jueves, 2 de octubre de 2014

Del km 3 al km 5 de Nueva York.

A un mes exacto de la gran cita con la que más de 50.000 personas llevan soñando desde hace meses, os sigo poniendo aquí extractos de mi novela en la que el protagonista corre, por fin, el Maratón de Nueva York.
Hoy toca del km 3 al km 5. Unos kilómetros para calentar, para despertarse, para seguir soñando y para descubrir, por fin, qué significa correr allí.

Km 3
Poco después de completar los primeros tres kilómetros, y tras haber dejado atrás el fantástico paso en la intimidad por el Puente Verrazano-Narrows, la entrada a las calles de Brooklyn nos recibe a todos los corredores en una orgía de placer, de música, de gritos, de ánimos y de pasión desbordante. Las primeras notas que llegan a nuestros oídos mientras nos acercamos a los primeros grupos musicales que a partir de ahora jalonarán los cuarenta y dos kilómetros de la carrera estallan en nuestros sentidos como un orgasmo inevitable.
La gente, al igual que todos los que corremos, se vuelve loca según llega el maratón a las calles de Nueva York, a las calles de Brooklyn, y es imposible agradecer a todos sus gritos de ánimo, sus aplausos y la energía que nos transmiten. 
Km 4
Tras girar en la calle 92 hacia la derecha, entro poco antes del kilómetro 4 en la larga y casi interminable 4ª Avenida, que me hará avanzar unos cuantos kilómetros hacia el norte casi en línea recta. Aún estoy con el shock que supone pasar de la soledad del puente Verrazano-Narrows a la algarabía de estas primeras manzanas por Brooklyn y de los primeros minutos rodeado de aplausos, público, música y animación, y casi no puedo recuperarme de tanta emoción porque la sensación de éxtasis total sigue plenamente vigente en mi cabeza.
Las piernas corren solas ahora y empiezo a quitarme de encima el frío de la mañana que me ha inundado el cuerpo mientras esperaba la hora de la salida en Fort Wadsworth, por lo que me desprendo del fino chubasquero con el que he empezado la carrera y que no me hará falta hasta dentro de unas horas, cuando cruce la meta en Central Park.
Y este gesto, el de quitarme el chubasquero, hace que sea visible para el público mi camiseta con mi nombre impreso en ella. Y llega la emoción de sentir cientos de voces animándome por mi nombre en las calles de Nueva York, algo con lo que soñaba desde hacía meses y por lo que merece la pena pasar por todo lo que he pasado para correr esta carrera.
Km 5
El kilómetro 5 de un maratón es como la primera boya a la que hay que dar la vuelta en una regata. Sirve para comprobar el ritmo medio al que estás corriendo y sirve para recordarte que debes empezar a beber cada cinco kilómetros para no tener más tarde problemas físicos. (…)
Esta zona de Brooklyn parece muy agradable para vivir. Las casas son bajas, como las de una ciudad normal europea, la calle es ancha y el ambiente de la gente que nos anima desde los diferentes portales es fantástico. Dan ganas de pararse y charlar un rato con estas personas, sobre todo con las que nos animan con música desde algunos portales que tienen un pequeño jardín a la entrada. ¡Qué diferentes son los barrios de Nueva York! ¡Qué diversidad puede llegar a haber en esta ciudad!
También somos muy diferentes todos los que estamos corriendo hoy aquí. Miro alrededor y veo gente de todas las edades, de todos los países, de todas las razas. Pero hoy todos corremos unidos en un único objetivo, que no es otro sino disfrutar de algo único en el mundo, de sentir esto tan fuerte que estamos sintiendo todos hoy, seamos de donde seamos, seamos como seamos. Y todas estas sensaciones nos llegan tan profundamente al fondo de nuestro ser que, apenas recorridos estos breves kilómetros de la carrera, estoy seguro de que todos nosotros ya solo pensamos en que ojalá podamos repetir esta experiencia más veces en lo que nos resta de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario