jueves, 6 de junio de 2019

Corriendo en el reino del oso polar: Spitsbergen Marathon’19

En los últimos años he podido correr maratones en lugares extraordinarios, como el Stelvio Marathon, en Tirol del sur (Italia), o el ultra del Gornergrat Zermatt Marathon, en Suiza, quizás dos de los lugares de montaña más espectaculares de Europa. Pero lo que me he encontrado en las Islas Svalbard (Noruega) ha sido un mundo aparte, algo que solo vemos por la televisión y que sobrepasa todas las expectativas que llevaba de ver paisajes salvajes.

Porque solo se puede calificar de salvaje el paisaje ártico. En las islas del archipiélago de Svalbard hasta el pasado s. XX no hubo apenas asentamientos humanos permanentes, y todo lo que hay fuera de las pocas poblaciones de las islas es terreno virgen, un mundo donde la mano del hombre casi no se deja notar, por suerte.
Longyearbyen es la capital del archipiélago. Está situada en la isla de Spitsbergen, la mayor de todas las islas. En esta localidad de poco más de 2.000 habitantes se organiza desde hace 25 años un maratón único. Único porque es el maratón sobre tierra firme más al norte del mundo (luego está el Maratón del Polo Norte, pero no es un maratón al uso); único porque no hay otro maratón donde la organización ponga guardas con rifles por si a algún oso polar le da por comprobar si los corredores somos comestibles; único porque sí, porque a todos los participantes nos lo parece, y ya es suficiente.
Ya conocía la existencia de estas islas, que mucha gente no sabría ni situarlas en el mapa. De hecho, muchos de mis amigos cuando les dije que iba a correr este maratón pensaban que me iba a esa isla del sur que es Islandia, je, je. Pero no recuerdo muy bien cuándo me enteré de que aquí se corre un maratón. Seguramente fue cuando encontré en Internet el fenomenal libro de Jorge González de Matauco, Filípides era vikingo, en cuya portada sale una foto de Svalbard. En este libro, Jorge explica cómo corrió varias carreras por el norte, incluyendo este maratón.
Portada del libro de Jorge.

Un largo viaje
Llegar a Longyearbyen desde Bilbao se hace largo, pero no es tan difícil como pueda parecer porque a su aeropuerto llegan varios vuelos regulares cada día. Nosotros volamos desde Bilbao a Oslo (de donde salen la mayor parte de los vuelos a Svalbard) vía Palma de Mallorca. Era curioso entrar a un avión con gente vestida para la playa mientras llevas zapatos de invierno y un plumífero de montaña. Es lo que tiene la globalización y el empequeñecimiento del mundo que provocan los vuelos comerciales.
Situación de las Islas Svalbard en el mapa.

En Oslo tuvimos que pasar la noche del jueves para tomar el vuelo a Longyearbyen por la mañana del viernes. Esto nos permitió pasar unas horas en la zona portuaria de Oslo, una ciudad muy bonita que habrá que conocer con calma en otra ocasión (su maratón es en septiembre, ahí lo dejo, je, je).
Panorámica del puerto de Oslo.

Ya el viernes, el primer vuelo a Svalbard nos dejó, tras otras 3 horas de viaje con rumbo norte, en Longyearbyen.
Nada más salir del avión, a pleno sol, notas el frío penetrante, ya que tanto el viernes como el sábado, día de la carrera, hubo viento fuerte. La temperatura no estaba mal, 1ºC, pero eso junto al viento hizo que la sensación térmica estuviera cerca de los -10ºC. Por lo menos tuvimos suerte con el tiempo, porque todos los días estuvo despejado. Después, un autobús nos dejó en nuestro hotel, el Coal Miners Cabin (unos antiguos barracones de mineros reconvertidos en hotel), y tras dejar las cosas y comer algo descansé un rato y luego salí a correr un poco para estirar las piernas y comprobar si la ropa elegida para el maratón me iba bien.
Por cierto, en el hotel, al hacer el check-in, compré una chaqueta de lana merino que me pareció muy adecuada para el monte y para correr con mucho frío. Así que, en vez de correr con la chaqueta que llevé desde casa, salí a correr con esta y fue un acierto.
Esta carrerita me sirvió para reconocer el terreno, comprobar que la ropa era adecuada y para sacar unas primeras fotos de lugares curiosos, como el cementerio donde desde hace 70 años no se entierra a nadie, ya que el permafrost, (el suelo congelado todo el año) impide que los cuerpos se descompongan.
Corriendo junto al cementerio.

