miércoles, 31 de diciembre de 2014

Fin de año deportivo: Gorbea y San Silvestre Rekalde

Después de un buen entreno de fondo el pasado domingo (23 km a ritmo cómodo), ayer martes subí al Gorbea desde Sarria. Un día espectacular, pero con mucho frío. Salimos del Parketxe con -5ºC y en la Cruz habría unos -7ºC con un fuerte viento, por lo que apenas se podía estar unos minutos.
Un bonito paseo en un día mucho más tranquilo para subir al Gorbea que el día 31 de diciembre o el 1 de enero, en los que sube tanta gente que no se disfruta.

Por otra parte, esta tarde he vuelto a correr la San Silvestre de Rekalde, ahora San Silvestre de Bilbao-Rekalde. He sufrido bastante, ya que he salido demasiado rápido y en el km 3 me ha empezado a doler el flato y he aguantado como he podido hasta la meta. Además, ahora el recorrido es ascendente y eso la hace más exigente que antes. De todas formas he acabado a un ritmo de 4:42 y he terminado en el puesto 426 de 2186.


viernes, 26 de diciembre de 2014

CaCo por el Gorbea

Hace unos día pudimos ver en Bilbao buenas películas de montaña en el Bilbao Mendi Film Festival, un festival de cine de montaña. De las pocas pelis y documentales que pude ver, algunas de las que más me llamaron la atención trataban sobre carreras de montaña o simplemente correr por la montaña. Es lo que ahora se conoce como trail running, pero a mí me gusta llamarlo CaCo, como me enseñó el exciclista y gran deportista donostiarra Peio Ruiz Cabestany, por las iniciales de Caminar-Correr, que es en realidad lo que yo hago cuando corro por el monte, porque en las cuestas empinadas para correr hay que ser un superatleta, lo mismo que para bajar corriendo por lugares complicados.
Uno de mis héroes actuales en esto del trail running es, sin duda, el increíble Kilian Jornet, que acaba de batir el récord de subida y bajada al Aconcagua, dentro de su proyecto Summits of My Life con el que quiere batir los récords de subida y bajada a varias de las montañas más altas del planeta. Por ahora ya lo ha conseguido en el Montblanc, el Cervino, el McKinley y el Aconcagua. Le faltan el Elbrús y el Everest. Lo dicho, un fenómeno.
Así que, tras ver su película "Déjame vivir" sobre el récord en el Cervino, me entraron unas ganas locas de correr por el monte. El domingo 14 estuve dos horitas corriendo entre Bilbao y Pagasarri pisando barro, y esta semana, tras la Media de Vitoria, me fui el martes al Gorbea y di una buena vuelta de CaCo por Itxina, uno de los lugares más mágicos y salvajes del Parque del Gorbea.
Viendo a Kilian Jornet corriendo cuesta abajo por el Cervino parece que es algo sencillo, pero yo soy muy miedoso y en sitios con muchas piedras y con posibilidad de pegarme un buen porrazo o de hacerme un esguince prefiero bajar corriendo despacito o andando. Además, correr cuesta abajo es casi más duro que subir corriendo, puesto que como no estés en forma acabas con unas agujetas en los muslos que te duran una semana.
La vuelta por Itxina, entrando por Ojo de Atxular y visitando la cueva de Supelegor, es una pasada, sobre todo con buen tiempo, como tuve yo el martes, con el suelo seco y con solecito. No recomiendo a nadie meterse a Itxina con niebla, ya que incluso con buen tiempo, y conociendo el camino, me despisté dos veces del sendero. Hace años las marcas de pintura ayudaban a no perderte, pero ahora solo hay hitos con piedras superpuestas y es muy fácil despistarse, porque Itxina es todo igual.
Os dejo una fotos y el track del Garmin.
Subiendo hacia Itxina
En el Ojo de Atxular
Poste indicador. Luego es más difícil seguir el camino.
Complicado correr por aquí. Hay que mirar dónde pisas y además no perderte.
Cueva de Supelegor.
Al solecito.
Más cuevas en Itxina.
En algún tramo sí que se puede correr. (Autofoto con minitrípode).
Fondos de antiguas txabolas de pastores.
Habitantes de Itxina.
El Gorbea desde Itxina.
Hitos como éste evitan que nos perdamos, pero si hay niebla no los ves.
Restos de las antiguas señales de pintura.
Por fin en Arraba. Desde aquí ya se puede correr cómodo hasta Pagomakurre.
No fui el único que corría por el monte.

martes, 23 de diciembre de 2014

Media Maratón de Vitoria-Gasteiz

El domingo participé con unos amigos en la Media Maratón de Vitoria. Hacía muchos años que no la corría, tantos que incluso tengo dudas de si la corrí alguna vez. Creo que sí, cuando preparaba el Maratón de Barcelona en 1996. Como veis, ha pasado mucho tiempo y entonces no teníamos ni strava, ni garmin, ni nada, y yo no apuntaba los kilómetros que hacía, así que es normal que tenga dudas de si la corrí o no.
Bueno, el caso es que este año 2014 sí la he corrido y he disfrutado.
Esta semana pasada me tocaba semana de recuperación activa, o sea, correr menos días y menos kilómetros, y no sé si ha sido por eso, pero el caso es que durante toda la semana me encontré bastante flojo, muy cansado, durmiendo mal y con pulsaciones por la mañana más altas que otros días. En fin, una de esas semanas en las que te cuesta salir a entrenar y en las que piensas que la carrera del domingo no la vas a correr, porque, total, para ir mal.
Pero el domingo ya al levantarme me sentía con mejor cuerpo (tal vez fuera la semana de recuperación), y según íbamos para Siberia-Gasteiz cada vez tenía más ganas de correr.
Llegamos a Vitoria con mejor temperatura que la anunciada (10ºC y sol) y entre una cosa y otra el caso es que llegamos a la salida literalmente corriendo porque se nos hizo tarde.
Bueno, empecé la carrera y poco a poco fui cogiendo pulsaciones hasta llegar a las que sé que puedo mantener mucho rato, un poco por encima de mi umbral que es de 139 ppm (podéis ver el gráfico en el archivo del Garmin).
Hacia el km 6 me junté a un par de corredores que iban muy parecido a mí y fui con ellos casi hasta el final. Íbamos a buen ritmo, marcando casi todos los kilómetros parciales cercanos a los 5', lo que me animaba, pues eso significaba acercarme a 1:45, que era mi objetivo.
En el km 19 empecé a apretar un poco y finalmente entré en meta con 1:44:35, que es mi mejor marca en un medio maratón oficial (en la Be-SS hice 1:34 en 1997, pero son 20 km).
Mis sensaciones fueron bastante buenas toda la carrera, cumpliéndose una vez más algo que tengo comprobado: cuando peor me siento en la semana previa a una carrera, mejor la corro.
Mirando páginas web en las que puedes calcular tu tiempo en maratón según otras distancias (como en calculadora McMillan), veo que con esta marca en medio maratón podría correr el maratón en 3:40. Casualmente mi mejor marca en maratón es 3:39 en San Sebastián en 1997, y este año 2014 corrí Rotterdam en 3:45, o sea que mi objetivo para Sevilla'15 de bajar de 3:39 está en mis piernas si no se tuerce nada de aquí al 22 de febrero.
Pues, hala, a seguir entrenando.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Cambio de neumáticos (o sea, zapatillas nuevas)

Cada cierto tiempo a todos los corredores nos llega la hora de preguntarnos si debemos o no cambiar de zapatillas. Hay quien dice que la vida útil de las zapatillas son de unos 600 km. Otros dicen que 1000 km y hay quien dice que depende el uso que les hayamos dado, nuestro peso, etc.
Yo suelo cambiarlas cada 1000 km, más o menos. Así que, como mis Saucony Triumph 11 que me compré el año pasado en la feria del corredor del maratón de Nueva York ya han completado unos 1.100 km pues las he cambiado hoy mismo por las Saucony Triumph ISO, que son las que las han sustituido en el catálogo de Saucony. Antes tuve las Triumph 10 y sigo con la marca americana ya que estoy muy a gusto con ellas.
Os pongo un par de fotos de las nuevas zapatillas junto a las viejas. En una se ve claramente la diferencia de flexibilidad de una suela con 1.100 km y de otra sin estrenar. Aplicando la misma fuerza ya veis cómo se doblan una y cómo no se dobla la otra.
A por otros 1.000 km.
 Las nuevas saucony Triumph ISO (izquierda) y las Triumph 11 (derecha).
Aplicando la misma fuerza la suela de las Triumph 11 con 1.100 km se dobla mucho más que la suela sin estrenar de las Triumph ISO. Prueba de que ya era hora el cambio de zapatillas.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Entrenamiento para soltar el cerebro (y las piernas)

Ayer como tenía un día de fiesta, aproveché para correr por nuevos caminos. Es una de las cosas que más me gusta hacer cuando tengo oportunidad. Cuando tengo un día entero libre, cojo el coche, conduzco una hora o algo más, y hago una vuelta en bici o corriendo por lugares nuevos o por los que no suelo andar mucho. Es algo fenomenal para despejar la cabeza, ya que mis sentidos se llenan de sensaciones nuevas: nuevos paisajes, nuevos olores, nuevos sonidos,... Y eso no tiene precio. Da lo mismo lo que me gaste en gasolina, en autopista, en la comida o en lo que sea. Sí, ya sé que si corres desde casa por los sitios de siempre te sale gratis, pero no es lo mismo. Yo creo que el dinero que te gastas en un día así es el dinero mejor invertido. Ganas muchísimo más que lo que pagas, y eso, repito, no tiene precio.
Ayer me fui a Bayona y corrí 16 km por la orilla del río Nive, por un camino vecinal que es un paseo muy transitado por la gente que vive allí y que conocí en mayo en la segunda etapa de la ruta cicloturista Burdeos Bilbao, ya que nos hicieron pasar por allí.
Dejé el coche junto a la sede del Aviron Bayonnais, donde se hacía antes la llegada de la Luchón-Bayona, y me puse a correr a ritmo tranquilo, para soltar piernas a la vez que despejaba la cabeza. La pena fue el chubasco que me dejó empapado en diez minutos a mitad de la ruta, pero bueno, corriendo tampoco pasa nada por mojarte un rato. Os dejo el track de la ruta, por si alguien quiere ir allí, y unas fotos que saqué.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Desde Santurce a Bilbao 2014

Ayer corrí la "Santurce Bilbao", una bonita carrera en la que no particiba desde hacía años, ya que desde que he vuelto a correr con más asiduidad he participado en el Maratón de San Sebastián, que suele coincidir en el calendario con esta carrera.

Aunque se anunciaba mal tiempo, al final no fue para tanto. La temperatura fue incluso algo elevada (unos 16ºC) y solo llovió al final. Fui con un grupo de amigos corredores de la S.C. Bilbaina y más o menos todos estuvimos en nuestro nivel. Mi idea era salir despacio hasta la mitad y luego apretar más, pero, como suele pasar, al de poco de salir ya estaba corriendo más rápido que lo que había previsto, pero como me encontré bien no me frené demasiado y pude regular bien. Tras la primera parte, en la que se sube un poco, fui controlando mi pulso todo el rato y aguanté el ritmo casi toda la carrera, menos al final, donde metí mi "miniturbo" y aceleré un poco, como se puede ver en la gráfica de pulsaciones de mi Garmin.
Al final hice el tiempo que más o menos había pensado (1:18:09), a un ritmo medio de 5:01, lo cual para mí está muy bien y me indica que voy en buen camino para el Maratón de Sevilla de febrero.
En resumen, una bonita carrera, con buena participación (unos 4000 atletas) y un buen ambiente.
Y felicidades a mi amigo Gontzal Bilbao que hizo un más que meritorio 18º puesto. Un crack.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Yo (sí) pago por correr

Este domingo es la tradicional carrera "Desde Santurce a Bilbao", una de las más esperadas por los aficionados de Bizkaia. Hace años que no la corro pero este año reviviré viejas sensaciones corriendo por la margen izquierda de la ría.
Recuerdo que hace bastantes años, mientras veía la entrada de los atletas en Bilbao, ya casi al final, me llamó la atención un corredor que en vez de dorsal llevaba un cartel en el que ponía "Yo no pago por correr".
Me he acordado hoy de esta anécdota porque últimamente, con el nuevo boom de carreras populares y de afición a correr, he visto en varios foros que de nuevo está surgiendo esta polémica sobre el precio de las inscripciones y de si hay que pagar por correr.
En principio mi posición es clara al respecto: no hace falta pagar por correr, puedes correr cuando quieras, nadie te lo impide. Pero si lo que quieres es correr dentro de una carrera popular organizada, lo lógico (y honrado) es pagar la inscripción.
Los argumentos que se suelen emplear para no pagar son varios:

1.- La inscripción es muy cara: OK, pues no te apuntes. Hay otras carreras más baratas, incluso gratuitas.
2.- No tengo dinero para pagar todas las carreras a las que voy: OK. Pues selecciona las que más te gusten y no vayas a las otras.
3.- Yo no pago, pero no tomo nada en los avituallamientos ni recojo la medalla en la meta: OK. Pero en una carrera la inscripción no es solo por lo que te dan. Hay mucho trabajo detrás de mucha gente que mete muchas horas para que otros disfrutemos. Si hubiese que pagar ese trabajo la inscripción sería mucho más alta.
4.- No pago porque total, para lo que te dan (una camiseta fea y un botellín de agua): OK, pero recuerda lo que he comentado antes, la inscripción no es solo para el agua y la camiseta, sino por el trabajo de organizar un evento, por muy modesto que sea. Además, piensa que si te pasa algo en la carrera te va a atender una ambulancia que quizás necesite poco después alguien que sí ha pagado, por ejemplo, y no le puedan atender a tiempo.
5.- No pago porque la carrera ya tiene patrocinadores y lo de las inscripciones es para que gane el organizador: OK, pero sin organizadores no habría carreras. Muchas de las mejores carreras si no dejasen algún beneficio al club o a la empresa organizadora no existirían.
Etc.

Creo que no hay ninguna justificación para no pagar una inscripción, pero tampoco voy a ponerme como un talibán por ello. Mientras el porcentaje de gente que no pague sea pequeño tampoco suele haber mayor problema, y sé que hay gente en paro y en situaciones difíciles que lo único que les hace disfrutar es correr y participar en carreras. No seré yo quien les critique. Cada uno sabrá lo que hace.
Lo que me parece mal es no pagar como principio o como forma de protesta (como el de la anécdota que os he comentado al principio). Nadie te obliga a pagar para correr, puedes correr en cualquier otro lado lejos de la carrera.
Pero si una carrera te parece cara o crees que la organización no se merece ese precio, simplemente no vayas. Si todo el mundo deja de ir a las carreras mal organizadas o muy caras irán desapareciendo por sí mismas. Yo he participado en carreras en las que la inscripción era de 3 euros, que me parecieron mal organizadas y no creo que repita, y también he pagado 400 euros por el dorsal del maratón de Nueva York y ojalá pudiera volver todos los años.
Lo que no es de recibo es apuntarte a una carrera organizada con un límite de participantes de, por ejemplo, 1000 corredores, y que haya 2000 personas corriendo, con lo que de los 1000 que han pagado muchos se quedan sin agua, sin regalos y sin la mínima calidad para la que se ha organizado la prueba.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

5x5 maratones 2015. Se me va la olla (¿o no?)

Bueno: Antes del verano, y después del Maratón de Rotterdam de abril, empecé a pensar en correr el siguiente maratón en Sevilla en febrero de 2015, y ya llevo entrenando para este maratón desde septiembre y por ahora voy contento y corriendo en progresión con buenas sensaciones tras un verano con la salud algo flojita.
Y estoy tan a gusto que mi cabeza, que corre más que mis piernas, ya ha terminado Sevilla en febrero, se ha apuntado a Barcelona en marzo, y ya tiene planes hasta el verano.
Corriendo en algunos de mis 7 maratones completados

Bueno, vayamos por partes (como dijo Jack el Destripador).
El año pasado corrí en noviembre dos maratones en tres semanas (New York y San Sebastián) y fue una experiencia muy positiva. Acabé muy entero tanto física como mentalmente.
De mi anterior época de ciclista-cicloturista tengo un cuerpo adaptado al fondo, a la larga distancia. Tal vez no corro muy rápido, pero mi cuerpo puede correr mucho tiempo.
Así que para el año que viene, además de Sevilla en febrero, ya estoy inscrito (y con vuelos y hotel reservados, que es lo mejor para asegurarte que vas a ir) al maratón de Barcelona en marzo.
Pero, como os he dicho, mi cabeza es más rápida que yo mismo y ya ha tenido la genial idea de seguir un poco más allá.
Mirando el calendario de maratones encuentro que:

Abril: maratón de Madrid o nuevo maratón nocturno de Burdeos.
Mayo: maratón Martín Fiz en Vitoria-Gasteiz
Junio: maratón de Iruña-Pamplona

Todos están lo suficientemente espaciados como para recuperar de uno a otro, salvo el de Madrid y el de Vitoria, que solo están separados por dos semanas (de ahí lo de la posibilidad de Burdeos, que la fecha me viene mejor).
Salvo el de Sevilla y el de Barcelona, que voy en avión, los demás son en ciudades relativamente cercanas a Bilbao, para poder ir en coche y no gastar mucho.
El tema del entrenamiento ya lo he pensado y lo comenté con mi amigo-médico-entrenador Joseba Barrón (Senkirol). Entrenar de verdad, solo he de hacerlo para el primero. Además, en Sevilla sería el único de todos en el que saldría a hacer marca, ya que en abril en Rotterdam me quedé a 6 minutos de mi mejor marca personal y en Sevilla, que es muy llano, si me encuentro bien intentaría bajar de mi 3:39.
A los demás maratones solo iría con el ánimo de disfrutar y acabar, y entre carrera y carrera ya no tengo que entrenar, solo descansar bien unos días, masaje (con Olga) y mantener el tono corriendo no mucho entre carrera y carrera.
Cinco maratones en cinco meses (5x5 en 2015). ¿Una locura? ¿Qué opináis?

lunes, 17 de noviembre de 2014

Bilboko Herri Krosa 2014

Ayer corrí la Herri Krosa de Bilbao. Hacía unos diez años que no la corría por diversos motivos que no vienen al caso.


Bueno, fue un bonito día. Incluso el tiempo acompañó. Hubo mucha gente, como siempre, y la mayoría se lo toma como una fiesta del atletismo popular. Para muchos, además, es un buen test para comprobar cómo vas de forma de cara a otras carreras, digamos, más serias o duras (Santurce Bilbao, Media de Vitoria, etc.) y para otros muchos es el mayor objetivo deportivo del invierno.
Yo este año, como estoy empezando a estar en forma gracias a que llevo ya dos meses desde que empecé a entrenar para el Maratón de Sevilla (en febrero), me quise probar un poco y me planteé como objetivo el hacer la Herri Krosa en unos 47 minutos.
Tuve suerte en la salida, ya que pude coger un sitio bastante delante, con lo que no tuve que pelear mucho en el primer kilómetro para empezar a correr a mi ritmo. Salí más rápido de lo que pensaba y luego, en el kilómetro 2 me junté con un amigo que iba a un buen ritmo y seguí con él hasta más o menos el km 6. Luego empecé a apretar un poco más (iba bastante justo, pero me pareció que podía aguantar) y seguí así hasta la meta, donde el cronómetro lo paré en 46:38, así que acabé muy contento.
En resumen, bonita carrera, bonito ambiente y un buen entreno.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

No solo corre, también piensa.

El año 2012, cuando fui por primera vez al Maratón de Nueva York, el año en el que la carrera se canceló por el Sandy, tuve la suerte de poder sacarme una foto con el atleta Chema Martínez antes de embarcar en el vuelo de Madrid a NY. Una bonita foto y un bonito recuerdo.
Chema mantiene un bonito blog con sus aventuras y sus historias como corredor. El blog se llama "No pienses, corre".
Pues voy a llevarle la contraria al bueno de Chema. Como atleta me da mil vueltas y no soy capaz de seguirle ni 200 metros (tal vez ni 50, si aprieta un poco), pero en otras cosas me atrevo a llevarle la contraria, como en ésta.
Cuando yo corro, soy incapaz de dejar de pensar, salvo que esté corriendo con alguien, en cuyo caso soy incapaz de dejar de hablar, como bien saben mis amigos (que me soportan).
Correr es el mejor momento para pensar. No te distraes con otras cosas y las ideas te vienen solas, y esto me ayuda a solucionar problemas, o por lo menos a encontrar una posible solución diferente a lo que se me había ocurrido hasta ese momento de correr. También se me ocurren temas para escribir, viajes a realizar,... Cualquier cosa me viene a la cabeza mientras corro. Muchas más cosas que cuando estoy en casa o en el despacho, supuestamente pensando.
Así que mi consejo es que cuando tengas problemas, sal a correr (o a montar en bici, o a caminar al monte,...). La cabeza se te despeja, el aire se renueva en tu cuerpo y el cerebro empieza a usar conexiones que antes estaban apagadas y verás cómo una nueva luz ilumina las zonas oscuras.
Compruébalo tú mismo.
Así que Chema, si lees esto, ya sabes, no dejes de correr y no dejes de pensar.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Correr para el Strava

A casi todos nos ha pasado. Empezamos a correr o a montar en bici; cada vez lo hacemos con más afición y con más ganas; vamos invirtiendo más tiempo en los entrenamientos; nos animamos a correr en carreras populares o en marchas cicloturistas; gastamos cada vez más en mejorar nuestro material; nos compramos un cuentakilómetros con GPS; y terminamos subiendo nuestros entrenos a Strava.
Y aquí es donde, si no andamos con ojo, la jodemos (con perdón).
A partir de entonces, si no tenemos el auto control suficiente, cada vez que subamos un nuevo entrenamiento o una nueva carrera a esta aplicación no podremos evitar mirar, solo por curiosidad, los malditos segmentos y empezaremos a compararnos con los demás.
Si no hay nadie conocido en el listado, pues igual no pasa nada. Total, si nos gana un montón de gente es normal, pueden ser mucho mejores que nosotros.
Pero, ¡ay!, como nos empecemos a comparar con los conocidos y veamos que justo el día que nosotros hemos hecho nuestro RP (Récord Personal) en un segmento que ya conocíamos y en el que hemos apretado a tope uno de nuestros "amigos" ha marcado mejor tiempo que nosotros ya no pararemos hasta ganarle, aunque solo sea en ese segmento, aunque sepamos que siempre fue, es y será mejor que nosotros.
Adiós a salir a entrenar siguiendo el plan que teníamos marcado para mejorar nuestra marca en el siguiente 10k en el que íbamos a correr, o adiós a las tiradas largas para preparar nuestro próximo maratón. No. A partir de ahora solo haremos series de velocidad para ir, los días que haga falta, a ese puñetero segmento para bajar, aunque sea un segundo, la marca de ese "amigo".
Y además, qué me decís cuando miramos el listado de todos los tiempos marcados por todo el mundo en un segmento.
Bueno, si es un tramo de ciclismo y justo ha pasado por allí una carrera profesional, pues entonces no nos preocupará mucho, ya que es normal que los ciclistas profesionales sean los más rápidos en los segmentos (y eso viendo que por las pulsaciones que llevaban en ese segmento en particular lo hicieron en el pelotón sin apretar).
Pero si el que marca el mejor tiempo es alguien desconocido y además ha hecho un tiempo digno de récord mundial, pues eso es para analizarlo con lupa.
Veamos este ejemplo de hoy mismo:

Esta mañana he corrido a ritmo medio una tirada larga de fondo. Por casualidad he mirado a ver qué segmentos había y he visto uno en el que el mejor tiempo es increíble, casi el doble de rápido que el segundo mejor tiempo. Y además vemos que lo hizo a unas pulsaciones no de paseo, sino de correr parado.
Claro, viendo el recorrido que hizo en ese día se ve que iba en bicicleta. Coño, un poco más de cuidado al subir los datos a Strava.
Cuidadito con el Strava y sus segmentos, que los carga el diablo.

viernes, 31 de octubre de 2014

Y por fin: Central Park.

Por fin. Kilómetro 42. Uno de los momentos más emocionantes que puede vivir un deportista, el instante en el que termina un Maratón. Y si es en Central Park pues entonces es uno de los momentos más felices que puedes experimentar en tu vida.
Km 38
Ya no se siente el dolor. Bueno, es mentira. El dolor sí que se siente, pero ya no te importa porque ves que estás cerca de la meta. No siempre es cierto eso de “querer es poder”, pero muchas veces, casi siempre, sí que lo es. Y cuando solo te quedan cuatro kilómetros para alcanzar la meta en un maratón quieres terminar la carrera por encima de todo, y como quieres puedes, por mucho que te duelan las piernas. Te concentras en pensar en todo lo que vas a disfrutar cuando estés pasando la meta, cuando el objetivo esté cumplido. Te concentras en pensar en todo lo que has sufrido hasta llegar allí, todos los kilómetros que has corrido, con calor, con frío, con lluvia, con dolor. Te concentras en saborear los ánimos de la gente que te aplaude desde este rincón de Central Park. Y te olvidas del dolor y dejas de hacer caso a tu cuerpo que desde hace unos diez kilómetros no para de rogarte, de suplicarte por favor que te detengas, que no puede más, que no le castigues más. Pero tú estás preparado para eso, para no hacer caso a tu cuerpo, porque sabes que tu cuerpo es más débil que tu mente y que querrá rendirse en esos momentos de sufrimiento. Pero tú ya llevas preparada tu mente para que no se rinda ante la debilidad de tu cuerpo y para que tome el control de la situación. La carne es débil, pero el espíritu de un corredor está entrenado para no hacerle caso. Solo importa llegar. Hay que llegar.
Km 39
Cuando llegas al kilómetro 39 en un maratón ya empiezas a ver claramente el final. Solo te quedan tres kilómetros y ya puedes empezar a dar todo lo que te queda. Sabes que vas a terminar, sea como sea, y por eso puedes empezar a sentir la alegría de conseguir algo que hasta hace un rato aún era solo un sueño, un deseo. Algo te empieza a recorrer todo el cuerpo y el corazón ya es libre para desbocarse pues casi está todo hecho. Ya no importa el dolor ni el cansancio, ni la agonía de la lucha de tu mente contra tu cuerpo. Ya ha vencido la mente.
Por eso ahora, en este rincón de Central Park, pese a la dureza de las subidas y el grito de mi pierna atenazada por el dolor, sonrío plenamente y choco mi mano contra todas las manos que se asoman hacia mí. Ya no hay vuelta atrás. Ya solo queda correr y correr sin parar hacia la meta. El sueño está llegando a ser real y solo pido no despertar.
Km 40
Cruzando Central Park, bajo el manto amarillento de las hojas de los árboles a los que el otoño ha adornado para nosotros, a todos los que corremos hoy aquí se nos ponen los pelos de punta. Ves que terminas algo por lo que te has sacrificado mucho tiempo y ves a la gente del público gritando como loca, gritándote a ti. Porque, si bien es cierto que solo eres uno más de las decenas de miles de personas que corren el maratón, no puedes evitar sentirte protagonista único de algo muy grande. La gente te anima a ti, por tu nombre si lo llevas en la camiseta, o por tu país, si llevas tu bandera, o por el color de tu gorro, por lo que sea, pero te identifican como una persona que está a punto de terminar el maratón de su vida y no como uno de tantos locos que corren por la ciudad.
Sentirte aquí es algo maravilloso y pese a todos los dolores de piernas que puedas llevar, pese al cansancio, pese a lo que sea, te gustaría que esto no acabara nunca, que pudieras seguir corriendo dando vueltas y vueltas a Central Park mientras todo Nueva York te anima. Si este momento no es la felicidad absoluta no le anda muy lejos.
Km 41
Salvo que ya llegues derrotado a este punto de la carrera, en el último kilómetro es normal que aceleres el ritmo. Hasta unos kilómetros antes has pasado momentos malos y las piernas te suplicaban todo el rato que pararas, o por lo menos que fueras más lento. Y sin embargo, al ver que estás en el kilómetro 41 de la carrera, al ver y oír a toda esa gente que se agolpa en la W59 junto a Central Park South animándote como si les fuera la vida en ello, tan solo saludas y aceleras. El corazón se dispara con renovadas alegrías y sabes que es el último esfuerzo, que por fin llegan los últimos minutos de unas horas memorables, las mejores horas de tu vida, unas horas que siempre recordarás como las más intensas que viviste en mucho tiempo. Nada se puede equiparar a lo que sientes durante estos momentos en Nueva York, en la carrera más importante del mundo.
Km 42
Me quedan menos de doscientos metros para terminar el maratón más famoso del mundo. Estoy en la feliz fase del maratón en la que lo único que sientes de verdad es la euforia. La euforia por completar un sueño que te ha costado tanto esfuerzo. El esfuerzo de los cuarenta y dos kilómetros anteriores, y el esfuerzo de muchos meses, tal vez años, que han precedido a este día.
Ha sido una carrera memorable. La gente me ha animado como si yo fuese el primero. Ha sido dura porque me lleva doliendo una pierna desde antes de la mitad de la carrera y cada puente, cada cuesta, ha sido una tortura. Pero ha merecido la pena. Ojalá no acabara nunca. (…)
Una vez leí que la felicidad reside en la antesala de la felicidad. A lo largo de mi vida he comprobado muchas veces que eso es cierto. Ahora, a tan solo doscientos metros de completar este maratón tan deseado por mí, vuelvo a comprobar que es así. Ya llevo los últimos kilómetros con esta sensación de saber que estás a un paso de conseguir tu sueño, a un paso tan corto que sabes que todo está hecho. No como en el kilómetro 30, donde te queda poco en relación a toda la carrera pero sabes que te queda lo suficiente como para tener que abandonar si las cosas se ponen muy difíciles.

