lunes, 27 de diciembre de 2021

La conquista de los tres polos. Pero, ¿quién llegó primero al Polo Norte?

No sé a vosotros, pero a mí me apasiona la historia de la exploración de las regiones más remotas del planeta, los polos y las altas montañas. Cuando estuve en las Islas Svalvard para el maratón en 2019, pude visitar el museo de la exploración polar que hay allí. Y tengo ganas de regresar a Oslo con más tiempo para ver el Fram, el barco usado por Nansen en su expedición al Ártico entre 1893 y 1896 y por Amundsen en su exitosa expedición al Polo Sur entre 1910 y 1912.

Estas exploraciones eran toda una aventura, y es curioso que en algunos casos, como pasa en el Polo Norte y en el Everest (el tercer polo de la Tierra, como le llaman algunos), no hay, a día de hoy, la certeza absoluta de quién fue el primer hombre en llegar, y digo hombre porque, desgraciadamente, no hubo ninguna mujer en las primeras expediciones a estos lugares remotos.

Roald Amundsen

El Everest

En el caso del Everest (conocido en Nepal como Sagarmāthā, "La frente del cielo", y en el Tíbet como Chomolungma o Qomolangma, "Madre del universo") la duda que persiste a día de hoy es si Irvine y Mallory llegaron o no a la cima en 1924.

La expedición de 1924 fue la tercera que se organizó al Everest, todas británicas. En todas ellas estuvo George Mallory. En la primera, en 1921, un equipo liderado por él ascendió hasta los 7.000 m y divisó una posible ruta a la cima, pero no llevaban equipo para seguir, solo iban a explorar.

En la segunda, en 1922, George Finch logró subir con oxígeno por encima de los 8.000 m y Mallory y Norton hicieron un segundo intento a la cima sin éxito.

Y en la expedición de 1924, Mallory y Geoffrey abortaron un primer intento por mal tiempo. El segundo intento fue de Norton y Somervell, sin oxígeno y con buen tiempo, y Norton logró alcanzar los 8.550 m. Luego George Mallory y Andrew Irvine, el 8 de junio, realizaron un último intento hasta la cima por el collado norte. La última vez que les vieron seguían ascendiendo a unos 8.600 m, en la arista de la última pirámide de la cima, pero las nubes los ocultaron. Nunca se supo si alcanzaron la cima.

George Mallory

Por fin, durante la expedición británica de 1953 liderada por John Hunt, el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay alcanzaron la cima el 29 de mayo a las 11:30 de la mañana. Tras llegar a la cima, Hillary buscó inútilmente algún indicio de que Mallory e Irvine hubieran estado allí, pero no encontró nada. ¿Quién de los dos llegó primero a la cima, Hillary o Norgay? En la foto histórica del momento, quien aparece sosteniendo las banderas que subieron a la cima del mundo es Norgay y fue Hillary el fotógrafo. Luego el sherpa quiso fotografiar a Hillary, pero este rehusó salir en la foto. Por supuesto, toda la prensa y el público mundial quiso saber quién había pisado el primero la cima, pero ninguno de los dos quiso decirlo en un pacto tácito entre ambos, hasta que, muchos años después, Tenzing Norgay confesó en su autobiografía “El tigre de las nieves” que fue Hillary el primero en llegar a la cumbre.

Hillary y Norgay

En 1978, el austriaco Peter Habeler y el tirolés Reinhold Messner fueron los primeros en llegar a la cima sin usar en ningún momento oxígeno embotellado, algo que se consideraba imposible entonces. Y dos años después, en 1980, Messner, el mejor alpinista de la historia, repitió la hazaña ascendiendo en solitario desde el campo base sin oxígeno.

Messner y Habeler

En 1999, una expedición de búsqueda encontró el cuerpo de Mallory en el punto esperado cerca del antiguo campo base. Desde entonces sigue la controversia de si pudieron llegar a la cima 29 años antes de que la alcanzaran Hillary y Tenzing en 1953.

El experto montañero y antiguo director del prestigioso programa de TVE, “Al filo de lo imposible”, Sebastián Álvaro, es de los que piensa que sí llegaron a la cima. Pero, como él mismo explica, el misterio seguramente no se resolverá nunca, ya que para ello se debería encontrar primero el cuerpo de Irvine, luego la cámara Kodak Vestpocket Modelo B que llevaba él, esperar que la película estuviera en buen estado, sin haberse velado y, finalmente, que hubieran llegado a la cima y que hubieran podido sacar una foto en la que se distinguiera algún elemento del paisaje que probara que se había sacado desde la cumbre. Por lo tanto, las posibilidades de que se pudiera resolver el misterio son casi nulas.


El Polo Sur

La conquista del Polo Sur es la única de las conquistas de estos tres polos de la Tierra que no tuvo ninguna polémica en cuanto a saber quién lo alcanzó primero. Eso sí, la “carrera” en la que se convirtió esta hazaña fue de lo más conflictiva entre noruegos y británicos.