Tras regresar al hotel, nos abrigamos bien y salimos a ver la localidad, recoger los dorsales y cenar en otro de los hoteles que ofrecía cena especial para la carrera. Como nuestro hotel era el más alejado del centro, teníamos que caminar más de media hora, lo que nos sirvió para comprobar que el viento era realmente fuerte y frío.
Como curiosidad, al recoger los dorsales escuché a dos corredores hablando en castellano.
­—¿De dónde sois? —pregunté.
—De Bilbao —dijo uno de ellos (el otro creo que era sudamericano).
—Anda, si yo también soy de Bilbao.
—Bueno, no soy exactamente de Bilbao, soy de un pueblo lejos, de Ondarroa. (Ondarroa es el pueblo de al lado de Lekeitio).
—¡Coño! Si yo soy medio de Lekeitio —le dije en el euskera de esa zona de la costa vasca.
Y ahí estuvimos un poco hablando en “esa extraña lengua”, como dijo uno de los extranjeros del grupo en el que estaba este chico de Ondarroa, que estaban unos días por la isla haciendo diferentes actividades de montaña y el maratón.
Ya con los dorsales fuimos a cenar (por cierto, probé la carne de ballena) y luego pedimos un taxi para volver al hotel y así evitarnos media hora cuesta arriba con el frío que pegaba.

La carrera
El sábado me levanté, desayuné bien y me preparé para correr en un día muy ventoso. La salida del maratón (dos vueltas al circuito) era a las 10 de la mañana. Luego a las 12 salían los de medio maratón (una vuelta), y a las 13:15 los de la carrera de 10 km, en la que participaba mi hijo Alex, que solo hacía la mitad de una vuelta.
La ropa que elegí para la carrera fue esta: zapatillas de asfalto Saucony Triumph ISO 5; calcetines gruesos de trail; unas mallas cortas finas; unas mallas largas de invierno; crema de calentar en las piernas; camiseta térmica de manga larga (la más abrigada que tengo, la que uso en bici en invierno); mi camiseta de los 25 maratones (pensaba que me podría poner la chaqueta en la cintura a ratos para enseñarla, pero no tuve ocasión, je, je); la chaqueta de lana merino que compré allí; un gorro de invierno; gafas de sol; un buff; guantes de invierno con cubrededos de manopla. La verdad es que acerté con esta ropa. No me sobró nada y tampoco eché en falta más ropa. Solo jugando con levantar o bajar el buff y abrir y cerrar un poco la cremallera de la chaqueta pasé un maratón sin excesivo frío y sin sudar mucho.
Bajamos a la salida (a unos 15 minutos del hotel), pasando frío. Allí todo el mundo esperaba dentro del polideportivo hasta justo la hora de correr, porque el viento era realmente fuerte y desagradable. Finalmente, a las 10 en punto empezamos a correr.
Miembros de la organización poco antes de la salida. Fijaros en el que va en camiseta de manga corta. Debe de ser del centro centro de Bilbao, ji, ji.

En la salida ya se veía que este no es un maratón en el que la gente salga a correr rápido. De los 162 participantes yo salí en primera fila y ya vi quiénes iban un poco por delante, pero tampoco iban a muerte. El primero kilómetro era descendente, pero nadie se puso a mil por hora. En la salida de la parte urbana del pueblo ya empezábamos a correr en dirección este, con el viento en contra, sabiendo que en el giro nos esperaba de espalda. Íbamos por una carretera de grava, rodeados de una zona de marismas con hielo. Esta parte del circuito era la más llana y bonita, y con viento a favor se corría a gusto, pero con viento en contra era una tortura. Más o menos en el km 5 se hacía el giro y dejábamos de luchar contra el viento y el frío hasta el pueblo, donde subíamos hacia la salida para bajar por la zona de la iglesia y coger la carretera al aeropuerto, también con viento a favor. En la zona del aeropuerto, más o menos en el km 15, había otro giro y cogíamos una pista de tierra, con algo de barro, que nos traía de regreso al pueblo por la zona más dura de la carrera, ya que al viento en contra de esta parte se sumaba ahora un terreno malo para correr y, sobre todo, una cuesta de unos tres kilómetros largos.
Yo desde la salida puse un ritmo cómodo y me dediqué a disfrutar lo que se podía de los fantásticos paisajes y a sacar algunas fotos. La ocasión lo merecía. Los avituallamientos estaban bien colocados en el circuito y cada 5 km, más o menos, teníamos agua y bebida isotónica (templada, un detalle) y chocolate y plátanos fríos. Yo llevé mis geles y una barrita y no tuve problemas en cuanto a la comida.
El medio maratón lo pasé en 2:06 (incluyendo las paradas) y empecé la segunda vuelta poco después de la salida del medio maratón. Ahora, como ya sabía lo que me esperaba, pude regular bien los esfuerzos y prepararme mentalmente para la tortura de los kilómetros contra el viento y para la parte final del maratón, que iba a ser la más difícil.
Tras la primera mitad de la segunda vuelta, ya encaré el anteúltimo paso por meta justo cuando salía la carrera de 10 km. Mi giro a la derecha coincidía con su primer giro a la izquierda y desde allí me fueron pasando los corredores más rápidos del 10k. Pensé que antes de meta me alcanzaría mi hijo, pero fue tranquilo y llegó a meta poco después de llegar yo.
Los últimos kilómetros, como ya esperaba, se me hicieron duros por el viento y la cuesta e incluso caminé un poco en ocasiones. De todas formas, en general me encontré muy bien y las sensaciones, sobre todo en los últimos 10 km, fueron mucho mejores que en Milán en abril. Un gran resultado para mi 27º maratón.
Llegué a la meta, en cuesta arriba, muy satisfecho y tras coger una manta esperé a Alex que llegó poco después. Nos cambiamos y regresamos al hotel, a la ducha, antes de comer algo.

Datos de mi carrera:
Tiempo oficial: 4:16:05
Tiempo sin paradas: 4:07:50
Pulsaciones: 133 media, 148 máxima.
Cadencia media: 179
Potencia media: 206
Puesto total: 54º de 143 finishers (162 en la salida, 109 hombres y 53 mujeres)
Puesto categoría (M50-19): 6º de 26 finishers (28 en la salida)

Primer medio maratón 2:06, sin paradas: 2:01
Ritmo: 5:41
Ppm: 133 media
Potencia media: 211

Segundo medio maratón 2:10, sin paradas: 2:07
Ritmo: 5:59
Ppm: 134 media
Potencia media: 200

Recuperación perfecta. Como fui toda la carrera a una intensidad baja, al día siguiente tenía las piernas perfectas, ni rastro de agujetas, ni siquiera al bajar las escaleras del hotel. El pulso también era perfectamente normal el domingo.

Total de participantes:
Maratón: 162
Medio maratón: 239
10k: 152

Archivo del Garmin:

Excursión por la costa
El domingo habíamos reservado una excursión en barco hasta la localidad rusa abandonada de Pyramiden, que hoy es una ciudad fantasma. Pyramiden fue un asentamiento minero soviético en el que vivían más de 1.000 personas. La antigua Unión Soviética cuidaba de los mineros y sus familias y en la ciudad había uno de los mejores hospitales de la URSS, polideportivos, centro cultural, una piscina olímpica y todo tipo de comodidades.
Pero, tras la caída de la URSS y con la crisis en Rusia y la poca rentabilidad que sacaban a las minas de carbón, en 1998 se ordenó abandonar la ciudad, casi de la noche a la mañana, y hoy se pueden ver las casas tal y como las dejaron sus habitantes hace 21 años. Hoy en día unos rusos han abierto un hotel que opera en verano y hay excursiones en barco desde Longyearbyen para visitar la ciudad.
La pena para nosotros es que, debido a que todavía está helada la costa de Pyramiden, el barco no podía acercarse al muelle así que solo vimos la ciudad desde el barco. Para compensarnos, la ruta se alargó por la costa de Spitsbergen, hacia un glaciar, donde sacamos fotos con el teleobjetivo a dos osos polares, y hacia otras zonas de la isla donde anidan aves.
Vista de Pyramiden desde el barco. Fijaos en cuánto hielo hay en el mar. La forma de pirámide de la montaña es la que dio nombre al asentamiento.

Fue una bonita excursión, aunque me queda la pena de no haber pisado Pyramiden para sacar la foto de la única estatua de Lenin que hay fuera de la antigua URSS.
Por la mañana, antes de que nos recogieran para ir al barco, habíamos tenido tiempo de visitar los dos museos que hay en Logyearbyen. Uno dedicado a las islas y la vida en el Ártico, y el otro dedicado a la exploración polar.

Curiosidades y datos de Svalbard
Longyearbyen tiene unos 2.100 habitantes, y es el asentamiento de más de 1.000 habitantes más septentrional del mundo. Es la sede administrativa de Noruega en Svalbard. En el archipiélago hay más osos polares que personas, según dicen. Y estos animales son muy peligrosos para las personas. De hecho, está prohibido salir de las zonas urbanas si no llevas un rifle o vas con un guía armado.
Después de Logyearbyen, la segunda localidad más grande de la isla es Barentsburg, un asentamiento de mineros rusos de 500 habitantes.
Como Logyearbyen está tan al norte (latitud 78,3 N), bien pasado el Círculo Polar Ártico, entre el 26 de octubre y el 15 de febrero hay una noche perpetua, y entre el 20 de abril y 23 de agosto el día dura 24 horas. Sin embargo, al llegar hasta esta zona del Ártico la corriente del Golfo de México, el clima no es tan extremo como en otras localidades de Norteamérica que están más al sur. En Longyearbyen, la temperatura media es de -14ºC durante el invierno y de +6ºC en verano. La temperatura más baja registrada fue de -46,3ºC en marzo de 1986 y la más alta se registró en julio de 1979, 21,3ºC. Y, por cierto, apenas llueve.
El glaciar Autsfonna es el más grande de Noruega, con un frente de 200 kilómetros, y este archipiélago es el tercer casquete de hielo más grande del mundo, después de la Antártida y Groenlandia.
El 27 de febrero de 2008 se inauguró oficialmente el “Banco Internacional de Semillas de Svalbard” financiado por Noruega, Monsanto, el banco Rockefeller y Microsoft. Se le llama también “El Arca de Noé vegetal” o el “banco semillero del día del juicio final”. Es una gran bóveda donde se guardan millones de semillas de los principales cultivos y se preservan así frente a ataques, el cambio climático, etc.
Además, en Logyearbyen está la UNIS (Universitetssenteret på Svalbard), el centro de estudios universitarios más septentrional del mundo. En él hay estudiantes de más de 25 países que cursan estudios sobre geología, geofísica, ingeniería y biología.
Se dice que tal vez los vikingos o quizá los rusos descubrieran Svalbard hacia el siglo XII. Hay relatos escandinavos sobre una tierra conocida como Svalbard (“costa fría”). Fue el neerlandés Willem Barents quien la descubrió en 1596. Durante los siglos XVII y XVIII, las islas sirvieron como base ballenera de holandeses, españoles e ingleses y también desde aquí salieron muchas de las expediciones árticas históricas de principios del s. XX.
En el Tratado de Svalbard del 9 de febrero de 1920, la comunidad internacional reconoció la soberanía noruega de las islas. Noruega se hizo cargo de Svalbard en 1925. Según este Tratado, ciudadanos de los otros países firmantes tienen derecho a explotar los depósitos minerales y otros recursos naturales “en pie de absoluta igualdad”. De aquí surgió Barentsburg, que sigue habitado por rusos, y Pyramiden, que se abandonó en 1998 y que hoy es una ciudad fantasma que se puede visitar (si el hielo permite que el barco llegue). También han explotado los recursos de la isla empresas de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Suecia y los Países Bajos.
Las islas Svalbard están fuera de la Zona Schengen europea y por eso los viajeros no noruegos debemos llevar el pasaporte para entrar. También es una zona libre de impuestos y los precios son más baratos que en el resto de Noruega.

