miércoles, 15 de abril de 2020

Corriendo libre


Un relato trailero en tiempos de confinamiento.

Corriendo libre

Cierro los ojos y escucho las campanas del infierno de AC&DC retumbando por los altavoces. La voz del speaker nos arenga en alemán para que saltemos y aplaudamos en un último calentamiento y, por fin, el cañonazo que da inicio a la carrera nos libera de nuestras ataduras a la civilización. Corro por las calles de Prato allo Stelvio entre los gritos de la gente y enseguida entramos en una pista por la que correremos atravesando algunos de los pueblos del valle en esta primera parte fácil de la carrera.
Es curioso cómo, entre montañas tan altas y escarpadas, los valles aquí son tan llanos. Y esto permite que los primeros quince kilómetros de este maratón sean muy llevaderos para los corredores. Aunque eso es a su vez un arma de doble filo. La tentación de correr ahora rápido pensando en tener un colchón de minutos para mitigar los que vamos a perder después, en la montaña, es grande. Pero acelerar ahora, bien lo deberíamos saber todos, es comprar todos los boletos para tener un desfallecimiento en la parte final de la carrera, la parte más dura. Así que decido ser prudente y elijo correr estos kilómetros a un ritmo tranquilo, disfrutando de la preciosa mañana que tenemos, del entorno del valle y ahorrando unas fuerzas que me van a hacer falta allá arriba, a casi 3 000 metros de altitud.
La pista va cambiando de características y pasamos de correr sobre tierra, a correr sobre hierba o sobre asfalto a tramos. Algunos puentes nos van pasando de una margen a otra del río que atraviesa el valle, y poco a poco vamos completando este primer bucle para regresar de nuevo a la línea de salida en Prato. Pero ahora, a partir de aquí, se acabó el terreno llano. Dejamos definitivamente la benevolencia del valle y empezamos un largo ascenso que nos habrá de llevar de los  800 metros de altitud a los casi 2 800 en la cima del Stelvio, el puerto de montaña más bonito del mundo y el segundo más alto de los Alpes. Salvo los últimos siete kilómetros, que transcurren por las últimas veinticinco de las cuarenta y ocho famosas curvas de herradura, las tornanti, el terreno es de montaña, una montaña civilizada en la parte más baja, y una montaña salvaje a medida que ganemos altitud y nos internemos en las laderas de los montes que rascan el cielo azul a casi 4 000 metros sobre el mar.
Pero aún queda mucho para llegar allí. Por ahora, al dejar Prato, afronto un sendero que me hará subir durante unos cuatro kilómetros. Intento correr manteniendo un ritmo soportable, pero los que, como yo, no somos Kilian no podemos correr demasiado tiempo cuesta arriba cuando sabemos que nos queda más de medio maratón por delante, y además lo más duro. Así que, paso de correr despacio a caminar rápido mientras la pendiente es dura. Y no soy el único. El sendero, a ratos pista, es magnífico en su belleza, internándose por bosques intercalados con algunos prados.
Un buen rato después, la pendiente suaviza e incluso viene un ligero descenso de un par de kilómetros en los que podemos hacer un pequeño grupo de corredores bien avenidos que vamos en fila jugando a hacer lo que haga el primero. Si él salta una piedra, todos la saltamos; si decide rodear otra, todos la rodeamos; si él se tiene que agarrar a una rama, todos la agarramos;… Y así llegamos al pueblo que da nombre al puerto, Stelvio. Una pequeña aldea donde está el hotel en el que estoy alojado estos días. Al paso por el pueblo, tras un avituallamiento, el personal del hotel nos aplaude junto a otros vecinos justo antes de tomar un nuevo sendero y empezar la parte más complicada de toda la carrera. Tenemos ahora por delante diez kilómetros en los que pasaremos de los 1 300 a los 2 500 metros por un terreno cada vez más escarpado y para el que calculo que necesitaré casi un par de horas, pues poco podré correr en ese terreno.
Empiezo, por tanto, el sendero empinado caminando lo más rápido que puedo. De vez en cuando alcanzo a otros corredores (andadores) y nos animamos con algún gesto y algunas miradas silenciosas y cómplices. El paisaje se vuelve más y más salvaje y hermoso a medida que gano altura. Van quedando abajo los rastros de la humanidad que trata de domesticar a la montaña y cada vez son menos visibles, salvo por la senda que seguimos, las huellas de la civilización. Y por eso, pese a que físicamente el esfuerzo es brutal por la pendiente y la dificultad del terreno, la emoción es grande y el espíritu rebosa de sentimientos plenos de satisfacción. ¡Ah! Qué bellas son siempre las montañas.
El paso del tiempo discurre con lentitud y los kilómetros que señalan mi reloj no parecen tampoco incrementarse. Pero poco a poco voy avanzando, voy subiendo. Siempre subiendo. El sendero da paso a una pista que atraviesa prados verdes bajo el cielo azul. Prados verdes que son interrumpidos más arriba por paredes rocosas, grises y negras, a las que me voy acercando. ¿Pasará por allí la carrera? No puede ser. Pero al fondo veo algunos puntos de colores que, al fijarme bien, resultan ser corredores que se mueven despacio entre las rocas. Así que la respuesta es que sí, que sí que pasa la carrera por allá arriba.
Un rato después, soy yo uno de esos puntos de colores que verán desde abajo los que aún no han llegado hasta aquí, que no son muchos. El sendero, técnico y empinado, me obliga a veces a usar las manos para avanzar entre las rocas. Solo de vez en cuando, algún tramo de la senda se limpia y se suaviza un poco la pendiente como para permitirme correr aunque solo sean unos pocos pasos. Los suficientes para relajar un poco la espalda y para recordar que estoy en una carrera de trail y no en una marcha montañera. Aunque, la verdad, en algunos de los lugares en los que la pendiente me dejaría correr, no me atrevo a hacerlo porque un mal pie me podría hacer caer por la ladera del monte, demasiado empinada y despejada como para poder detenerme a tiempo si eso ocurriera. Además, una caída ahora por esa ladera podría ser peligrosa, porque no tengo a nadie por detrás que pudiera ayudarme o al menos verme caer. Sería como desaparecer del mundo en un discreto mutis por el foro en un escenario digno del mejor teatro griego.
Tras otro largo rato veo al fondo un puesto de avituallamiento. Miro el reloj y veo que debo de estar llegando al final de la cuesta. Dos horas. Justo lo que había calculado que me llevarían estos diez duros y hermosos kilómetros. Alcanzo el avituallamiento y mientras como y bebo algo, mis ojos se inundan de uno de los paisajes más maravillosos que he visto nunca. Por arriba, altas montañas me muestran sus neveros y sus glaciares flanqueados por picos altivos. Más abajo los bosques hacen de transición a los prados que los habitantes del valle mantienen para su ganado. Y entre algunos árboles se aprecia a ratos la mítica carretera que sube al puerto y con la que nos juntaremos en breve, al pasar al otro lado de la ladera por la que troto ahora tras el descanso.
Tras una breve pista que ya empieza a descender de manera suave, tomo un sendero que en una bajada técnica y revirada de unos tres kilómetros nos dejará en la curva número veinticinco del puerto. Como ya tenía ganas de correr, después de la larga subida anterior caminando penosamente, bajo corriendo lo más rápido que puedo por el sendero. Incluso adelanto a varios corredores que, más fatigados o más prudentes, prefieren ralentizar su paso y no arriesgarse a un mal tropiezo. Pero yo me crezco y con pasos cortos pero decididos voy salvando los obstáculos que el terreno ofrece y en pocos minutos llego al asfalto que ya no abandonaré hasta la meta a 2 760 metros de altitud, siete kilómetros más arriba.
Comienzo a correr cuesta arriba. No es tan dura ni tan difícil como la larga subida anterior por la montaña, pero la altitud y la fatiga me dicen que es mejor caminar de nuevo rápido que correr. Y, como prueba de ello, cada vez que intento correr algo, el pulso se acelera y la sensación de fatiga crece, pero la velocidad apenas cambia, por lo que decido andar muy rápido y no correr. Poco a poco voy avanzando de curva en curva adelantando incluso a varios corredores. Solo me detengo en ocasiones para estirar la espalda y relajar los lumbares, que se quejan de tanto tiempo de ir agachados.
A un par de kilómetros de la meta, en una recta, veo a un fotógrafo que espera a que pasemos a su lado. Ahora sí que corro. El orgullo siempre da alas y prefiero tener una foto corriendo por el Stelvio que una caminando. El lugar es inmejorable para la foto, como comprobaré más tarde al verla, pues el paisaje del fondo es magnífico. ¡Qué suerte hemos tenido con el tiempo! Me recuerdo ahora corriendo en otro trail el año pasado bajo un Cervino que no se dejó ver en todo el día, siempre oculto tras las nubes. Hoy el sol nos acompaña y me permite gozar de esta naturaleza increíble.
Por fin, giro a la izquierda en la tornante número uno y pronto veo los restaurantes de la cima del puerto. El público anima a los corredores y decido correr el tramo que me resta hasta la meta, que no está en la cima del puerto, sino un poco más arriba, tras unos centenares de metros de pista que nos dan de propina.
Y me acerco a la meta, feliz. El cronómetro marca más de seis horas y media. Lo que había calculado. Un último esfuerzo y cruzo la línea de llegada con los brazos en alto. Por supuesto, no he ganado. No gano nunca. Eso es lo de menos. Pero he conquistado el duro recorrido con mi esfuerzo, mi ambición y mi determinación. Miro a mi alrededor. Es difícil estar en medio de tanta belleza sintiendo tanta felicidad y satisfacción. En carreras como esta, siempre me da lástima llegar a la meta y que se acabe la catarata de sensaciones que he estado viviendo desde antes incluso de empezar a correr, aunque al mismo tiempo sea un alivio y un descanso para el cuerpo poder parar.

