En 2020, tras la experiencia en 2019 en el duatlón de Galizano, decidí federarme en Triatlón para correr los duatlones de principios de año del País Vasco. La idea era la de disfrutar de la competición, y a la vez fortalecer a nivel muscular de cara a los maratones que tenía previsto correr ese año.
Pero, debido a la pandemia, finalmente solo pude correr tres duatlones oficiales antes del confinamiento de marzo. Luego hice mi Powerman particular en septiembre, pero no pude correr más duatlones oficiales.
De cara a 2021 la cosa volvía a pintar mal, pero como en el precalendario de carreras parecía que se iban a disputar algunas carreras, me volví a federar.
El 24 de abril pude correr el Duatlón Sprint de Oñati, pero no llegué bien preparado y una salida muy rápida, a pesar de ser en formato contrarreloj (por lo que me lo podía haber tomado con más calma), hizo que optara por retirarme al comienzo del tercer sector. Iba todo el rato asfixiado y con muy malas sensaciones. Es lo que hay cuando no entrenas para correr rápido. Además, cuatro semanas antes me había metido la paliza de monte del maratón Zegama-Aizkorri, o sea, que mi preparación para carreras cortas y rápidas era pésima.
Dos semanas después, tenía el segundo duatlón del año. Los demás los habían trasladado para después del verano.
Este nuevo duatlón era en la localidad alavesa de Zuia, bajo mi Gorbea querido, y era un duatlón de media distancia, parecido al Powerman Butrón que había hecho en septiembre de 2020 por mi cuenta. En Zuia teníamos que completar 14 kilómetros corriendo, 64 kilómetros en bici, y otros 7 kilómetros corriendo. No sabía muy bien cómo me iba a encontrar, tras el desastre de Oñati y un par de semanas entre medio en las que no me encontré demasiado bien, por lo que lo más que pude hacer fue descansar.
Mi principal temor era no pasar el corte del primer sector, que era un poco exigente para mi nivel en esas semanas. Pero bueno, salir saldría, y a verlas venir luego.
En principio, para corredores de fondo como yo, son más agradecidos los duatlones largos, porque puedes salir regulando un poco más el ritmo, no como en los duatlones sprint, que hay que volar en el primer sector de cinco kilómetros para no quedar fuera de tiempo antes de llegar al ciclismo.
Pero, como mi estado físico era más bien malo, tenía muchas dudas. Los números no suelen mentir, y el último día que hice unas series de un kilómetro tres días antes de la carrera, el ritmo en las mismas fue muy malo. Ni siquiera bajaba de 5 min/km a unas pulsaciones altas. Y mi pulso en reposo por la mañana, que cuando estoy bien ronda las 44 ppm, estaba esos días por encima de 50 ppm. Así que, pocos milagros esperaba.
Me acordaba de una frase que suele decir mi médico deportivo: “si no has entrenado, no compitas”, y tenía que haberle hecho caso.
Pero bueno, fui a Zuia.
El día era el peor que podemos desear para una carrera larga por la tarde. Una temperatura muy alta (29ºC marcaba en la meta a media tarde) y un viento sur seco y desagradable que te secaba el cuerpo sin misericordia.
Tras recoger el dorsal, comí, preparé las cosas y las dejé en los boxes. Luego tomé un café y ya fuimos a la salida a esperar. Primero salían las chicas y quince minutos después los chicos en grupos de treinta cada medio minuto. Yo salí con Borja en el anteúltimo grupo.
Justo antes de la salida me di cuenta de que no me había colocado el sensor del Stryd, en el que confiaba para mantener unos vatios regulados en la carrera a pie, y así obligarme a no forzar. Como nada más empezar a correr pasaba junto a mi coche, me detuve y rebusqué un momento por la mochila para coger el sensor, pero como no lo encontré a la primera, y ya habían pasado los del último grupo, cerré el coche y seguí corriendo. Ahora ya solo podía regularme por el pulso y las sensaciones, y ambos datos, pese a ir el último y muy lento, me gritaban que bajara el ritmo. Pero, ¿cómo vas a bajar más el ritmo si vas a 6 min/km y con las bicis de cierre de carrera por detrás todo el rato?
Para colmo, y tal vez porque comí demasiado, o demasiado tarde, al empezar a correr, ya vi que tenía el estómago muy pesado. Empecé a eructar e iba muy incómodo. Me iban a tocar 14 kilómetros de sufrimiento, físico y mental.
El circuito, es cierto, era muy bonito, con algunos tramos de trail. Pero no era nada llano y eso multiplicaba la sensación de asfixia que llevaba. No dejaba de pensar en retirarme y en que no iba a pasar el corte que estaba en 1:25.
En los dos avituallamientos que había bebí agua y me refresqué, pero la sensación de alivio solo duraba unos minutos, porque enseguida estaba con la boca pastosa de nuevo. Calor y sequedad son una combinación fatal para competir.
Justo antes de llegar al pueblo para coger la bici, decidí parar un momento a hacer un pis, porque así iba a perder menos tiempo que si lo dejaba para el sector de bici.
Finalmente, con un tiempo de 1:26 llegué a la bici, me cambié las zapatillas, me puse el casco y los guantes, bebí algo, y empecé a pedalear.
Por lo menos no me habían echado de carrera.
Como, por culpa del malestar de estómago, no había tomado el gel que tenía previsto en el kilómetro 10 de la carrera a pie, al empezar en la bici vi que tenía las piernas más vacías que lo conveniente. Intenté ir suave en la primera parte llana, y al llegar al primer repecho muy duro que había, tuve que meter todo el desarrollo que tenía para poder subir. Malas sensaciones. Veía que no iba a poder ir rápido en la bici en ningún sitio, salvo en las bajadas.
Justo antes de coronar el repecho, me dio un tirón en el gemelo de la pierna izquierda. Me detuve en el avituallamiento y decidí darme la vuelta y retirarme. Pero, ante los ánimos de los del avituallamiento, y como ahora venía una bajada rápida y cómoda, al final decidí seguir.
En la bajada ya tomé el gel que tenía que haber comido antes, y con las premuras se me salió la mitad y dejé pringadas y pegajosas la bici y mi pierna derecha. Me limpié un poco con agua y seguí bajando a casi 75 km/h por una carretera ancha y segura.
Pero, enseguida cogíamos un cruce a la izquierda y en la siguiente subida me dio otro tirón, esta vez en el gemelo derecho. Se acabó. Estaba claro que no iba a poder hacer el sector ciclista en esas condiciones. Al llegar al siguiente cruce, cogí un atajo y puso rumbo a Zuia, ya retirado.
En Zuia estuve un rato esperando para ver pasar a Borja y a Koro. Por fin llegaron y comenzaron la segunda vuelta. Más tarde me enteré de que a ellos, y a otros muchos, los jueces (o la Ertzaintza) les obligaron a dejar la carrera cuando aún, en teoría, estaban dentro de los tiempos de corte. También me enteré que en la entrada a boxes cerraron el control a las 18:15, cuando en la guía del corredor ponía que ese corte era a las 18:30.
En fin. Un mal sabor de boca tras una carrera que nos había hecho mucha ilusión. Lo siento sobre todo por Borja y Koro, que podrían hacer terminado.
Otro de mis amigos, Gontzal Bilbao, terminó entre en el puesto 31, y eso que también tuvo que caminar algo en el tercer sector por calambres. Fue un día muy duro para todo el mundo.
En fin. Dos duatlones en 2021 y dos retiradas. Como le dije a Vero, la “presi” de nuestro club, el Munay Kirol Taldea, esta tal vez había sido mi última carrera como duatleta. Es difícil compaginar los entrenamientos para correr maratones y pruebas de fondo, con poder correr a ritmos rápidos poco tiempo.