Fotos

Barcos clásicos en el puerto de Oslo.

Antes de cenar en Oslo.

Volando rumbo norte (000) casi todo el viaje.

Nada más aterrizar en Longyearbyen.


Lo primero que ves al salir del aeropuerto es esta señal.

Distancias a varias ciudades del mundo. El Polo Norte está cerca, a unos 1.309 km, más cerca que Oslo (a 2.046 km), por ejemplo.

Una cervecita local para cenar.

Corriendo un poco por el pueblo.


Un recuerdo para mi equipo.

Y otro recuerdo y una ayuda para Amaya en la visibilidad del Síndrome de Tourette.

Clásica foto con la camiseta y el dorsal.

Con uno de los guardas anti osos.

Primeros metros.

La salida.



Paisajes enormes.



Corriendo con los guardas vigilantes.

Bien abrigado.

Esta foto no me la podía perder.

La cuesta más dura del circuito.

Con el puerto al fondo.


Ya en la meta. Contento.

Con Alex.

Una medalla bien bonita.



Esta era la recta de meta, en cuesta arriba. "Heia, heia!" es el grito de ánimo noruego.





Longyearbyen


Renos.

Motos de nieve, muy abundantes.

Ganso.

Antiguas minas.

Un reloj astronómico de sol.


Otra señal de tráfico que no se ve mucho por donde vivimos.

Zapatos a la entrada del polideportivo. Es tradición en la localidad el entrar descalzo a los locales. Viene de cuando se dedicaban a la minería, ya que los zapatos llegaban sucios de carbón.

No se puede entrar al supermercado más al norte del mundo con armas.

Fotos del Museo.

Uno de los barcos históricos de la exploración polar: el Gjoa, el barco con el que Amundsen pasó por primera vez el Paso del Noroeste, en Norteamérica. Detrás el Fram, el barco de Nansen que también usó Amundsen en su exploración exitosa al Polo Sur.

Con Nanook, el oso polar del Coal Miners Cabin.

Vista desde nuestra habitación.





Foto a las 2 de la mañana, en la medianoche solar.

El sol de medianoche.


Paisaje ártico.


Dos osos polares. Seguramente el oso de la derecha es una hembra y el de la izquierda es su cría. El cuerpo negro que se ve debajo del de la derecha debe ser el de una foca que acababan de cazar.



Pyramiden desde el barco.




Una foca a la derecha.

Colonias de aves.

Un zorro y un reno.




Mar helado.

Vista de la isla desde el avión de regreso.

Al fondo la parte sur de la isla de Spitsbergen.






viernes, 24 de mayo de 2019

La comunidad del maratón

Según la RAE, la cuarta acepción de Comunidad es “Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes”.
Cada vez que viajo a un maratón internacional, me siento parte de una comunidad, una comunidad especial, inmensa, que no tiene fronteras, que engloba a todo tipo de personas. Es la comunidad del maratón.
Nueva York es uno de los mayores centros de culto de la comunidad del maratón.