Y abro, por fin, los ojos y me quito el sudor con la toalla. Nunca cuarenta minutos de carrera en una cinta entre cuatro paredes y en medio del confinamiento me han proporcionado tanta libertad.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Un maratoniano en tiempos de confinamiento

Vivimos unas semanas (o meses) complicados. Complicados para todo el mundo, sin excepción. Es difícil pensar que a nadie le afecta esto. Es cierto que unos lo pasarán mejor que otros, pero nadie lo va a pasar bien.
Para los que somos deportistas habituales, se nos hace duro ver cómo nuestras carreras se han ido cancelando o aplazando, y cómo ahora no podemos ni siquiera salir a la calle a entrenar. La libertad individual es el bien mayor que ha conquistado la humanidad, por lo menos en los países de nuestro entorno (porque no en todo el mundo la gente goza de completa libertad de movimientos).
Por eso, para nosotros es muy duro tener que quedarnos en casa por obligación, mientras fuera la primavera se asoma y el buen tiempo empieza a ser más habitual.
¿Y qué podemos hacer? Pues, en mi opinión, poco más que aceptar que las cosas son así, que no dependen de nosotros y que no sabemos cuándo volveremos a la normalidad. Todo lo que no sea aceptar la nueva realidad y adaptarnos cuanto antes será perder el tiempo. Sí, ya sé que ahora muchos tenemos más tiempo, pero es inútil perderlo en lamentaciones pudiendo aprovecharlo para mantenernos optimistas.
No soy nadie para dar consejos, ni sobre cómo entrenar estos días ni sobre cómo mantenernos con ánimo. Para ello hay entrenadores y psicólogos especialistas. Yo solo os voy a contar aquí lo que yo estoy haciendo.

Entrenamiento:
Pues mi opción en este tema es no entrenar. No entrenar porque nuestros objetivos o se han aplazado o se han cancelado y, sobre todo, porque la mayoría no podemos entrenar, propiamente dicho. Por supuesto que tenemos que intentar hacer ejercicio. Estiramientos, trabajo de fuerza con el propio peso del cuerpo o con lo que tengamos a mano, ejercicio de cardio en la medida que podamos, etc.
Algunos afortunados tienen jardín en su casa, así que pueden correr algo. Otros, también afortunados, disponen de rodillo para la bici o una cinta de correr. No es lo mismo que correr fuera o que salir en bici pero sirve para mantener el tono. Otros afortunados tenemos un pasillo de 15 metros. Y muchos no tienen ni eso.
Yo estoy haciendo un poco de gimnasia y cada dos días he empezado a correr aunque sea media hora por el pasillo, empalmando la habitación, el pasillo y la cocina. No veo buena idea el estar mucho tiempo corriendo por un lugar pequeño, con un paso que no es el nuestro y con giros complicados. Eso solo conduce a lesiones. Con media hora ya está bien.
Mentalmente he aceptado la situación como si me hubiera lesionado y el médico me hubiera dicho que tengo que estar quieto un mes y que luego ya iremos viendo.
Además, aunque muchos no lo crean, estar unas semanas casi parados nos viene bien físicamente. Si somos de los que corremos bastantes carreras a lo largo de año, aunque estemos en forma estamos también sometiendo al cuerpo a pequeñas palizas semanales. Un tiempo de recuperación al ralentí va a mejorar mucho nuestras defensas y los valores analíticos van a normalizarse. Y si algún músculo o tendón se estaba quejando un poco, ahora se va a recuperar del todo. Así que tampoco me preocupo mucho de no entrenar.
¡Ah! y una última cosa que procuro hacer. Ya que mi actividad física es baja, procuro no comer demasiado. Engordar es mucho más fácil que adelgazar.

