El domingo pasado corrí, como tenía previsto, mi 26º
maratón. Esta vez tocó en Italia, en Milán concretamente. En 2013 corrí la
versión cicloamatoriale (cicloturista) de la carrera ciclista Milán – Sanremo, casi 300 km en la
clásica más larga del calendario ciclista internacional. Así que ya puedo decir
que tengo hechos los dos eventos deportivos populares más importantes de la
capital de la Lombardía, la segunda ciudad más poblada de Italia, tras Roma.
Km 10, al paso junto al Duomo de Milán.
Ya os comenté que creía llegar bien entrenado a esta cita, y
visto el resultado creo que es verdad que llegaba bien, aunque quizás no tan
bien como pensaba. Llegar bien a un maratón es algo deseable, pero también se
puede convertir en un arma de doble filo. Lo experimenté muy bien en Berlín’16,
cuando mi cabeza, crecida por el buen estado de mi cuerpo, le ordenó apretar
antes de tiempo y…
Aquí no me ha pasado lo mismo que en Berlín. Tampoco estaba
tan pletórico de fuerzas como entonces. Pero el hecho de pensar que mi forma
era bastante buena, quizás me impulsó a elegir un ritmo que, visto ahora, podía
ser un poco más rápido del ideal. Claro que después de visto todo el mundo es
listo, y cuando elegí la estrategia para este maratón creo que lo hice con
datos objetivos y sin pecar de exceso de optimismo.
De hecho, si veo los datos en los que me moví hasta casi el
km 30, incluso así veo que no era un ritmo suicida el que elegí. Ni tampoco
hice una aceleración precipitada como en Berlín, que entonces fue el único
error que cometí.
Simplemente algo que, la verdad, no tengo claro qué fue, no
salió como esperaba y tuve que cambiar de objetivo sobre la marcha. Luego lo
explico.
Pero bueno, que me estoy precipitando. Hay que empezar por
el principio antes de que penséis que me hundí estrepitosamente en la carrera,
que tampoco fue eso.
El viaje
Como los vuelos directos desde Bilbao a Milán no me ofrecían
unos horarios adecuados, reservé vuelos con escala en Alemania tanto a la ida
del sábado como a la vuelta del domingo. Elegí viajar el sábado en lugar del
viernes porque iba a ir solo y así me ahorraba una noche de hotel. Además, ya
conozco Milán y no pensaba hacer turismo. Con los vuelos que compré llegaba a
Milán para comer y pasar la tarde tranquilo y el regreso era sin agobios tras
la carrera. Suficiente.
Pero con lo que no contaba era con cometer un error
garrafal. Si en el maratón no puedo hablar de error, aquí sí. Y de los gordos.
Tras madrugar para coger un vuelo temprano a Munich, ya en
el aeropuerto de escala en Munich me relajé, porque tenía tiempo. Comprobé la
puerta de embarque a Milán, que la habían cambiado, y fui a tomar una cerveza
(un Beer Runner en Alemania debe
cumplir con su deber). Luego ya llegué a la puerta y pensaba que quedaba aún un
buen rato para embarcar. No había cola y pensé que todavía no habían empezado a
embarcar, así que me senté. Para cuando me di cuenta cambiaron en el panel el
nombre de Milán por otro aeropuerto. Perplejo, me dirigí al mostrador y me
dijeron que ya era demasiado tarde para el vuelo a Milán. El avión había volado
sin mí estando en la puerta a tiempo. ¡Seré idiota!
Total, que fui al mostrador de información de Lufthansa
mientras una tormenta de ideas retumbaba en mi cerebro: “No puede ser”. “Como
no haya otro vuelo no llego a tiempo para coger el dorsal y pierdo el maratón”.
“Seré imbécil”. “Esto no me puede estar pasando”. En fin este tipo de ideas. La
principal era el miedo a no llegar a tiempo a la Feria del corredor en Milán
(cerraba a las 19:00) y quedarme sin maratón después de hacer el viaje. Ya me
pasó en NY’12, pero aquello no fue por mi culpa. Esto sí.