Los miembros de esta comunidad nos hacemos notar en cuanto salimos de casa para viajar al extranjero a un maratón importante. Muchas veces, ya en el mismo aeropuerto vemos señales en ciertas personas que nos dicen claramente “eh, mira, yo soy de la comunidad, y estoy orgulloso de serlo”. ¿Qué señales son estas? Pues muy evidentes. Además de volar con las zapatillas con las que vamos a correr puestas (no vaya a ser que nos pierdan el equipaje), nos gusta vestirnos adecuadamente para la ocasión. Y qué mejor que llevar la camiseta o la gorra de finisher de otro maratón internacional, cuanto más lejano y exótico mejor.
Ya en la ciudad de destino, el centro de culto de nuestra comunidad es la Feria del Corredor. En este edificio, que se convierte en templo durante unos días, nos reunimos todos y procedemos a completar los rituales a los que nos obliga nuestra membresía de la comunidad.
En primer lugar está la vestimenta. Al igual que hemos hecho en el vuelo, a la feria se va con prendas de los demás maratones internacionales que hemos corrido. Y, confesadlo, nos da cierto gusto cuando vemos que alguien se queda mirando el nombre de ese maratón que figura en nuestra sudadera o nuestra camiseta, y nos da cierta envidia cuando nosotros descubrimos maratones deseables en las ropas de los demás.
Otra parte del ritual es sacarnos la foto con el dorsal recién recogido en el photocall de la feria. Esta será una de las fotos que nos apresuraremos a colgar en nuestras redes sociales, a la espera de los mensajes de ánimo de nuestros amigos corredores, a los que hemos dejado muertos de envidia en casa.
Luego estaremos un buen rato paseando por los diferentes stands, donde las marcas, sabedoras de los que los miembros de la comunidad necesitamos, nos harán rascarnos el bolsillo.
Uno de los aspectos más importantes en la Feria, será el descubrir que los maratones internacionales que nos esperan a lo ancho del mundo en los próximos años son infinitos. Saldremos de la Feria con folletos de maratones en lugares que no sabíamos ni que existían: islas paradisíacas, desiertos remotos, selvas esmeraldas,… No hay un rincón del mundo al que no podamos viajar con la excusa de correr un maratón. Y es que, viajar y correr son las dos pasiones de los miembros de la comunidad del maratón.
Más allá de la Feria, y previo a la carrera en sí, otro de los rituales a cumplir es el de cenar pasta rodeados de mesas llenas de gente que cena pasta hablando en todos los idiomas del mundo. Es un placer auténtico el charlar con un desconocido en un idioma que ninguno de los dos dominamos entendiéndonos perfectamente porque resulta que los dos estuvimos el mismo año en un mismo maratón al otro lado del mundo.
En fin. Podría hablar mucho más sobre el orgullo que supone pertenecer a esta comunidad. Un orgullo que se muestra en todo su esplendor el día de la carrera, cuando muchos corremos el maratón con alguna camiseta especial que resalte aún más nuestra condición de miembros destacados del grupo.
Pero lo que más me gusta de mi comunidad del maratón, es su carácter abierto y el optimismo que destila de cara al futuro de la humanidad.
¿Dónde hay una comunidad tan grande de personas tan variadas que se consideren hermanos? Es la magia que tienen los deportas duros practicados por todo el mundo. No estamos compitiendo unos contra otros, estamos sufriendo todos por igual las mismas condiciones, y eso nos une con quien tenemos al lado más que cualquier otra cosa.
Ojalá este tipo de comunidades abarcaran a todas las personas. El mundo sería mejor.

lunes, 20 de mayo de 2019

Medio Maratón Puente Bizkaia

Desde el Maratón de Milán no había vuelto a escribir nada en este blog. Por ninguna razón en especial, simplemente por pereza, he de confesarlo. Así que, a menos ya de dos semanas del próximo maratón (el sábado 1 de junio en Spitsbergen, Noruega), y tras haber corrido ayer el Medio Maratón del Puente Bizkaia, es una buena ocasión para romper el silencio de estas líneas.
Subiendo la cuesta del Museo Marítimo y saludando a Nadia. (Gracias por las fotos)

Voy a empezar haciendo un breve resumen cuantitativo de lo que han dado de sí, en cuanto a entrenamiento, las seis semanas que han pasado desde Milán.

Entrenos desde Milán (7 de abril) hasta el domingo 19 de mayo:

Semana 1: 16 km
Semana 2: 49 km
Semana 3: 54 km
Semana 4: 56 km
Semana 5: 56 km
Semana 6: 73 km