Mentalidad:
Los maratonianos (y los deportistas de fondo en general) teóricamente debemos estar preparados para afrontar malos momentos. Es raro que alguien que haya corrido varios maratones no haya tenido muchos momentos de sufrimiento.
Un truco que he aprendido en la vida y en mis maratones para superar malos momentos es el de saber que todo tiene un final. Todo llega y todo pasa. Cuando estamos preparando con ilusión un viaje, no vemos el momento de iniciarlo. Luego mientras lo disfrutamos el tiempo pasa rápido y para cuando nos damos cuenta ese viaje es un bonito recuerdo.
Lo mismo pasa con los malos momentos. Para cuando nos damos cuenta, quedan en el recuerdo como una experiencia más, de la que habremos aprendido algo, si somos inteligentes. Incluso podemos salir más fuertes, si somos resilientes, que no es lo mismo que resistentes.
Yo en los momentos malos suelo pensar en cómo contaré a los demás el discurrir de esos momentos malos. Incluso antes de saber de qué manera voy a salir de ellos. Mientra sufro, voy pensando en las palabras y las frases con las que contaré todo lo que me pasó, con los detalles. Tened por seguro que en breve estaremos contándonos anécdotas de estas semanas de confinamiento. El tiempo pasa rápido, demasiado rápido a partir de una edad, por desgracia.
Así que, si sabemos que esta situación va a pasar, pues solo debemos esperar a que pase. No hay que contar los días que llevamos así, ya que no sabemos cuánto tiempo va a durar. Es mejor ir pasando los días lo mejor que podamos, haciendo lo que tenemos que hacer cada día y buscando distracciones o actividades que nos hagan pasar el día sin contratiempos.
Yo estos días, además del tiempo que le dedico a mi labor docente en la Universidad (aunque sea a distancia), aprovecho para leer, estar en contacto con amigos y familiares (las tecnologías nos ayudan mucho), ver alguna película, y cosas así. Tengo la suerte de que estar tumbado en el sofá sin hacer nada sea una de mis actividades favoritas.
Otro truco que me mantiene ocupado y con la moral alta es el de planificar mis próximas carreras o viajes. Incluso aunque no los vaya a realizar nunca.
El Maratón de Rotterdam era mi primer maratón del año. Iba a ser el 5 de abril, pero se ha aplazado a octubre. He tenido suerte y KLM me ha dado un bono por el importe del vuelo, así que no pierdo el dinero.
Mi siguiente maratón iba a ser el 7 de junio en las Islas Feroe. Aún no se ha cancelado y me queda la esperanza de poder correrlo, aunque llegue muy poco entrenado. Pero mi cabeza ya ha asimilado la posiblidad de que se cancele o aplace también. Lo que sea será. Ya viví la cancelación del Maratón de Nueva York en 2012 por el huracán Sandy y tampoco pude viajar en 2010 a la Amstel God Race cicloturista por el volcán islandés Eyjafjallajökull. Así que no es una situación nueva para mí. He aprendido a aceptar este tipo de cosas.
Así que, aunque sea de manera virtual, ya estoy empezando a mirar cómo queda el calendario de maratones a partir del verano para elegir los que me gustaría correr.
Voy a tener mucho donde elegir. A los habituales de esos meses se suman ahora Rotterdam y otras carreras aplazadas. Por ahora solo los estoy mirando por encima. Rótterdam, Ámsterdam, Atenas,... Todos me llaman la atención. Pero aunque no los corra, es un buen ejercicio mental el elegir carreras, mirar el calendario, ver si encajan con mis obligaciones, ver horarios de vuelos, vuelos que tal vez no coja nunca, etc.
Esto me mantiene no solo ocupado, sino que me mantiene con ilusión.

lunes, 9 de marzo de 2020

Duatlón de Portugalete-Ballonti. Vamos mejorando

Tercer duatlón de la temporada y voy mejorando poco a poco. A este paso, calculo que en unos 30 o 40 años estaré disputando la victoria, je, je.

Negociando una curva, bajo la atenta mirada de Raúl y de Carlos.

A diferencia de los dos anteriores, este ha sido por la mañana, cosa que me gusta mucho más. Tuvimos mucha suerte con el tiempo, porque entre varios días de lluvia, el domingo hizo un día muy aceptable, sin lluvia y sin viento. Esta vez del Munay solo estuvimos Vero y yo, con la compañía de Koro Lasa, que nunca falta.
La semana anterior había metido bastantes entrenamientos y, además, en la bici, por un fallo de logística, hice tres horas sin las plantillas en las zapatillas, lo que me causó ligeras (esperemos) molestias en mi rodilla mala. Así que, esta semana he descansado y solo he hecho un día de 7 km suaves y una tirada larga muy buena de 27,5 km el viernes, además de dos sesiones de gimnasio para fortalecer la rodilla. El sábado descansé y el domingo me encontré muy bien, listo para el duatlón.
Calentamos dando una vuelta al circuito y a la salida, con ilusión.
Esta vez la salida del primer sector era en llano seguido de una ligera bajada, con lo que pude correr “rápido” (a 4:17 el primer km) sin ahogarme demasiado. En vez de tirar fuerte tratando de seguir al grupo, me lo tomé con algo más de calma procurando regularme mejor para los 5 km. De todas formas, como en Mungia, enseguida me quedé el anteúltimo, pero sin preocuparme demasiado. Antes de terminar, adelanté a otro corredor, que había “atajado” en una curva y el juez le hizo retroceder para pasarla de nuevo correctamente. Luego nos batiríamos el cobre en los siguientes sectores.


Dura pelea con Claudio, je, je.

Llegué a la transición no tan asfixiado como en Erandio y Mungia, pese a haber ido algo más rápido. Cogí la bici y sin apretar las cintas de las zapatillas corrí hasta la salida y ya montado terminé de atarlas bien. El circuito empezaba con una bajada muy rápida en la que ya pasé a algún participante, y luego nos metíamos en una vía rápida a la que había que dar dos vueltas, con dos subidas a la zona de salida en la que se clavaba mucho la bici. Al terminar la bajada rápida, entré demasiado rápido a la última curva y frené por los pelos. Luego ya empecé a regularme y entre la dura subida que me favorecía y algún otro tramo logré pasar a unos cuantos corredores. En este sector mantuve una buena lucha con el corredor al que había pasado por su error anterior, un tío muy fuerte en bici, aunque al final llegamos casi juntos a la segunda transición, él un poco por delante de mí.
Para intentar perder el menor tiempo posible, esta vez hice como los buenos, y me bajé de la bici ya descalzo dejando las zapatillas en los pedales. Salí de la transición cansado, pero me fui encontrando cada vez mejor corriendo. Ya vi que por detrás no me cogían y por delante logré pasar al corredor anterior. Ya llegando a la meta alcancé a dos chicas, una se quedó un poco y cuando ya iba a relajarme para que la otra entrara en meta antes que yo, miré atrás y vi que venían dos corredores rápido, así que esprinté a tope para no perder el puesto que tanto me había costado conseguir.
Acabé muy satisfecho. He mejorado bastante, puesto que de hacer en los dos duatlones anteriores el 8º por la cola de 170 corredores, esta vez he hecho el 12º por la cola de solo 121, además de no terminar tan asfixiado y de acabar a menos tiempo del ganador. En total empleé 1:15:28 (casi lo mismo que en Mungia) para terminar el duatlón, a casi 19:31 del ganador (me voy acercando, je, je), y a 14:57 del primero de mi categoría V2M.
Después, vimos a Koro recoger su copa de primera de su categoría y nos tomamos una cerveza antes de volver para casa. Una buena mañana.

Datos:
Puesto 110 de 121
8º de 11 de mi categoría V2M.
A 19:31 del ganador absoluto.
A 14:57 del ganador de V2M.

Primer sector:
En 21:45 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:40 de media.
Según la clasificación en 21:38.
250 vatios de media. 188 cadencia. 146 ppm media. 152 ppm máxima.
Puesto en el sector: 122 de 123.

Segundo sector (bici):
En 37:33 según mi reloj montado en la bici. A 30,4 Km/h de media. 143 ppm media. 152 ppm máxima.
Según la clasificación en 40:15 a 26,83 km/h (incluye transición).
Puesto en el sector: 107 de 121.

Tercer sector:
En 13:37 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:51 de media.
Según la clasificación en 13:35.
241 vatios de media. 189 cadencia. 142 ppm media. 150 ppm máxima.
Puesto en el sector: 109 de 121.

Evolución en los 3 duatlones:

Ritmo sector 1
Pulso sector 1
Potencia sector 1
Velocidad sector 2
Pulso sector 2
Ritmo sector 3
Pulso sector 3
Potencia sector 3
Erandio
4:43
147
248
32,0
147
4:56
143
235
Mungia
4:46
145
244
29,1
140
4:56
137
233
Portu
4:40
146
250
30,4
143
4:51
142
241

 Con los amigos de la S.C. Bilbaina antes de salir.


 Muerto, pero sonriendo (casi) siempre.

Ya en la meta. Buen trabajo.








lunes, 2 de marzo de 2020

¿Por qué llamamos "meta" a la llegada de una carrera?

Cuando era un crío, en EGB, en la Ikastola Lauro tuve un profesor de Lengua y Literatura que me hizo amar las palabras y los libros. Era Angel Zelaieta, un escritor vasco. Si no recuerdo mal, fue él quien nos habló de la etimología de la palabra “meta”, tanto en euskera como en castellano, una palabra que para los que corremos carreras tiene un significado especial, pues alcanzar la meta supone la superación de un reto, de un desafío, aunque muchos la hayan cruzado antes que nosotros.

La meta del Maratón de Nueva York es una de las más deseadas por quienes corremos maratones.

Me acordé el viernes de esta palabra al pasar en bicicleta por un pueblo de la costa vasca y ver una “belar-meta”. “Belar-meta” (o solo “meta”) es la palabra que en euskera designa a esos montones de hierba de forma cónica que se hacen alrededor de un poste alto para que la hierba se seque y sirva de alimento para los animales del caserío. En castellano se llama “almiar”.
¿Y qué relación tiene los que para nosotros es la meta de una carrera y la “belar-meta”? Pues mucha, y la explicación es muy bonita si os gusta conocer el origen de las palabras.
“Meta” viene del griego, meta, en su significado de “más allá” o “después de”, de donde surgen las palabras como metáfora, metafísico o metamorfosis.
Pero al castellano, y en el sentido de final de una carrera, nos viene del latín meta, relacionado con el metrum, medida, y se refiere a lo que marca o delimita un espacio. Por eso “meta”, en el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua (el DRAE) tiene como primera acepción “Término señalado a una carrera”, lo que nos indica dónde debemos dejar de correr, por fin.
En latín, el vocablo “meta” designaba a cualquier objeto de forma cónica, como eran los tres mojones que colocaban en los estadios, en las pistas de las carreras de cuadrigas, y que señalaban el lugar de finalización de la carrera, la meta, en el sentido que le damos a esta palabra.

"The Circus Maximus", de Jean-Leon Gerome. 1876. Con las tres "metas".

Pero en euskera, “meta” (o “belar-meta” –de “belarra”, hierba-), como he dicho, es el nombre que se le da al montón de hierba que se apila en torno a un poste. Y se le llama así porque este montón de hierba tiene la misma forma que las metas que se colocaban en los estadios romanos.
Es curioso cómo en el caso de la palabra “meta” en castellano, esta ha cogido el significado del latín, “final de una carrera”, mientras que en euskera la palabra “meta” ha cogido la forma cónica del objeto que señalaba la meta.
Los aficionados al ciclismo conocerán, sin duda, la marca vasca de ropa de ciclismo “Etxe Ondo”, una marca de gran prestigio. Pues bien. El logo de esta marca lo conforman las iniciales de su nombre, una E y una O, unidas en forma de una “belar-meta”, jugando con la palabra “meta” en euskera, y la meta de una carrera ciclista en castellano. 
Ya sabéis ahora por qué llamamos meta a la meta de las carreras.

"Belar-meta" en Elgoibar.


  
Logo de Etxe Ondo.Una "belar-meta".

domingo, 1 de marzo de 2020

Duatlón de Mungia. Igual pero mejor

Ayer corrí mi segundo duatlón de la temporada, esta vez en Mungia. El resultado final ha sido exactamente el mismo que en Erandio, 8º por la cola, el 163 de 170 (en Erandio fui el 162 de 169). Pero como me gusta ser optimista, el dato positivo es que la sensación al terminar la carrera no era de tanta fatiga como en Erandio, y eso que vengo de una semana de entrenos fuertes, con un día de 19 km con 4x2km, otra tirada de 24 km, y el viernes tres y pico horas de bici. Estaba cansado, eso seguro, pero creo que ayer asimilé mejor la paliza de hora y pico que en Erandio y las pulsaciones han sido algo más bajas.
Sufriendo. (Fotos de Carlos Bilbao y de Raúl Cisneros).

El primer sector era más suave que en Erandio, ya que no tenía ninguna cuesta muy dura, aunque tampoco era llano. El primer kilómetro lo corrí a 4:23, y así y todo ya iba el anteúltimo. Hay mucho nivel en estas carreras, y la mayoría de los participantes son bastante más jóvenes que yo. Luego ya no pude mantener ese ritmo y terminé los primeros 5 km (eran un poco menos) en 22:54, a 4:46 de media.
Tras una transición lenta, cogí la bici y empecé a darle a los pedales para intentar recuperar algunos puestos. El circuito es mucho más duro que el llano de Erandio, con bastantes repechos y uno de ellos muy duro, el de Fika, que hace que la bici parezca clavada al asfalto. Me encontré mejor en la bici que corriendo y adelanté a media docena de ciclistas, aunque por detrás me alcanzó el corredor al que había ganado corriendo, Rober Ortuño, del Urbiko, al que me habían presentado mis compis del Munay en la recogida de dorsales (luego le pasé otra vez en la carrera).
Terminé los 18 km de la bici a una media de 29,1 km/h y, tras otra transición lenta, empecé a sufrir de nuevo en los últimos 2,5 km de carrera, que los corrí a 4:56, pidiendo la hora al árbitro.
En total empleé 1:15:24 para terminar el duatlón, a casi 22 minutos del ganador, y a 14:30 del primero de mi categoría V2M. En la categoría terminé el 8º de 9.
Del Munay estuvimos Mikel y yo, en chicos, y Vero, Vanessa, Bego y Mariola, en chicas. Mikel quedó segundo en V2M.
Al terminar la carrera, Mikel, Vero y yo nos acercamos a la celebración del 6º aniversario del grupo Beer Runners de Bilbao. Zorionak equipo!

Datos:
Puesto 163 de 170
8º de 9 de mi categoría V2M.
A 21:43 del ganador absoluto.
A 14:30 del ganador de V2M.
Primer sector:
En 22:54 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:46 de media.
Según la clasificación en 22:52.
244 vatios de media. 188 cadencia. 145 ppm media. 153 ppm máxima.
Puesto en el sector: 173 de 175.
Segundo sector (bici):
En 37:22 según mi reloj montado en la bici. A 29,1 Km/h de media. 140 ppm media. 148 ppm máxima.
Según la clasificación en 40:09 a 26,7 km/h (incluye transición).
Puesto en el sector: 159 de 172.
Tercer sector:
En 12:11 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:56 de media.
Según la clasificación en 12:03.
233 vatios de media. 190 cadencia. 137 ppm media. 144 ppm máxima.
Puesto en el sector: 164 de 170.

Mariola, Bego, Vero, Mikel y Koro antes de la salida. 