Finalmente sí que había un vuelo a Milán más tarde. Perdí
casi cinco horas en Munich (y 250 euros) pero, con estrés por las calles de
Milán a la tarde, para las 18:00 ya tenía el dorsal en la mano. Buf, qué mal
rato.
Luego fui al hotel (cutrecillo, pero céntrico), salí a
correr unos minutos hasta el Duomo para posturear con la foto con la camiseta
Beer Runners Bilbao, y luego me duché y fui a cenar a las Galerías Vittorio
Emanuele II, que son una pasada de bonitas.
Con todo recogido y listo para el domingo finalmente me acosté.
El postureo es importante.
La carrera
Con tres pastelitos y un café como desayuno, entré en el
cajón de salida tras atravesar todo el parque donde se sitúa la infraestructura
de la carrera. La verdad es que está perfectamente organizado este maratón.
Había un control de acceso de seguridad, con arco detector de metales, luego
otro control para pasar a la zona de entrega de la bolsa con tu ropa para la
llegada, y finalmente ya entrabas en tu corral correspondiente según dorsal.
Cuando salí del hotel llovía un poco, pero por suerte paró.
Aunque durante toda la mañana de vez en cuando nos cayeron algunas gotas, por
suerte no llovió fuerte en ningún momento. Eso sí, el suelo estaba mojado y con
charcos y muchas calles en Milán son de adoquines grandes, baldosas, y había que
tener cuidado al pisar, pues resbalaban algo y había bastantes huecos entre
ellas y podías torcerte un tobillo si pisabas mal.
Cuando quedaban unos quince minutos para la salida, ya
empecé a dar unos saltitos y a movilizar las piernas y la cadera para ir
preparándome para empezar a correr. Arranqué el Garmin pero parece que no
quería encontrar los satélites. Justo a las 9:00 dieron el pistoletazo de
salida. Mi Garmin seguía sin arrancar, al igual que el de otros compañeros pues
se veían varias manos elevadas como si eso ayudara a establecer la conexión con
los satélites, je, je.
Mientras íbamos ya andando hacia el arco de salida
ocurrieron dos hechos simultáneos: empezó a llover y el Garmin por fin arrancó.
La lluvia paró enseguida, solo fue para asustar. Por fin crucé el arco de
salida y arranqué. Allá vamos.
Tras unos primeros metros con cuidado de no tropezarme con
la gente, enseguida empecé a mirar los vatios a los que estaba corriendo y el
pulso. Como os dije, mi objetivo era intentar mantener durante toda la carrera
un rango de vatios de entre 225 y 230, con el pulso controlado por debajo del
umbral. Según el último test que había hecho, en ese rango (incluso un poco
más) estaba el mayor esfuerzo que podía realizar manteniéndolo todo el maratón.
Fueron pasando los kilómetros y el rango de vatios se
mantenía alrededor de 220, por lo que incluso podría haber apretado más, en
teoría. El pulso se mantenía estable, por debajo de 140 ppm, así que el
esfuerzo parecía que era muy soportable para mí. Pero las sensaciones me decían
que no debía apretar más, así que tampoco me obsesioné buscando más vatios,
aunque tampoco me frené.
Pasaba los controles y los avituallamientos sin más contratiempo,
tomando mis geles cada 5 km y bebiendo. La temperatura era buena para correr,
con un poco de viento. Me quité los guantes y me bajé los manguitos, aunque más
tarde me los volví a subir.
Al paso por los puntos kilométricos, vi que mi Stryd me
estaba marcando la distancia recorrida con el desfase habitual del GPS, ya que
tengo una unidad nueva y no la he calibrado correctamente. Es bueno conocer
este desfase porque en un maratón casi siempre el GPS nos medirá más distancia,
como expliqué en un post, y por tanto el ritmo medio que dice el GPS que
estamos llevando siempre es más rápido que el real. De hecho en este maratón,
según el reloj corrí a 5:18 de media, cuando en realidad el ritmo medio real
fue de 5:28.
