón 42,2 Muerte en Central Park. Se agradece.

Lola, segunda clasificada en mujeres, es quien me dio a conocer esta carrera.

Terminando la segunda vuelta, ya con malas sensaciones.

Ya acabando la segunda vuelta me empecé a descolgar. Xevi se había descolgado poco antes y la Lola de Tarragona se fue para adelante con otros corredores. El no llegar entrenado y no haber regulado mejor el ritmo me estaba pasando factura. Además, el pantalón empezó a escocerme la parte interna de los muslos. Me había pasado lo mismo en la Subida al Veleta, pero allí llevaba vaselina por si acaso y aquí me había echado algo en la salida pero ya no tenía más. Tampoco tenían en los avituallamientos, así que los últimos 15 km empezaron a ser una tortura: cansancio, escozor en el muslo y dolor en una rodilla al cambiar el paso para evitar las rozaduras. Tuve que hacer los últimos 10 km alternando el correr con el caminar.
Al comenzar la tercera vuelta me había alcanzado por detrás la Lola de Madrid, que nos dio una lección de regular el ritmo, ya que nos pasó con mucha convicción y más tarde también pasó a la Lola de Tarragona para hacer en la meta segunda en la clasificación de mujeres detrás de Eva, una ultracorredora guipuzcoana que también había corrido en el Veleta.
Y por fin, tras una última vuelta muy sufrida, llegué a la meta. Entré de la mano con Xevi, con el que me había vuelto a juntar en los últimos kilómetros. ¡Qué ganas de terminar tenía! Bien. Contento por un nuevo maratón, pero preocupado por el dolor de la rodilla, sobre todo pensando en las próximas grandes carreras que me esperan.
Tras la meta, podías ir a ducharte a las casas de algunos vecinos del pueblo (todo el mundo colabora) o a la zona de baños del río. Yo fui al río, con el agua a 14 grados. Dicen que el agua fría es lo mejor para las piernas después de un maratón. Esperemos que así sea.
Cuando llegó el último participante, Gabriel, el organizador, nos fue llamando a todos al podio por categorías. Nos entregaron los diplomas, los trofeos y las galletas y luego ya empezaba la comida popular, con una buena paella de verduras, tortilla de patatas y melón.
En resumen, una carrera gratuita, bien organizada y que se vuelca en los corredores. Y un maratón duro, no apto para gente sin experiencia.
Por cierto, que se me olvidaba. El sábado por la tarde se corrió el medio maratón, que es el más antiguo de España junto con el de Elche. Muchos de los participantes en el maratón corrieron las dos pruebas, y eso que el sábado por la tarde sí que hizo mucho calor. Lo que digo. Un maratón para corredores experimentados.
Ah, se me olvidaba añadir que para muchos correr este maratón es el que te da el título de maratoniano o donde te doctoras en Maratón. Bueno, pues ya tengo el título. Eso sí, con un aprobado raspadito, je, je.

Entrada a meta con Xevi. Él completaba su maratón número 111, yo solo el 28º.

Contentos en la meta.


Así de polvorientos quedaron nuestros pies.

Agotado, tras el bañito en el río.

Todos los participantes pasamos por el podio. Aquí los de la categoría de hombres de 55 a 60 años.

La clasificación. Pocos participantes, pero si sumamos el total de maratones que tenemos entre todos...

Diploma, trofeo y galletas locales.

Una de las paellas que nos comimos.

Y el día anterior, Kike, un compañero de equipo de Beer Runners Bilbao, corrió el medio maratón con mucho calor.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Subida al Pico Veleta

El domingo pasado, como inicio de las vacaciones, corrí (más bien anduve) la Subida Internacional al Pico Veleta, que hasta hace unos años era la carretera asfaltada más alta de Europa, ahora ya no desde que la última parte es una pista no asfaltada. Ahora la carretera asfaltada más alta de Europa está en los Alpes franceses, el Col de la Bonette (2.715 m, y si añadimos el bucle que sale de ahí al Restefond son 2.802 m).
Por fin en la meta.

Quería correr esta carrera ya que por su longitud (50 km según se anuncia, pero 48 km en realidad) y por sus características especiales (altitud, toda ella en subida, etc.) me atraía como reto. Por eso este año me animé y aprovechando que íbamos a estar unos días en Andalucía de vacaciones pues incluí esta carrera granadina en mi calendario.
No había leído mucho sobre la carrera, solo algunas crónicas de compañeros en las que se incidía en su dureza y su belleza. Lo que no leí fue nada que me advirtiera de la pobre calidad de la organización en muchos aspectos, sobre todo la jornada del sábado con la entrega de dorsales.

