Con la grupetta que hicimos hasta la última vuelta. Yo, con mis 27 maratones hasta este día, soy el más novato de todos. ¡Qué cracks!
Sea por lo que sea, en este maratón hay poca participación y gran parte de los que lo corren son habituales en la línea de salida. Aquí se conoce todo el mundo. Báscones de Ojeda es un pueblo muy pequeño, menos de 150 habitantes, y los participantes repiten muchas veces.
Cuando Lola me habló de él, le comenté que mi abuela materna era de Prádanos de Ojeda, otro pequeño pueblito de la zona, a 15 km de Báscones. Hace casi un siglo muchos habitantes de esta comarca emigraron al País Vasco, sobre todo a Bilbao, y eso se nota porque en verano en estos pueblos gran parte de los habitantes son vascos.
Yo, tras la Subida al Veleta, tenía previsto descansar en agosto, pensando en el 50k de Washington de octubre y en el Maratón de Málaga en diciembre. Pero ya me entró el gusanillo y la semana pasada encontré una habitación libre en el nuevo hostal que ha abierto en Prádanos un matrimonio vizcaino y me inscribí en la carrera (se hace por teléfono de manera personal).
Y así, sin pensar, al más puro estilo de Chema Martínez, me encontré al amanecer del 18 de agosto en Báscones esperando a que Gabriel diera la salida de mi 28º maratón.
Antes de la salida.
A punto de salir. El organizador, Gabriel Ruiz, con su saxofón, con el que da la salida tocando un tema.
Hasta hace un par de años el recorrido alternaba las pistas con la carretera entre Báscones y las localidades de Revilla de Collazos y Collazos de Boedo. Pero, por algún problema con los permisos, el recorrido actual es todo el rato ida y vuelta por una pista parcelaria. Solo se toca asfalto al paso por Báscones y por Collazos de Boedo. Primero se da una vuelta de unos 12 km hasta casi Revilla de Collazos y luego dos vueltas de unos 15 km hasta Collazos de Boedo. Así que correr se hace más duro si cabe que si fuese por asfalto, ya que tienes que mirar dónde pisas, como en un trail, y no te puedes relajar en ese aspecto.
Primeros kilómetros con las sombras alargadas poco después del amanecer. Prácticamente todo el recorrido es por esta pista de grava.
En estos primeros kilómetros hicimos un bonito grupo.
Ya en la primera vuelta nos juntamos un grupito muy majo y fuimos juntos hasta casi terminar la segunda vuelta. Iba bien, pero también veía que iba un poco demasiado rápido para mantener mi estrategia de cansarme lo menos posible. Y eso lo pagué en la tercera vuelta, que me resultó muy dura.
De todas formas disfruté mucho de esos casi 27 km en compañía de otra Lola (de Tarragona), de Xebi Avellana (ironxevi.blogspot.com) y de otro corredor, Javi Sanz (https://coleccionistamaratones.wordpress.com/). Por cierto, yo llevaba la camiseta de mis primeros 25 maratones que he preparado para los maratones de este año con mucha ilusión. Pues bien, cuando la vieron oí que comentaban que a ellos no les cabrían todos sus maratones en una camiseta. Como este maratón es duro, se ve que solo gente con mucha experiencia se atreve a correr aquí. Xevi lleva ya 111 maratones, Lola otro montón y Javi Sanz ya ha completado 122. Total, que yo fardando de 25 maratones en mi camiseta y era de los más pardillos de todos los participantes, je, je. Como anécdota os comento que Xevi me dijo que había leído mi novela del Maratón 42,2 Muerte en Central Park. Se agradece.
Lola, segunda clasificada en mujeres, es quien me dio a conocer esta carrera.
Terminando la segunda vuelta, ya con malas sensaciones.
Ya acabando la segunda vuelta me empecé a descolgar. Xevi se había descolgado poco antes y la Lola de Tarragona se fue para adelante con otros corredores. El no llegar entrenado y no haber regulado mejor el ritmo me estaba pasando factura. Además, el pantalón empezó a escocerme la parte interna de los muslos. Me había pasado lo mismo en la Subida al Veleta, pero allí llevaba vaselina por si acaso y aquí me había echado algo en la salida pero ya no tenía más. Tampoco tenían en los avituallamientos, así que los últimos 15 km empezaron a ser una tortura: cansancio, escozor en el muslo y dolor en una rodilla al cambiar el paso para evitar las rozaduras. Tuve que hacer los últimos 10 km alternando el correr con el caminar.
Al comenzar la tercera vuelta me había alcanzado por detrás la Lola de Madrid, que nos dio una lección de regular el ritmo, ya que nos pasó con mucha convicción y más tarde también pasó a la Lola de Tarragona para hacer en la meta segunda en la clasificación de mujeres detrás de Eva, una ultracorredora guipuzcoana que también había corrido en el Veleta.
Y por fin, tras una última vuelta muy sufrida, llegué a la meta. Entré de la mano con Xevi, con el que me había vuelto a juntar en los últimos kilómetros. ¡Qué ganas de terminar tenía! Bien. Contento por un nuevo maratón, pero preocupado por el dolor de la rodilla, sobre todo pensando en las próximas grandes carreras que me esperan.
Tras la meta, podías ir a ducharte a las casas de algunos vecinos del pueblo (todo el mundo colabora) o a la zona de baños del río. Yo fui al río, con el agua a 14 grados. Dicen que el agua fría es lo mejor para las piernas después de un maratón. Esperemos que así sea.
Cuando llegó el último participante, Gabriel, el organizador, nos fue llamando a todos al podio por categorías. Nos entregaron los diplomas, los trofeos y las galletas y luego ya empezaba la comida popular, con una buena paella de verduras, tortilla de patatas y melón.
En resumen, una carrera gratuita, bien organizada y que se vuelca en los corredores. Y un maratón duro, no apto para gente sin experiencia.
Por cierto, que se me olvidaba. El sábado por la tarde se corrió el medio maratón, que es el más antiguo de España junto con el de Elche. Muchos de los participantes en el maratón corrieron las dos pruebas, y eso que el sábado por la tarde sí que hizo mucho calor. Lo que digo. Un maratón para corredores experimentados.
Ah, se me olvidaba añadir que para muchos correr este maratón es el que te da el título de maratoniano o donde te doctoras en Maratón. Bueno, pues ya tengo el título. Eso sí, con un aprobado raspadito, je, je.
Entrada a meta con Xevi. Él completaba su maratón número 111, yo solo el 28º.
Contentos en la meta.
Así de polvorientos quedaron nuestros pies.
Agotado, tras el bañito en el río.
Todos los participantes pasamos por el podio. Aquí los de la categoría de hombres de 55 a 60 años.
La clasificación. Pocos participantes, pero si sumamos el total de maratones que tenemos entre todos...
Diploma, trofeo y galletas locales.
Una de las paellas que nos comimos.
Y el día anterior, Kike, un compañero de equipo de Beer Runners Bilbao, corrió el medio maratón con mucho calor.