En total he corrido 304 km en estas seis semanas, incluyendo 53 km de trail por montaña en tres salidas. Además, he salido en bici 5 días y he ido al monte 3 días (alguno para reconocer las etapas del reto WOP Challenge al que estamos inscritos un equipo de Beer Runners Bilbao). Más o menos estoy haciendo una media de seis días por semana de actividad física, alternando, como siempre, entrenamientos algo exigentes (tiradas largas, series o trail) con entrenos muy suaves de no más de 40 minutos a pulsaciones muy bajas o salidas en bici sin apretar.
Con ello, la sensación que me da es que estoy bastante bien de forma, sin estar al 100%. Y como las carreras que tengo en el futuro tampoco tengo previsto correrlas al 100%, pues estoy contento, ya que tengo la forma y salud necesarias para correr, más o menos seguidas, carreras exigentes: Maratón de Spitsbergen el 1 de junio, la Subida al Veleta el 4 de agosto, el 50k del Maratón de los Marines en Washington el 27 de octubre y el Maratón de Málaga el 15 de diciembre. Por supuesto, entre estas carreras que son objetivos importantes, habrá otras carreras más cortas.

Medio Maratón Puente Bizkaia
Como colofón a estas seis semanas desde Milán, y tomándolo como un test de forma de cara al maratón del 1 de junio, ayer domingo corrí por primera vez este bonito medio maratón que discurre por las carreteras en las que suelo entrenar todas las semanas.
En un principio, este año tocaba salida en Las Arenas y llegada a Portugalete, pero por un evento cultural de la margen izquierda, al final se cambió el sentido de la carrera. Así que teníamos las cuestas en la primera parte y los kilómetros más llanos al final. Casi mejor así.
Mi plan para la carrera era establecer un objetivo de vatios mantenibles, según mi umbral de vatios rFTP, y aguantarlo hasta el km 15 para luego intentar meter un punto más de velocidad.
El 3 de mayo hice un test en pista, según el protocolo de Stryd, para determinar mi umbral tras los entrenos de abril. Además, unos días después hice una nueva prueba de esfuerzo en Senkirol, para ver que la salud me aguantaba y para tratar de determinar en la cinta el umbral con el protocolo del Dr. Joseba Barron.
Para la prueba del 3 de mayo seguí el protocolo anterior de Stryd, primero la seria corta de 1.200 m y luego la larga de 2.400 m, en lugar de al revés según el nuevo protocolo (como hice el 15 de marzo y que me sobreestimó la potencia mantenible y luego me condujo a desfondarme un poco en Milán, como expliqué en la entrada anterior en este blog).
Con el protocolo antiguo, el 3 de mayo me salió un umbral de 244 w (en lugar de 255 w del 15 de marzo). Mejoraba el de la prueba de diciembre (237 w) y la sensación que me daba es que estaba más fuerte.
En la prueba en cinta en Senkirol, con la potencia de mi Stryd (que marca menos vatios que el Garmin que usa Joseba) me salió el umbral en torno a los 250 w, en 140 ppm.
Para no caer en la sobrevaloración del dato, a la hora de elegir la potencia a seguir en el medio maratón, elegí el umbral de 244 w, por lo que el dato que me puse como objetivo mantenible en la carrera iba a ser de unos 230 w.