El desastre
No me puedo creer aún que una carrera que cumple 35 años de vida organice tal desastre en la entrega de dorsales, más aún cuando estamos hablando de cientos de participantes, no de miles.
En un principio pensé que había sido por algún problema de última hora, pero hablando con la gente casi todo el mundo me dijo que es algo que ocurre todos los años.
A ver. Yo tengo experiencia como organizador de marchas cicloturistas y sé lo difícil que es que las cosas salgan como uno quiere, que hay un montón de detalles a controlar y que todo cuesta mucho para que salga perfecto. Pero también sé que de los errores se aprende y que para la tercera edición de un evento la entrega de dorsales debe ser algo que tiene que salir siempre bien, con agilidad y rapidez. No puede ser que tengas a la gente hora y media para recoger el dorsal y apuntar a un acompañante al autobús.
La entrega de dorsales era el sábado por la mañana, a partir de las 11:00 y luego por la tarde otra franja horaria. Muchos estábamos antes de las 11 esperando (sobre todo los que estábamos alojados en el hotel de la organización). Hasta las 11:20 no abrieron porque anunciaron por megafonía de algún problema con los listados. Por cierto, una megafonía que casi no se oía si no estabas al lado. Por detrás solo se oía la música.
Al parecer no tenían listados alfabéticos, solo por número de dorsal. Este es un error que veo en muchas carreras. No le cuesta nada a la organización tener varios listados alfabéticos. Todo el mundo sabe su apellido. Lo dices, te miran el número de dorsal que tienes y te lo entregan. Pero si tienes que dar el número de dorsal, por lo menos que te lo hayan notificado por email los días antes.
Aquí dejaron en una mesa, un buen rato después de que abrieran, un listado para que miráramos nuestro número de dorsal antes de ir a recogerlos. Al de unos minutos el listado estaba separado en hojas y era un lío encontrarse. Una hora larga después se les ocurrió, por fin, pegar el listado en la puerta. Pero, repito como sugerencia a la organización, es más fácil que haya varios listados alfabéticos en las mesas donde se entregan los dorsales.
Ya con el dorsal en la mano había otras mesas donde daban imperdibles. ¿No era más fácil meterlos en la bolsa junto al dorsal? También había unos papeles con los números de dorsal que eran para poner en la mochila que nos llevaban a meta. Pero como no ponía nada no me di cuenta y no recogí el mío. Menos mal que a la tarde pasé de nuevo por allí y lo pregunté y lo recogí. De nuevo, ¿no era más fácil meterlo en la bolsa?
En otra mesa los acompañantes se apuntaban para los autobuses que les llevaban arriba para seguir la carrera y para la salida de la minisubida. No había ningún cartel explicando para qué era la mesa (no había casi ningún cartel explicativo de nada, solo el reglamento bien grande pegado en una pared, con lo que algunos de la organización ante las preguntas de la gente decían "eso lo pone en el reglamento", cosa que no siempre era así).
Alrededor de la mesa había decenas de personas tratando de informarse y de apuntarse a los autobuses. No había ninguna cola organizada. El caos personificado. De vez en cuando una chica de la mesa decía algo a voz en grito que solo entendían los de la primera fila.
Por fin le tocó el "turno" a mi mujer y, tras no obtener toda la información que necesitaba, se apuntó a un autobús hasta Pradollano. No le dijeron que para ir en los minibuses que salían de ahí hacia la meta también tenía que apuntarse. Eso se lo dijeron a la tarde, cuando ya no quedaban plazas.
Como tampoco le supieron decir si en el autobús (que salía a las 7 de la mañana, tras la salida, y en el que iba a estar muchas horas) iba a tener tiempo para comer o para ir al baño (la chica que le "atendió" le dijo que en Pradollano no hay nada, y resulta que hay supermercados, bares y restaurantes), al final optó por quedarse en el hotel y no madrugar.
En fin. Que entre tanto caos organizativo me quedó un mal sabor de boca respecto a la carrera y por un momento incluso se me pasó por la cabeza no correrla.

La carrera
Bueno. Dejando lo negativo, pasemos a la carrera en sí, que estuvo bien, en general. La salida se dio con retraso (parece ser que es lo habitual), pero todo transcurrió bien. Los avituallamientos estaban muy bien, completos y bien situados, y se veía bastante organización a lo largo del recorrido. Eché en falta más carteles con los kilómetros a meta restantes, por ejemplo.
Una vez terminada la carrera, yo no tuve que esperar mucho para coger un autobús para bajar al telecabina que nos dejaba en Pradollano. Ahí había comida, entregaban el trofeo (yo personalmente prefiero las medallas) y nos podíamos duchar. Luego también tuve suerte con el autobús para volver al hotel, pero en Facebook he leído que hubo gente que tardó dos horas en bajar a Pradollano y luego tuvieron que esperar bastante para bajar a Granada.

Sobre mi experiencia deportiva puedo decir que tampoco disfruté mucho. No he llegado muy bien a la carrera. Tampoco era un objetivo de los importantes para mí. Solo quería terminarla sin acabar muy tocado, ya que después del verano tengo retos importantes, como el 50k de Washington.
Además, las últimas semanas he estado con un brote de mi artritis y eso me hace estar más cansado y con molestias en algunas articulaciones.
Por lo tanto, y siguiendo mi plan, salí muy conservador, moviendo un rango bajo de vatios y regulando las sensaciones y las pulsaciones. Lo malo fue que antes de salir me empezó a doler la tripa y en el km 7 entré a un bar para tomar un café e ir al baño. Salí más aliviado pero seguí con mal cuerpo todo el día. Eso hizo que no comiera bien y en el km 44, entre la altitud y el cansancio, casi me da un mareo por un principio de pájara pero me salvó que justo había allí un avituallamiento.
Los primeros 10 km son casi llanos. Luego seguí corriendo sin parar hasta el km 18. A partir de ahí alterné otros 5 km el correr con el caminar rápido. Los que corremos trail sabemos que a partir de un punto es más económico caminar rápido que correr, ya que corriendo gastas mucho más y apenas avanzas más rápido.
Hasta el km 40, más o menos, pude seguir andando rápido, pero los últimos km ya me noté que no iba tan bien y empecé a perder velocidad, pero en general me regulé bastante bien, salvo ese bajón que he comentado.
Los últimos km, ya por la pista que antes fue carretera, se me hicieron muy largos y estaba deseando llegar a la meta. Además, el viento soplaba cada vez más fuerte y en las zonas que te daba de cara era duro avanzar. Y por fin ya llegué a la última curva y afronté la última rampa. Objetivo cumplido. Subida al Veleta a la saca. Viendo la clasificación, quedé en el puesto 558 de 706 finishers.
Arriba recogí la mochila, hice un par de fotos y llamé a mi mujer antes de ir a la cola para el autobús de bajada. En Granada y hasta Pradollano había hecho mucho calor, pero arriba, por la altitud, hacía algo de fresco, sobre todo porque había mucho viento. Pero por suerte no hacía frío.
En general puedo resumir que no me ha gustado esta carrera. Quizás el cabreo del sábado ha pesado mucho en mi percepción general de la carrera, pero es que ni siquiera el paisaje lo compensa. Todo el recorrido, sobre todo arriba, es un secarral, no hay montañas bonitas, ni bosques ni nada que te haga detener la marcha para apreciar la belleza del paisaje.
Luego está el cómo venden la carrera con datos no muy veraces. No son 50 km, son unos 48 km (tal vez no llegue). Yo mido la distancia con el potenciómetro Stryd calibrado, no por GPS. Pero incluso a los demás compañeros les salía alrededor de 48 km de distancia, y eso que a la salida nos meten casi un kilómetro y medio extra al dar una vuelta entera al parque de donde se sale (¡qué necesidad!).
Y la meta no está a 3.396 m de altitud ni son 2.800 metros de desnivel positivo. A esa altitud está la cima del Pico Veleta, pero la meta se queda un kilómetro más abajo, en el telesilla Laguna, a 3.300 metros (según los datos de https://es-es.topographic-map.com/maps/d4ag/Pico-del-Veleta/), con lo que el desnivel acumulado desde la salida (670 m) son unos 2.630 m (puede que algunos metros más porque hay dos pequeñas bajaditas en el recorrido pero no los 2.800 que dicen).
No sé por qué en todas partes siguen poniendo que son 50 km y que se sube a 3.400 metros cuando no es así. De todas formas sigue siendo la carrera con la meta más alta de Europa. En 2017 corrí el "Gornergrat-Zermatt ultra maratón" y la meta estaba a casi 3.100 m, más baja que en la Subida al Veleta.
Recogiendo el dorsal.

Primeros kilómetros (con mal cuerpo) y pasando calor.


Casi en meta.

La camiseta Beer Runners Bilbao en lo más alto.

Haciendo cola para el autobús.

Paisaje "lunar" en la cima.