Por esto, cuando miraba el campo que tengo en el Garmin de
predicción de tiempo final que haré manteniendo el ritmo, le tenía que sumar
unos 5 minutos para tener una idea más real de a qué ritmo iba corriendo en
verdad.
A partir del km 15 empecé a mirar ese campo para no
obsesionarme con la marca desde el principio. Según el reloj (y con la corrección
que os he comentado) estaba corriendo para acabar en torno a 3:40. Bueno, ese
era el objetivo que me había marcado. Sobre ese tiempo o un poquito más. De
todas formas, no me veía corriendo a ese ritmo hasta el final. Algo en mi
cuerpo me lo indicaba. Es cierto que me fío mucho de la tecnología (vatios y
pulso), pero también me fío mucho de lo
que me dice mi cuerpo.
Justo antes del medio maratón, paré 30 segundos para hacer un
pis. Podía haber aguantado más, pero decidí hacerlo entonces para no pensar más
en ello.
El medio maratón, incluyendo esos segundos, lo pasé en
1:50:21. Eso es, a un ritmo casi exacto para hacer 3:40 en meta. Pero, como
digo, no creía que en esta ocasión iba a poder mantener el mismo ritmo en la
segunda mitad que en la primera, como he hecho otras veces, incluso corriendo
más rápido al final que al principio.
A partir del km 25 ya tenía claro que iba a perder algunos
minutos en la segunda mitad respecto a la primera. La duda era cuántos. Si
bajaba de 3:42 hacía mi segunda MMP. Si bajaba de 3:45 mi tercera. ¿Lograría
bajar de 3:50 o me iba a estrellar del todo? Muchas dudas, como casi siempre en
un maratón.
Para añadir más incertidumbre, en el km 28 me empezó a doler
el costado. No sé por qué me entró flato. No estaba comiendo ni hablando, y
respiraba con normalidad. El caso es que tuve que parar unos segundos para
recuperarme. Más tarde tuve que hacerlo de nuevo por lo mismo.
A partir del km 30 tomé la decisión de bajar algo de ritmo.
Se me iban a hacer muy largos los 12,2 km que me quedaban. Bueno. Eso es el
maratón. A intentar regular y a sufrir, no quedaba otra.
Los vatios en el reloj bajaron bastante. El pulso se
mantenía bien, algo más bajo. Iba haciendo cálculos del tiempo final en meta,
poniéndome en lo peor. Ya no veía ni el sub 3:50. No era como en Berlín, pero
no me gusta acabar un maratón sufriendo los últimos kilómetros. Echaba de menos
las sensaciones de acabar fuerte que había tenido en Rotterdam’14, en Sevilla’15,
en SS’16 y en Valencia’17.
A partir del km 35 aproveché los avituallamientos para
caminar unos metros. Iba sufriendo y además empecé a tener calambres fuertes en las piernas que me obligaron a parar a estirar un par de veces. Los últimos kilómetros fueron malos, solo
salvé los muebles en los dos últimos kilómetros, que logré hacer a un ritmo
algo mejor. Veía que hacía sub 3:50 y eso me dio un poco de impulso. Justo en
los últimos 500 metros me alcanzaron las liebres de 3:50 y entré con ellos. Aunque
ellos habían salido por detrás de mí, así que calculo que acabaron en 3:48, no
en 3:50.
Crucé la meta contento y el tiempo final oficial fue de
3:48:50 (en mi reloj 3:48:53). Bueno, había salvado los muebles aunque no acabé
del todo satisfecho. Es mi cuarta MMP.
¿Dónde está el error para no poder mantener el ritmo? Creo
que el dato de mi FTP era más alto del real y por eso el rango de 225-230
vatios que me puse como referencia era alto.
Los datos de mi Stryd son estos:
Tiempo total en movimiento: 3:47:26 (por lo que estuve 1
minuto y 28 segundos parado entre el pis y los dolores de flato).