La carrera
El domingo salió un día muy malo, con viento del NW que nos iba a dar de cara en la segunda mitad de la carrera, y con chaparrones que a la altura de Elorrieta me dejaron bastante frío, sobre todo en las manos (menos mal que no me quité la camiseta térmica interior).
Tras la foto del equipo Beer Runners Bilbao delante del Puente Bizkaia, fuimos a la salida y empezamos a correr, al principio sin lluvia, incluso con sensación de calor al tener el viento a favor.
Yo salí junto a Noe, que iba de liebre de 1:45, con la idea de que no me alcanzara, pues me había puesto como objetivo terminar en torno a 1:42. Al de poco de salir, y tras superar la zona estrecha del comienzo que hacía incómodo correr, afrontamos la primera subida y luego ya empecé a mirar los vatios y el pulso para estabilizarme en el ritmo que quería seguir.
Pasaban los kilómetros y más o menos iba viendo los 230 w o poco más, y un pulso algo por encima del umbral que me había dado en la prueba de esfuerzo. Las sensaciones eran buenas, así que no traté de bajar de ritmo. Tenía justo detrás de mí a un grupo de un club que iban hablando de vez en cuando, y sus zancadas y lo que hablaban me marcaban el ritmo para mantenerme justo delante de ellos todo el tiempo, sin acelerones.
Al llegar a Bilbao, teníamos las dos últimas cuestas, la del Museo Marítimo y la de Sarriko. En estas cuestas yo perdía algunos metros con los que iban conmigo, ya que yo seguía buscando los vatios, y así no me cebaba en mantener la velocidad. Después de las cuestas, enseguida volvía a mi ritmo y velocidad de llano.
Saliendo de Bilbao empezó a llover fuerte, justo donde ya nos daba más el viento de cara, lo que hacía muy incómodo correr. Por Deusto alcancé a un grupo y aproveché unos minutos para ponerme a rueda de ellos y resguardarme un poco del viento (en el mejor estilo ciclista que aún mantengo).
Luego, como nunca me ha gustado ser un chuparuedas, ya pasé a la parte delantera y poco a poco algunos nos fuimos para adelante. Aquí ya empecé a acelerar un poco buscando subir algo los vatios. Veía que iba bien y quería probar.
En el km 15 me tomé un gel, más como precaución que por necesidad, y seguí apretando y pasando a algunos corredores. Poco después, un corredor con un chubasquero amarillo se me puso a la par y aunque escuchaba que por su respiración iba más justo que yo, no lograba despegarme de él. Cada vez que yo apretaba un poco, él se mantenía a mi par. Lo mismo cuando bajaba un poco el ritmo. Estaba claro que me había elegido de liebre, je, je.
Como yo iba bien, empecé a jugar a las carreras con él y a falta de unos 3 km para la meta, hice como que yo no podía más y bajé el ritmo lo suficiente como para que él se pusiera delante. Me puse a rueda y recuperé un rato. Luego cambié el ritmo de nuevo y por fin le dejé atrás.
Iba viendo que mi marca iba a estar cerca de 1:40 y eso me animó. Ya no iba a bajar el ritmo. El pulso lo llevaba alto, a 155-157 ppm, pero lo iba aguantando. Los vatios ya iban por encima de 240, pero iba bien.
A falta de 1,5 km, el de amarillo me alcanzó de nuevo. Bien por él. No se quería rendir. Seguí tirando y cuando nos quedaban unos 400 metros le dije que podíamos bajar de 1:40 para animarle a un último esfuerzo. Ya metí todo lo que me quedaba pero él no pudo seguirme. Al final pasé el arco de meta con un tiempo oficial de 1:40:11, a 4:45 de media, en el puesto 263 de 683. Muy satisfecho.
Tras recuperar el aire, cogí la bolsa del avituallamiento y me dirigí a pasar cuanto antes el puente para coger la bolsa de ropa y poder ducharme pronto, porque llovía y hacía viento y enseguida empecé a quedarme helado.

Datos de mi carrera:
Km
Ritmo medio
Potencia media
Pulso medio
Cadencia media
Total
4:45
237,5
147
184
0 – 15 km
4:49
235
145
183
15 – meta
4:35
243
151
187
Últimos 2 km
4:31
245
154
188
Último km
4:26
249
155
189

Como veis, logré ir a más incluso a más vatios de lo que quería hacer. Esto me indica que tal vez mi umbral de vatios puede que está más cerca de los 250 w que marqué en la prueba de esfuerzo que de los 244 w del test en pista.
Buenas noticias para disfrutar el 1 de junio en el maratón, al que voy solo a completarlo.

Los Beer Runners Bilbao
Estuvimos unos cuantos en la carrera, y eso que un grupo había ido a la Media de Santoña. Para algunos ayer fue su primer medio maratón, y lo acabaron con buena nota. Salvo Sandra, que lo pasó muy mal y se retiró, los demás corrimos más o menos en los tiempos esperados. Y no faltaron compañeros en el recorrido animando y sacando fotos.
Muchas gracias a todos. Lástima que por el frío y las prisas al terminar solo pude estar con Vero y no vi a los demás.


Ánimo Sandra. A recuperar.









Con el de amarillo en los últimos kilómetros.

Gracias por las fotos a Nadia, Itzi y Juantxu.