 Vanessa y Vero en el pelotón.



 Mikel es el único que sonríe, ¡qué crack



Hasta el próximo du.

Mikel, Vero, Koro y yo, tras la carrera.

martes, 25 de febrero de 2020

Herri Krosa de Arrigorriaga

Este año he vuelto a correr esta bonita y dura carrera que es el Herri Krosa de Arrigorriaga, organizada por el Urbiko Triatloi taldea, y que es una prueba gratuita y solidaria, ya que pagas la inscripción con alimentos para los campos de refugiados saharauis.
Como la vez anterior, en 2017, he ido con una numerosa representación de los Beer Runners Bilbao. Como esta vez ha coincidido con los carnavales, mucha gente ha ido disfrazada. Yo no. Soy demasiado serio :-)
Antes de la carrera he salido una hora en bici suave, y luego he corrido unos 7 km con Javirutxu por Arrigorriaga para sumar algunos kilómetros más y hacer una tirada algo más larga de cara al Maratón de Rotterdam. Luego en la carrera he salido rápido, como entrenamiento de calidad para los duatlones que me quedan y para entrenar en fatiga, ya que en circunstancias normales para esta carrera, donde en el km 2,5 empiezas una larga subida de tres kilómetros seguida de mucho terreno rompepiernas, hubiese comenzado suave para apretar en las cuestas progresivamente.
Los dos primeros kilómetros he ido bastante rápido para mí, intentando seguir a Julen y a Javiruutxu. Luego en la cuesta he seguido fuerte mientras he podido. Julen ya se había ido para adelante y Javi se me ha marchado un poco.
En las bajadas he intentado apretar, sobre todo ya en la última, la que baja a meta, que se hace a muerte, aunque esta vez he bajado algo más lento que en 2017.
De todas formas, en meta solo he tardado unos 45 segundos más que en 2017 (58:05 por 57:20 en 2017), y eso que en aquella ocasión salí mucho más lento. Eso sí, en la parte dura fui algo más rápido que este año, ya que he acusado el cansancio de salir fuerte.
Tras la carrera, una ducha y nos hemos reunido los Beer Runners con los amigos Raúl y Ane, de Runnea, alrededor de unas cervezas, unas tortillas y unas tostadas de carnaval.
Una mañana estupenda.
Muchas gracias a Arantza por encargar las tortillas, a Isa por las tostadas y a Itzi, a Alatz y a José Mari por las fotos.
Primeros kilómetros.

Antes de la salida. Javirutxu y yo no hemos llegado a tiempo para la foto.

Leire y Borja jugando a pegar al mono.

Ya en la última bajada. Raúl y Ane por detrás. Los tres bien sincronizados.

Últimos metros.





Lo mejor del día.

martes, 18 de febrero de 2020

Duatlón sprint de Erandio. Toca sufrir


Por fin, tras el desastre del año pasado en el Duatlón de Galizano en la prueba popular, este sábado he redebutado en Duatlón después de casi 30 años, que se dice pronto, cuando participé en los duatlones de Zalla y Gernika allá por el año 1992. Las distancias entonces eran algo más largas: 6 km + 30 km + 3 km, aproximadamente, y empleé unas dos horas en terminar esas carreras. Ahora son más cortas, pero igual más explosivas (además de que tengo casi 30 años más, je, je).
Antes de la salida. Contentos.

Tampoco estoy entrenando en exclusiva para duatlón. Salgo en bici un día o dos a la semana y el resto corro, pero más pensando en el Maratón de Rotterdam del 5 de abril, que es el primer objetivo del año. Así que mis entrenos no están dirigidos a hacer 5 km a muerte, que es lo que se tiene que hacer en el primer sector de los dus, algo muy duro para quien entrena para correr cuatro horas a ritmo llevadero. Pero bueno. Creo que hasta me viene bien para el maratón el correr algunos días a estos ritmos, ya que me dan un punto extra de velocidad y fuerza y, además, al salir unos días en la bici en vez de correr, cargo menos la rodilla y evito, creo, que la lesión del año pasado se me reproduzca.
Con eso en mente, este año me decidí a federarme para correr unos cuantos duatlones entre febrero y marzo, antes del maratón. Para federarme, al final me decanté por hacerlo con el Munay Kirol Kluba, un club creado por mi amiga Vero Uribe (con quien comparto club de ciclismo –la S.C. Bilbaina- y club de running –los Beer Runners Bilbao-) ya que Munay es un club que me inspira muy buen rollito de compañerismo y deporte sin ninguna presión de ningún tipo, ideal para mis objetivos en los duatlones: disfrutar, sufrir un poco, y no terminar, a ser posible, el último, je, je.
Por fin llegó el día del debut esperado, en Erandio, a un paso de Bilbao, por lo que pude ir y volver a casa en bici tranquilamente (bueno, a la vuelta sin mucha tranquilidad, porque con el viento en contra que tuve, fue todo un reto volver a casa por la ría. ¡Qué sudada!).
En la salida nos juntamos cinco del Munay: Vero, Mariola y Bego, en chicas, y Mikel y yo en chicos. Además, vino a la prueba popular Borja, un Beer Runner que se va a apuntar al Munay. Coincidimos también con Koro, la hermana de Mikel, que corría con su equipo Girls on fire, y otros compañeros de la S.C. Bilbaina, algunos también debutantes.
Tras recoger los dorsales, dejar la bici y las cosas en los boxes y tomar un café, calentamos algo y enseguida, puntuales, dieron la salida. A las 16:00 los chicos federados, a las 16:02 las chicas y a las 16:05 la carrera popular.
Haciendo como que corro rápido (gracias Yolan por las fotos).