Potencia
media (w)
|
Pulso
medio (ppm)
|
Cadencia
media (pasos minuto)
|
Ritmo
medio (min/km)
|
|
Total maratón
|
212.2
|
140.5
|
184
|
5:28
|
Km 0 a km 21,1
|
220.6
|
139.1
|
185
|
5:19
|
Km 0 a km 30
|
220.7
|
141
|
185
|
5:16
|
Km 30 a meta
|
195
|
141
|
182
|
5:56
|
Km 35 a meta
|
188
|
138
|
181
|
5:51
|
Km 40 a meta
|
198
|
140
|
188
|
5:39
|
Último km
|
204.4
|
143
|
189
|
5:30
|
Como se ve, hasta el km 30 corrí más o menos bien. Mantuve unos
vatios medios por debajo del objetivo, así que se demuestra que no me obsesioné
en buscar los 225-230 vatios. Y el pulso es muy estable y todo el rato, salvo
el paso por la meta (a 150 ppm) por debajo del umbral (unas 145-147 ppm).
Creo que mi FTP real no era de 258, como me dio el último
test, si no más bajo, con lo que los 220,7 vatios que mantuve hasta el km 30
igual estaban en el límite alto o por encima de la zona de potencia en la que realmente
me debía haber movido.
Creo, sinceramente, que si llego a buscar un rango de vatios
de entre 210-215 es probable que los hubiera podido mantener todo el maratón y
lo hubiera podido terminar en torno a 3:45 o 3:46 disfrutando más del final de
la carrera.
Si veo los datos que me ha dado la organización veo que,
como otras veces, he ido ganado puestos mientras he ido a ritmo. Pero en esta
ocasión, a partir del km 30, con el bajón de ritmo, pierdo puestos hasta la
meta. Si extrapolo los datos, y suponiendo que hubiera mantenido el ritmo hasta
la meta, seguramente habría terminado cerca del puesto 2500. Y el puesto 2500
hizo un tiempo de 3:43:40. Por lo que creo que, corriendo a un ritmo un poquito
más lento desde la salida, podía haberlo mantenido terminando en 3:46 más o
menos.
Pos.
|
Pos. M
|
Pos. Cat.
|
Real Time
|
Parcial
|
min/Km
|
|
Km 10
|
3059
|
2851
|
217
|
00:52:31
|
5.26
|
|
Km 21.1
|
2940
|
2744
|
208
|
01:50:21
|
00:57:50
|
5.19
|
Km 30
|
2765
|
2588
|
181
|
02:36:24
|
00:46:02
|
5.16
|
Meta
|
2945
|
2727
|
193
|
03:48:50
|
01:12:26
|
5.28
|
Conclusiones:
- No ha sido un mal maratón. Salvé los muebles pero podía
haber corrido mejor, sufriendo menos y haciendo algo mejor marca.
- No debo ir a un maratón con una marca en la cabeza que me
haga correr un poco más rápido que lo que puedo hacerlo. Es cierto que no me
obsesioné, pero el 3:40 estaba todo el rato en mi cabeza hasta el km 25.
- Tengo que apurar mejor con el test del FTP. Si el dato es
bueno, creo que la estrategia de seguir los vatios objetivo es la mejor de cara
a mantener un ritmo uniforme los 42,2 km y hacer la mejor marca posible.
Otros datos:
Puesto 2945 de 6303 finishers.
Puesto 193 de 537 en mi categoría M55.
Muy buen ambiente en la carrera. Mucho público.
Muy buena organización.
Algunas cuestas en el recorrido. Es llano, pero no del todo.
¡Ah! Y el regreso sin incidencias. No perdí ningún vuelo (en el whatsapp de mis compis Beer Runners Bilbao ya se encargaron de que no ocurriera, al igual que mi mujer, je, je. Gracias chicos).
Por fin me pude relajar. Ya tenía el dorsal.
Antes de salir, con las liebres de 3:40. No intenté seguirlas (menos mal).
Eso creo que es el campo de fútbol de no sé qué equipo. No soy futbolero.
Muy cómodo con la camiseta de los 25 maratones.
Bonito el paso por el Duomo.
Adoquines y vías del tranvía. Tramos peligrosos.
Por fin en la meta. No veía la hora de llegar. Pero feliz, como siempre.
Una medalla más. Muy peleada.