Aquí, ahora, no abandonas. Aquí saboreas el éxito y disfrutas de una felicidad pocas veces sentida antes. Y además, sabes que un rato después, unas horas después, unos días después, todo lo que estás viviendo ahora te parecerá que pasó hace mucho tiempo. Tantos meses soñando con esto y una vez cumplido el sueño todo se acabó. Por eso no me gusta mucho cumplir mis sueños, porque una vez cumplidos te despiertas y ya está. Se acabó. (…)

jueves, 30 de octubre de 2014

Maratón de NY: Casi estamos ya en la meta (del km 33 al km 37)

David, el protagonista de mi novela, corre en Nueva York antes de enfrentarse a su destino. Aquí lo dejo, corriendo entre el Bronx y Manhattan a punto ya de terminar esa carrera con la que tanto ha soñado.
Y mañana llegará a la meta. No os lo perdáis.
Km 33
En el kilómetro 33 del maratón de Nueva York estás en la mitad del Bronx, ese barrio tan estigmatizado que solo con oír su nombre nos hace pensar en delincuencia, drogas, marginación, desigualdad social y racismo. Por lo que nos cuentan las gentes de Nueva York, hoy en día el Bronx es un barrio mucho mejor para vivir que hace unos años, y cuando lo atravieso corriendo durante el maratón sus vecinos me saludan entusiastas como en cualquier otra parte de la carrera.
Me esfuerzo en saludar a todo el mundo, en chocarles la mano, en darles las gracias. Al girar de la 135 Este a la derecha para entrar en la Alexander Avenue suena la voz de Alicia Keys cantando a New York en la versión “Empire State of mind” junto al rapero Jay-Z, que se ha convertido en un segundo himno de la ciudad, junto al famoso “New York, New York” de Frank Sinatra. Y, sí, Nueva York es la jungla de hormigón donde se fabrican los sueños, sueños como el de correr este maratón hoy.
Km 34
Cuando cruzas el puente de Madison Avenue en el maratón de Nueva York entras por segunda y definitiva vez en Manhattan y dejas atrás ese breve tramo en el que corres por el Bronx. Mis piernas me piden un descanso que no les puedo dar y la pequeña pendiente del puente es como una gran cuesta para ellas. Quedan más de ocho kilómetros de tortura física pero la fuerza que te transmite el público hace que sea más leve. Intento no pensar en el dolor, intento concentrarme en saludar a la gente, en reconocer sus caras, en admirar la belleza del momento, de los rostros, del sonido de nuestros pasos chocando con el asfalto, del Sol que ya alto se abre paso entre los edificios. Hay mucha gente que a estas alturas de la carrera no puede correr más y camina hacia la meta. No importa cómo, pero lo importante es llegar y disfrutar de este día único.
De vez en cuando tomo un poco de glucosa y me tranquiliza saber que, salvo el dolor de las piernas, mi cuerpo está en bastante buen estado para llevar ya tanto tiempo corriendo sin apenas parar. Tengo que pensar de manera positiva, concentrarme en las buenas señales que me envía el cuerpo y no hacer caso a las malas. Eso me tranquiliza.
Km 35
Mientras corro penosamente ya en el kilómetro 35 por la 5ª, a la altura de la 128, mi cuerpo no está para muchas alegrías. Vamos ahora bajando hacia Central Park poco después de haber entrado de nuevo en Manhattan por el Madison Avenue Bridge tras esa pequeña incursión en el Bronx que hemos hecho. Me duelen las piernas y me quedan todavía demasiados minutos como para exigirles un último esfuerzo, así que intento mantener el ritmo a la vez que procuro no sobrecargar aún más mis sóleos y mis gemelos. Pero es difícil seguir corriendo y a la vez no exigir a tu cuerpo lo que ya hace tiempo que no tiene. (…)
Cada vez que hay un grupo de gente que me anima por mi nombre, yo estiro el brazo y choco mi mano con la de ellos en un gesto que me une a todos los neoyorquinos de una manera más íntima en un momento tan especial como es este maratón para la ciudad y para todos los que hemos venido a correrlo. Mi sonrisa lucha a veces con alguna mueca de dolor cuando las piernas chillan algo más alto, pero no puedo dejar de agradecer tantos ánimos de gente que no me conoce pero que me anima como si yo fuera alguien cercano, un amigo, no uno más de tantos miles.
Pero es duro.
Km 36
En el maratón de Nueva York, el kilómetro 36 está más o menos a la altura del Parque Marcus Garvey, por la 122. Aún no has llegado a Central Park y se hace duro porque vas cansado y aún te queda bastante por correr. Sabes que una vez que entres en Central Park los ánimos del público serán todavía más fuertes que en estos kilómetros entre el Bronx y el Central Park, y tienes que buscar la motivación suficiente para no bajar el ritmo.
Km 37
Ya estoy bajando por la 5ª Avenida cerca ya de la esquina nordeste de Central Park. Hace ya unos kilómetros que he cruzado el muro, esa barrera psicológica y física que tiene cada maratón en la que pasas el punto en el que tu cuerpo está ya muy cansado, no te queda apenas glucógeno en los músculos de tus piernas y aún estás demasiado lejos de la meta como para que la emoción de saber que lo vas a lograr te ayude a pasar el bache.
El kilómetro 37 empieza a estar ya cerca de la meta y la mente empieza a obligar a las piernas para que reaccionen y no se rindan ahora. Solo quedan cinco kilómetros, una nimiedad de distancia para un corredor de maratones, pero por mucho que hayas intentado guardar fuerzas para el final tus piernas gritan que pares, que no soportan el dolor.
Pero tú debes ser sordo ante los gritos de tus piernas. Ellas qué saben si están o no cansadas, si duelen o no. Eso lo debes saber tú, no tus piernas que solo están ahí para moverse sin parar, como las bielas de una locomotora. Y aquí, en Nueva York, el público no deja de recordar a tus piernas que han de seguir, que hay que llegar a la meta, que están entrenadas para eso, que no se paren.

Seguir. Ésa es la parábola de la vida que te enseñan los deportes de fondo. Siempre seguir. Tal vez mirando atrás, si quieres, pero siempre seguimos hacia adelante, simplemente porque en la vida es imposible ir hacia atrás, es imposible deshacer el camino y enmendar los errores haciéndolos desaparecer. Con suerte podrás corregir el rumbo y volver de nuevo a la senda correcta de tu paso por este mundo, pero los desvíos que hayas tomado en algunos momentos de tu vida ya están tomados y quedan allí trazados para siempre, como queda el rastro en la senda.

martes, 28 de octubre de 2014

Maratón de Nueva York: Del km 26 al 32 (el Muro)

Pocos días ya para que Nueva York viva uno de sus días más memorables. Os dejo aquí la carrera entre el kilómetro 26 y el kilómetro 32. Llegamos al Muro.
En Filadelfia, al día siguiente del Maratón de NY de 2013. Pasé bien el Muro.
Km 26
Al final del Queensboro Bridge giras en un bonito bucle en bajada para salir a la 58 y de ahí coger ya la larga, larguísima recta de la 1ª Avenida. Esta curva da acceso de nuevo a la zona del público y tal vez, junto a los últimos kilómetros de Central Park, éste es el punto del maratón en el que más gente se agolpa al costado de la ruta, y eso hace de esta esquina uno de esos lugares en los que vives uno de esos instantes mágicos de los que te hablaba.
Muchos familiares y amigos de corredores vienen aquí a ver pasar a su corredor, porque luego tienen tiempo para ir a la zona de meta y aplaudir su llegada.
Mientras doy el giro a la salida del puente ya se oyen desde lejos los ánimos del público y me da tiempo a prepararme para disfrutar de estos instantes. Muchos aprovechan la curva tan cerrada para recortar unos metros al largo recorrido, pero yo, al contrario, me voy hasta la parte derecha de la calle y así puedo chocar todas esas manos deseosas de animarnos a todos.
Km 27
En la esquina de la 1ª Avenida con la 74, por donde voy corriendo ahora intentando no pensar en la larguísima recta que tengo por delante, hay una tienda de vinos llamada “Baccus” y en la que en letras grandes aparece el famoso proverbio en latín “In vino veritas”. Esta frase se le atribuye a Plinio El viejo y a todo el mundo se le olvida la segunda parte que dice “et in aqua sanitas”. O sea, en el vino está la verdad y en el agua la salud.
Ahora, corriendo el maratón, hago caso solo a la segunda parte y en cada avituallamiento bebo agua y como algo, pero unos meses atrás, después de pasar el día en el motel de Bridgeport ordenando mis pensamientos, salí a cenar algo al Oliverio's Ristorante, un italiano que había junto a la gasolinera, aunque más que comer lo que hice fue beberme una botella de vino “Levendi Symphonia” de California acompañando a una ensalada César y un Filet diAngelo.
Km 28
Casualmente en este kilómetro 28 de la carrera acabo de culminar una de las colinas que hay bajo el asfalto de esta 1ª Avenida, una calle muy ondulada, por cierto. Esto alivia un poco el sufrimiento de mis piernas, que se quejan demasiado. Espero tener fuerzas para seguir sin hacerles mucho caso hasta Central Park.
Miro un momento para atrás y veo a miles de personas que me siguen, más o menos al mismo ritmo cansino que voy yo. Me anima el pensar que yo ya he pasado por allí. Pero si vuelvo a mirar hacia delante, al ver a otras miles de personas que me preceden vuelvo a la realidad de que aún me queda mucho, muchísimo.
Para animarme sigo chocando la palma de la mano con todas las personas que me animan, y doy las gracias cada vez que alguien me grita “Go, David, go”. Mirar a los ojos del público en una carrera es una buena forma de distraerte de tus pensamientos, de tus males. La gente que miras te sonríe y te anima aún más si cabe. Y así pasan los kilómetros de forma mucho más llevadera, casi como si no estuvieras corriendo tanto tiempo, como si solo hubieras salido a rodar un rato suave, para distraerte un poco.
Km 29
Estoy a la altura de la 97. Ya he pasado la mitad de este interminable tramo por la 1ª Avenida y quisiera que algo cambiara esta monotonía. Un giro estaría bien, pero aquí no hay. (…) Es una zona muy dura en el maratón, en cualquier maratón. Pocas veces he corrido en un entrenamiento tantos kilómetros, y ahora mis piernas no solo llevan todos estos kilómetros corriendo, sino que empiezo a notar la fatiga por el madrugón y me quedan por delante demasiados kilómetros aún. Menos mal que hay público, menos mal que aquí el público es muy entusiasta, menos mal…
Km 30
A la altura de la calle 103 paso junto al cartel del kilómetro 30 de carrera. Es una bonita cifra que por un lado me da ánimos porque ya he hecho una gran parte de la carrera, y por otro lado me asusta porque queda mucho, queda lo peor y sé que a partir de ahí lo puedo pasar realmente mal.
Tomo un par pastillas de glucosa y bebo un buen trago de agua en el avituallamiento. La verdad es que en esta carrera hay muchos puestos de avituallamientos y los voluntarios que nos sirven son muy amables y muy entusiastas. Les agradezco de corazón sus atenciones y sigo corriendo por la 1ª Avenida. Mucha gente ya camina más que corre. En otros maratones no te puedes permitir el lujo de caminar a partir del kilómetro 30 porque sería casi imposible llegar antes del cierre de control. Pero aquí, en Nueva York, el control se cierra muy tarde y para muchos corredores populares es factible acabar la carrera aunque tengan que caminar una buena parte del recorrido. Seguramente ésta es una de las razones para que sea tan popular correr aquí, sobre todo para los americanos. (…)
La verdad es que por un lado quisiera que algo rompiera este bucle interminable de este tramo tan monótono que solo consiste en correr, saludar, comer algo y esperar que los dolores no te fastidien demasiado. Estoy entrando en la fase de la desesperación en cualquier maratón, cuando ya el cansancio se nota claramente y cuando por delante tienes aún mucho recorrido. Es, seguramente, la fase más dura que se inicia en el muro y no termina hasta que empiezas a sentir cómo te va llegando la euforia a medida que te vas acercando a los kilómetros finales.
Sí, es difícil no pensar en otra cosa que no sea el soñar con que algo te distraiga y haga que esta difícil fase pase lo más rápido posible.
Pero por otro lado prefieres que todo siga así, pues esto te permite entrar en un estado de flujo que hace que pase el tiempo sin pensar demasiado en si te duele algo o en si vas mal. Es difícil de explicar si no lo has sentido en tu propio cuerpo, pero a veces, cuanto más dura es la experiencia más fácil es entrar en ese estado de flujo que hace que el tiempo pase sin que lo notes, que avance por sí solo, sin que tú vayas con él.
Km 31
Voy llegando al final de la 1ª Avenida. Más o menos estoy a la altura de la calle 120 y éste es uno de estos raros lugares del maratón en los que no hay demasiado público. Es una de las zonas más duras de la carrera, porque llevamos más de cinco kilómetros de una larga recta por un asfalto en no muy buenas condiciones. Además, (…) la carrera de verdad comienza más o menos entre el kilómetro 30 y el 32, o sea, más o menos estoy comenzando ahora el maratón de verdad.
Sí, ya sé que hace mucho que comenzamos a correr en Fort Wadsworth, en el puente Verrazano-Narrows, pero más o menos hasta el kilómetro 30 es fácil llegar si has estado entrenando bien para una carrera de más de cuarenta y dos kilómetros. Pero en esos entrenamientos casi nunca pasas de esta cifra y, casualmente, aproximadamente en el kilómetro 30, vayas al ritmo que vayas, es cuando las reservas de glucógeno en los músculos de tus piernas tocan a su fin, y si no has tenido la precaución de ir comiendo algo en esta primera parte, a partir de aquí es cuando empiezas de verdad a tener problemas para mantener el ritmo, y es cuando entras en un mundo nuevo, un mundo en el que solo al llegar a esta fase en un maratón vas a conocer realmente. (…) Y menos mal que hay público, porque si no seguramente empezarías a barajar como la posibilidad más lógica el retirarte de la carrera, sobre todo si ésta es de las que te hacen pasar más de una vez cerca de tu hotel. Por suerte, aquí en Nueva York además de que el público es el mejor del mundo sales de un sitio y terminas en otro, aunque, la verdad, si tu hotel está en el centro sería sencillo dejar la carrera al pasar el puente de Queensboro y seguir recto por la 60 para llegar a la zona de meta del Central Park. Pero aquí, en este maratón, retirarse sencillamente no es una opción y de hecho el porcentaje de gente que no termina la carrera es ridículo. Solo te puedes retirar por una lesión muy grave y dolorosa o algo así, pero aunque sea caminando, el margen para acabar es grande, no como en otros maratones que no dejan demasiadas horas para cerrar el control.
Km 32
Acabo de pasar el puente de Willis Avenue que conecta Manhattan con el Bronx. Ya solo queda un último puente, el de la Tercera Avenida que me volverá a llevar definitivamente a Manhattan dentro de un rato. Me quedan diez kilómetros, diez duros kilómetros. Cuántos entrenamientos de diez kilómetros rápidos habré hecho, y sin embargo ahora me parece una eternidad tener que correr diez kilómetros más. (…) Sé que una vez que esté llegando a los últimos kilómetros esta sensación de que me queda mucho y de que me duelen las piernas desaparecerá y se transformará en la ilusión desbordante que te da el terminar un maratón, y sobre todo este maratón que es único.

domingo, 26 de octubre de 2014

Clásica 4 puentes de Basauri

Bueno, hoy tocaba carrerita dentro del entrenamiento de fondo de los domingos. He participado en la XVI Clásica 4 puentes de Basauri, una carrera dura que no conocía.