Como es habitual, la salida fue a muerte. Para que os hagáis una idea, estas dos últimas semanas he entrenado algunos días series de 1 km con 1,5 minutos de recuperación, y las hice a 250 vatios (a 4:40, más o menos). Pero aquí, el primer sector de 5 km me salió a 4:43 de media (con una cuesta del copón que había que subir dos veces), a 248 vatios de media y sin un segundo de recuperación. Asfixiado desde la salida hasta la meta. Los primeros 500 metros fui a casi 300 vatios, como si estuviera haciendo una serie corta a tope, pero con 5 km por delante. Así y todo, enseguida me quedé con los últimos y fui penando hasta la primera transición.
A "volar" con la bici.

Llegué a los boxes, tardé 1:20 en cambiarme las zapas y salir con la bici, y ya empecé, a toda leche, el sector de bici, donde esperaba mejorar algunos puestos, como así fue. El circuito por la ría era completamente llano, pero con el fuerte viento sur que hacía, el tramo con viento en contra era una tortura, sobre todo para los que íbamos muy atrás, ya que no teníamos grupos grandes en los que chupar rueda. Y en el tramo con viento a favor había que apretar para correr más, por lo que, al final, el sector de bici también fui a tope todo el rato, como se ve en el pulso medio, que tanto en el primer sector como en la bici me quedó igual, a 147 ppm de media y 155 ppm de máxima en ambos sectores, a mis límites. Sin descanso.
Eso sí, me encontré mejor en la bici que corriendo, apurando en las pocas curvas y adelantando a varios corredores. Pasé de ir el 165 a terminar el sector de bici en el puesto 143. Según mi reloj, mi ritmo medio en bici fue de 32 km/h.
Sufriendo en la bici para ganar unos puestos.

Tras perder otro minuto y medio en la transición, ya afronté los 2,5 km del último sector fatigado. La cuesta del circuito la subí con más pena que gloria, pero logré acabar por debajo de 4:40 los últimos 500 metros. Por fin pude parar, algo que deseaba hacer desde el minuto 1 de la carrera. ¡Vaya calentón! Terminé reventado, la verdad.
Entrando en meta, por fin.

Por detrás de mí entraron otros 7 corredores federados. Objetivos cumplidos: disfruté sufriendo, me lo pasé bien, y no llegué el último (de mi categoría de V2M sí llegué el último de 17, por lo que gané a gente más joven que yo).
Poco después entraron Bego, Mariola y Vero, y por detrás Koro con Borja. Mikel ya había entrado bastante por delante. Todos en meta para celebrarlo con unas cervezas antes de volver para casa en bici a tirarme en el sofá, “muerto matao”, ja, ja.
Al día siguiente quería haber hecho una tirada de fondo de hora y media, pero solo corrí 45 minutos, pues estaba con fatiga todavía. Mikel, en cambio, corrió la dura carrera de trail de la Apuko Igoera, además, más rápido que lo que pensaba. ¡Qué máquina!
Ahora a descansar unos días y a pensar en el siguiente, en Mungia dentro de dos semanas, con un circuito de bici más duro, que creo que me viene mejor.

Datos:
Puesto 162 de 169
Último de 17 de mi categoría V2M.
A 18:21 del ganador absoluto.
A 13:05 del ganador de V2M.

Primer sector:
En 22:48 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:43 de media.
Según la clasificación en 23:57.
248 vatios de media. 188 cadencia. 147 ppm media. 155 ppm máxima.
Puesto en el sector: 165 de 169.

Segundo sector (bici):
En 33:26 según mi reloj montado en la bici. A 32,0 Km/h de media. 147 ppm media. 155 ppm máxima.
Según la clasificación en 35:17 a 30,6 km/h (incluye transición).
Puesto en el sector: 143 de 169.

Tercer sector:
En 12:13 según mi reloj, sin contar la transición. A 4:56 de media.
Según la clasificación en 12:13.
235 vatios de media. 190 cadencia. 143 ppm media. 151 ppm máxima.
Puesto en el sector: 155 de 169.

Peleando con el viento en solitario.

Vero.

Bego y Mariola.



Un abrazo en la meta.



Mikel.

Vero y Koro.


Borja.


A celebrarlo.