Así que Nueva York, su maratón, sigue siendo un sueño para mí y sigue siendo una parte importante de mi vida, tan importante que este verano he terminado una novela en la que el Maratón de Nueva York está muy presente y en cada capítulo el protagonista describe lo que siente en cada kilómetro de la carrera mientras va recordando unos hechos que vivió un año antes. Es una novela en la que hay suspense, muertes, venganza y amor, y todo ello alrededor de esta carrera.
No sé si algún día podré publicarla, espero que sí, pero por ahora, y como estamos a 35 días de una nueva edición de este maratón, he decidido que voy a ir poniendo en este blog algunos de los párrafos que van describiendo los 42 kilómetros desde el Puente Verrazano hasta Central Park.
Los que hayáis tenido la suerte de correr allí seguro que revivís todas esas sensaciones, y para los que no hayan podido ir espero que les sirva para hacerse una pequeña idea de lo que es correr en Nueva York.
Aquí va el kilómetro 0:
Apenas he dormido esta noche en esta ciudad
que nunca duerme. Ha sido una noche de nervios, de ilusión, casi como cuando de
niño esperaba con ansia los regalos que me dejarían los Reyes Magos y dormía
mal y me despertaba muy temprano. (…)
Cerca ya del momento de empezar a correr
cruzando el puente de Verrazano todos los corredores se muestran nerviosos.
Algunos comen algo, ya que el madrugón les ha impedido desayunar bien en su
hotel. Otros simplemente charlan mientras esperan sentados la hora de empezar
la carrera de su vida. Las colas para ir al baño para eliminar la tensión son
largas, pese a los cientos de baños portátiles que la organización tiene
preparados. Poco a poco se van dando las diferentes salidas de la carrera, ya
que es tan grande la multitud que es casi imposible hacer una salida conjunta.
Pero, salgas a la hora que salgas, la salida
de tu grupo tiene toda la parafernalia de la salida que se ha dado a los
corredores profesionales. La música de Frank Sinatra y su famoso “New York. New
York” nos hace vibrar a todos y nos eriza el vello de todo el cuerpo mientras
vamos avanzando poco a poco hacia el momento definitivo. Luego el himno de los
EE.UU. termina de aportar esa emoción extra al ya de por sí emocionante
instante de comenzar el maratón más famoso del mundo. Y finalmente toda la
excitación y la tensión acumulada las horas previas, los días previos, los
meses previos, o incluso los años previos se desborda imparable hacia la larga
recta inicial que supone cruzar el Verrazano-Narrows Bridge. (…)
Y nadie echa de menos ahora, y menos yo, el
no haber dormido bien hoy. Estoy tan despierto que parece un sueño hecho
realidad. Pero, ¿qué digo? Es un sueño hecho realidad. Es real. Todo lo que
estoy viviendo es real y al ver la cara de la gente, de los demás corredores,
noto que todos sienten lo mismo que yo. Gente venida de todas las partes del
mundo. Gente de todos los colores, de todas las edades, de todas las clases
sociales. Ya no hay sexos, no hay clases, no hay edades, no hay colores. El
maratón de Nueva York nos ha unido a todos en un único ente que abarca cuarenta
y dos kilómetros, cinco barrios y una ciudad entera. Todos somos uno. Es el
sueño de los idealistas, de los místicos, de los utópicos, de los ilusos. El
sueño en el que toda la humanidad se une para marchar unida hacia un mismo
destino. Esto es el maratón de Nueva York. Un triunfo de la gente por encima de
cualquier otra cosa.
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