Antes de la carrera he corrido unos 3,5 km de calentamiento y para alargar el total de distancia y tiempo recorridos, ya que esta carrera es de 11,9 km y se me quedaba algo corta. Eso sí, no será muy larga pero es muy dura, ya que el recorrido es por la carretera de Zaratamo en la que hay que subir (y bajar) un par de cuestas importantes, además de otros dos repechos que se me han atragantado un poco.
Ha sido una bonita mañana para correr, aunque demasiado calurosa. Después del calentamiento, he tomado la salida tranquilo y enseguida he encontrado mi lugar, bastante atrás, en el grupo. Hemos salido algo más de 200 personas y he llegado a meta en el puesto 164, pero contento porque he sabido mantener una buena media de pulsaciones en las subidas y he podido apretar en los últimos kilómetros pasando a unos cuantos participantes que me habían dejado en las subidas y bajadas.
Todo el rato he corrido con buenas sensaciones y en meta me he recuperado muy rápido.
Además, mi amigo Gontzal Bilbao (y compañero de club ciclista en la S.C. Bilbaina) ha ganado la carrera y su novia Saioa ha ganado entre las chicas. Enhorabuena a los dos.
Os dejo estas fotos que me ha sacado Carlos.




jueves, 23 de octubre de 2014

10 días para Nueva York (del km 21 al 25)

A falta de exactamente diez días para que más de 50.000 personas cumplan su gran sueño en Nueva York, sigo con la descripción de esta carrera que hace David, el protagonista de mi novela. Hoy toca del km 21 al 25. Casi ya en Manhattan.
Puente de Queensboro, que se atraviesa en el Maratón de Nueva York en el km 25 para entrar en Manhattan por primera vez.
Km 21
Subiendo el Puente Pulaski paso de Brooklyn a Queens y estoy a punto de atravesar la línea de la Media Maratón. A mi izquierda veo el Empire State Building, pero no disfruto mucho de su vista ya que el dolor de la pierna me hace detenerme en esta terrible cuesta del puente para ver si estirando un poco la musculatura se me pasa la desagradable sensación de que me va a dar un fuerte tirón en el gemelo. (…) Mientras me estiro, veo gente que sube el puente caminando. No es que sea mucha la pendiente, pero con más de veintiún kilómetros en las piernas, para muchos cualquier pendiente es demasiada. Y hoy yo soy uno de esos muchos.
Sigo corriendo despacio. Si ahora me duele así estoy empezando a preocuparme por lo que me espera en el segundo medio maratón. Menos mal que hoy no tengo ninguna preocupación por el tiempo que tarde en acabar la carrera. El día es bueno y pese a los dolores estoy disfrutando mucho del ambiente, así que si tengo que caminar algún rato de aquí a la meta no me va a importar en absoluto. (…)
La verdad es que este maratón, entre lo cansado que llegas a la salida y las cuestas que tienen los puentes, es bastante más duro que lo que cualquiera puede pensar. Pero a la vez, con este fantástico público y la gran motivación que todos los que estamos aquí tenemos por correr hoy, creo que seguramente será de los maratones en los que más seguridad tengo de que lo voy a terminar pase lo que pase.
Km 23
Corro por Queens, el barrio más extenso de Nueva York, a lo largo de la 44 Drive. La gente sigue animando con ganas a ambos lados de la calle y de vez en cuando algún grupo musical me anima para que no decaiga el ritmo. Es un tramo duro, no porque tenga cuestas, sino porque no es una de las zonas más bonitas del recorrido y estoy deseando entrar ya en Manhattan. Por eso agradezco a los músicos su entrega, que está a la altura de la de todos los corredores entusiastas. Parece una tontería, pero cada vez que empiezo a oír a lo lejos el sonido de una nueva animación musical mis piernas recuperan el ánimo y tratan de acompasarse a la música que escucho, música que siempre es alegre y excitante, muy bien elegida para la ocasión. Por ello les aplaudo a todos y aprovecho también para fotografiarlos. (…)
Normalmente, la música que más me permite desconectar suele ser la música que mantiene un ritmo pausado, como el de un metrónomo que me marca el ritmo. Y una de mis músicas favoritas para dejar la mente en blanco, para no oír a las piernas, al cuerpo, es la ópera de Philip Glass “Einstein on the beach”.
Los temas en los que las voces del coro enumeran sin parar los números son, simplemente, perfectos para correr.
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Solo con este estribillo en la cabeza puedo estar varios kilómetros como si me hubiese ido a otra dimensión. Es como un mantra perfecto que suena y suena en mi mente y ya no tengo que hacer nada más. Puedo estar así durante muchos minutos, y eso en un entrenamiento de horas corriendo en solitario es una bendición. (…)
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho.
Nunca acabará, como esta carrera nunca acabará para mí, pues aunque traspase la línea de meta yo siempre seguiré corriendo este maratón, ya que nunca podré dejar de pensar en esto que siento hoy en estas calles.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,...
Km 24
Hacía tiempo que soñaba con estar ya aquí, en el puente de Queensboro, donde me coincide el kilómetro 24 del maratón. Hace poco que acabo de entrar en el puente y corro ahora sin el ruido de fondo del público. Es un buen lugar para soñar, para abstraer la mente del cansancio del cuerpo, del dolor de las piernas. A la izquierda, entre las vigas de acero del elegante puente, veo Manhattan y sus altos rascacielos. Enseguida pisaré Manhattan, ya queda cada vez menos.
Corro ahora dentro de la estructura del puente como si corriese por un túnel, ya que el propio puente me impide ver el total de lo que ocurre a mi alrededor. Es como en un sueño, en el que por muy real que te parezca todo lo que sueñas, la mayor parte del entorno del sueño se escapa a tu percepción. Sí, sabes lo que pasa y lo sabes muy bien, pero no eres capaz de describir el lugar en el que pasa, no eres capaz de saber exactamente cómo es el entorno en el que estás cuando sueñas con algo que parece real.
Y soñar ahora, en el kilómetro 24, entrando en el puente de Queensboro, es algo que me ayuda a seguir el ritmo, a evadirme unos instantes de las sensaciones del dolor y del sufrimiento. Me ayuda a avanzar hacia la meta final. Nunca hay que dejar de pensar en nuestra meta final.
Km 25
Es una suerte que el kilómetro 25 del maratón de Nueva York esté en un punto tan fantástico como en pleno puente de Queensboro. Es uno de los pocos lugares del recorrido en el que no hay público, pero, aun así, es tan bonito que lo disfrutas igual. Ahora solo oyes los pasos de los demás corredores y muchos aprovechamos para parar un momento y sacarnos una foto con Manhattan al fondo al costado del puente, con el East River bajo nuestros pies.
Y digo que es una suerte que esté en un lugar tan especial porque en un maratón el kilómetro 25 suele ser un punto crítico, ya que ya llevas corriendo más kilómetros que lo que has entrenado normalmente los días de entrenamientos largos, y a la vez te quedan un montón de kilómetros por delante, tantos que si estás ya cansado, y seguro que lo estás, puedes llegar a tener dudas de si conseguirás llegar a la meta. Es un punto en el que puedes decir, sin lugar a dudas, que estás lejos de todo, lejos de la salida, lejos de la meta y lejos de empezar a tener esa agradable sensación de euforia que te inunda cuando ves que lo vas a lograr. (…)
Y hoy, aquí, en este puente que me gusta tanto, mi yo de hoy está contento. Sí, es cierto que me duelen las piernas, pero no es menos cierto que estoy disfrutando de esto como nunca lo he hecho y como nunca lo haré, pues nunca más correré por primera vez el Maratón de Nueva York, nunca más podré tener estas mismas sensaciones que tengo hoy, nunca más seré tan feliz pase lo que pase tras atravesar la meta.
Y con esto basta para seguir adelante, siempre adelante.

martes, 21 de octubre de 2014

Maratón de Nueva York, del km 16 al km 20: Brooklyn.

A menos ya de dos semanas para una nueva edición del mejor maratón del mundo, sigo con la descripción de David, el personaje de mi novela del maratón, ahora terminando de atravesar Brooklyn desdel el km 16 al km 20 de la carrera.

Km 16
Inmersos en pleno barrio judío de Brooklyn, en el cruce de la calle Wallabout con la larga Avenida Bedford por la que ya llevamos un buen rato corriendo, mis sueños, mis pesadillas, se quedan atrapados en mi mente. La pierna me está empezando a molestar y quedan demasiados kilómetros por delante como para no pensar en la pesadilla que puede ser correr así hasta la meta. La frialdad con la que nos acogen la mayoría de los vecinos de esta zona de la ciudad hace que cualquier contratiempo que tengamos, cualquier dolor, cualquier molestia, pase a ser el centro de atención de la mente, ya que no hay muchas distracciones ni un público entusiasta que me haga olvidar el hecho de que la pierna se me está cargando ya demasiado.
He de echar mano de toda la fuerza de voluntad y la motivación que todo buen corredor de maratones debe tener. Me concentro en evitar que el dolor se adueñe de mis pensamientos y trato de recordar los buenos momentos y la ilusión de este viaje, de esta carrera, y vuelvo a visualizar una vez más el gran momento que será para mí la entrada en la zona de meta en Central Park. No importa lo que esté pasando ahora por mi mente ni por mi cuerpo. No importa el dolor. El dolor es algo pasajero. No importa que los judíos que viven aquí no sientan que los que estamos corriendo hoy en Nueva York estamos viviendo uno de los mejores días de nuestra vida. Nada importa salvo el objetivo final, que no es otro sino terminar esta carrera, la carrera de mi vida. El gran sueño que ha sido durante tantos años se está haciendo hoy realidad y, pase lo que pase tras cruzar la meta, no debe transformarse en una pesadilla.
Km 17
En esta zona de Brooklyn, en Williamsburg, entre otras comunidades se agrupan los judíos ortodoxos jasidistas, y son fáciles de distinguir por sus vestimentas tradicionales, sus sombreros y su peinado. Bueno, el peinado en los hombres, ya que las mujeres no pueden mostrar su cabello salvo a su marido en la intimidad del hogar.
Visto desde fuera es curioso y llama la atención que en pleno siglo XXI, y en una ciudad tan cosmopolita, vanguardista y abierta a todo lo nuevo como es Nueva York, puedan seguir viviendo personas tan ancladas en su tradición. Pero esto no hace sino recordarme la importancia de la religión en nuestra vida.
Km 18
El kilómetro 18 de un maratón es una zona dura. Ya se nota el cansancio y el final está lejos, muy lejos. Aquí, en Nueva York, hay muchas voces que te ayudan a que estos largos kilómetros de la parte media de la carrera pasen con más facilidad sin que te dé tiempo a pensar en nada más que no sea en correr y en saludar al público, que se lo merece, que nos lo agradece.
Es una fase en la que el cuerpo empieza a sentir el shock del maratón, donde realmente empiezas a darte cuenta de lo que significa correr tantos kilómetros. Ahora te empiezan a doler realmente algunos músculos y no puedes evitar pensar que aún te queda mucho más que la mitad de la carrera por delante. Las dudas te asaltan y el miedo a no terminar la prueba, el miedo a un fracaso te puede llegar a atenazar.
Por eso es importante elegir bien en qué maratón vas a correr por primera vez esta distancia, ya que si llegas a este punto y hay pocos corredores y hay poco público es muy probable que pienses realmente en la retirada.
Pero eso no puede pasar en el Maratón de Nueva York. No, aquí no. Aquí hay mucha gente a tu alrededor, muchos otros corredores y muchas voces que te empujan hacia la meta, que te impiden pensar siquiera en no terminar.
Km 19
Poco a poco vamos terminando de correr por Brooklyn. Sigue habiendo público, aunque ya no es la avalancha que nos ha recibido al terminar de cruzar el puente de Verrazano y entrar en el barrio. Ahora voy atravesando un pequeño parque al final de la Avenida Bedford y aunque noto la tirantez en el gemelo, todavía no me duele de verdad. No miro el reloj. ¿Para qué? Sé que estoy corriendo muy lento, mucho más que en cualquiera de los entrenamientos largos que he hecho los meses anteriores, pero no importa, estoy disfrutando un millón de veces más. Todo es casi como lo había soñado. El público, el ambiente, mis sensaciones, mi alegría,... Cada vez que alguien del público me anima por mi nombre sonrío aún más y se lo agradezco de corazón. Sé que parece una tontería, pero los ánimos del público me empujan de verdad y mis piernas intentan seguir el ritmo alegre de mi corazón.
Km 20
Mientras corro ahora por Greenpoint, al norte de Brooklyn por la Avenida Manhattan, cerca del kilómetro 20 de la carrera, veo una bonita iglesia católica a la derecha de la calle. Es la Iglesia de San Antonio de Padua, que con su fachada de ladrillo rojo me llama la atención.
El recuerdo de mi paso por Kim el año pasado me viene a la mente al acordarme de la Iglesia de Cristo y de su ferviente seguidor. Fue una noche memorable y durante unos metros no pienso en el dolor de mi pierna, ni en mi corazón trabajando cuando aún ni siquiera he completado la mitad del maratón, ni en el esfuerzo.
Pienso en aquel pueblo perdido en la mitad de la nada, un pueblo de poco más de medio centenar de habitantes y comparo su vida con la de los millones de habitantes de Nueva York. Allí se conocen todos y aquí apenas se conoce nadie. Allí apenas hay nada que hacer tras el trabajo, y aquí lo difícil debe de ser el no tener nada que hacer.
De todas formas, incluso en una ciudad tan grande como Nueva York, la vida de las personas no difiere tanto como la de los que viven en un pueblo. Una vez leí que el número de personas con las que nos relacionamos de manera fluida en nuestra vida es más o menos de un par de centenares como mucho, y da lo mismo que vivamos en un pueblo de pocos centenares de vecinos que en una ciudad de varios millones de habitantes, ya que, al final, es difícil que interactuemos con mucha más gente que ese par de centenares.
Pero sigo pensando en Kim, Colorado, y deduzco que para relacionarse allí con dos centenares de personas habrá que conducir muchos kilómetros hasta los pueblos más cercanos. Seguramente más de los veinte kilómetros que llevo recorridos hasta ahora.