Roald Amundsen era ya uno de los mejores exploradores polares cuando se dirigió a la Antártida a por el Polo Sur. Había estado en la Expedición Antártica Belga (1897-1899) que fue la primera en pasar una noche polar en la Antártida, en un lugar inhóspito con meses de oscuridad total. Ahí coincidió con el americano Dr. Frederic Cook, que era el médico de la expedición, con quien trabó una buena amistad.

También fue el primero en completar el Paso del Noroeste en un pequeño barco a su mando, el Gjøa, con un grupo reducido de siete tripulantes entre 1903 y 1906.

Maqueta del Gjøa en el Museo de Svalbard

Tras este éxito, planificó una expedición para llegar al Polo Norte en el Fram, un velero del gobierno noruego diseñado para las exploraciones árticas por el maestro de la exploración polar, Fridtjof Nansen, quien renunció a sus propios planes para ceder el uso del barco a Amundsen.

Maqueta del Fram

Y mientras Amundsen peleaba por conseguir la financiación y organizar todo a la perfección para ir a por el Polo Norte, su ambición de la infancia, el New York Herald publicó en portada a primeros de septiembre de 1909 la noticia de que el Dr. Frederic A. Cook, su amigo, había llegado al Polo Norte en abril de 1908.

Frederik Cook

Y no solo eso, sino que el 7 de septiembre de 1909, una semana después, el New York Times publicaba en primera página la noticia de que otro estadounidense, Robert E. Peary, había logrado llegar al Polo Norte en abril de ese año, un año después que Cook (en aquella época y en esas regiones tan alejadas de la civilización era normal que estas noticias llegaran con meses o años de retraso al público).

Robert Peary

Para Amundsen fue una noticia fatal. Aunque el objetivo principal de la expedición de cara al público y al gobierno, y sobre todo de cara a Nansen, que había cedido el Fram, era la investigación científica, llegar al Polo Norte en tercera posición no le valdría de nada y no podría rentabilizar la exclusiva de la hazaña con contratos con la prensa y con las editoriales que publicarían el libro de su conquista del Polo Norte.

Así que, Amundsen tomó una decisión que cambiaría la historia de las exploraciones polares: iba a cambiar de objetivo y se iba a dirigir al Polo Sur. Fue una decisión que no comunicó a nadie, ni a su tripulación, hasta que estaban ya en Madeira, en el Fram, a punto de zarpar hacia el sur y alejarse de la civilización por dos años. Y esto lo hizo así ya que temía perder los apoyos financieros a la expedición, el apoyo de su gobierno y, sobre todo, el apoyo de Nansen, quien seguramente le exigiría que le dejara el Fram para sus planes. Amundsen no podía arriesgarse a eso y perderlo todo, así que durante más de un año vivió en una mentira que solo podía compartir con su hermano León y con muy pocas otras personas de su total confianza.

Solo cuando ya estaba de camino al sur, y con su tripulación informada y entusiasmada con la nueva aventura, su hermano envió un telegrama a Nansen, a su gobierno, a su Rey y al inglés Robert Falcon Scott, a quien telegrafió: “BEG TO INFORM YOU FRAM PROCEEDING ANTARCTIC – AMUNDSEN” (“Me permito informarle de que el Fram está de camino a la Antártida”).

Robert F. Scott había salido ya hacia la Antártida en una expedición al Polo Sur que llevaba años preparando y que era una continuación de otra que había liderado Ernest Shackleton y que se había quedado cerca del Polo al quedarse sin provisiones.

Scott

La cortesía y las costumbres de la época suponían que cuando alguien anunciaba una expedición, los demás exploradores le dejaban el campo libre. Por eso, cuando Amundsen envió el telegrama anunciándole que no iba al Polo Norte sino al Sur, a la opinión pública británica no le hizo nada de gracia. Además, Amundsen finalmente, y al no poder desembarcar en la Antártida donde había previsto, estableció su campamento base en una de las zonas consideradas de uso exclusivo británico, aunque luego tuvo la valentía y la cortesía de abrir su propia ruta sin seguir la ya explorada por Gran Bretaña años antes.

Así que, las noticias de que Cook y Peary habían conquistado el Polo Norte cambiaron la historia de la conquista del polo opuesto. Ahora había dos expediciones, dos países y dos formas de organización en una carrera por ser los primeros en el rincón más apartado del planeta.

Finalmente, la mejor organización logística de Amundsen hizo que fuera él, liderando un grupo de cinco exploradores (Amundsen, Bjaaland, Hanssen, Hassel y Wisting), quien llegara el 14 de diciembre de 1911 al Polo Sur. Un mes después, el 17 de enero de 1912, fue Scott, también en un grupo de cinco (Scott, Oates, Wilson, Bowers y Evans), quien llegaba allí para ver, desolado, que habían sido los segundos.

El grupo de Amundsen en el Polo Sur

Amundsen regresó a su base y a la civilización sin mayores contratiempos y pudo anunciar su victoria unos meses después, el 7 de marzo de 1912, cuando el equipo llegó a Hobart, en Australia. Scott, al que la fatalidad le iba a enfrentar a una meteorología inclemente en su retorno a la base desde el Polo, murió de agotamiento a tan solo 20 kilómetros de uno de sus depósitos de víveres.

El grupo de Scott

Amundsen, además de una logística inmejorable, con perros y esquís, tuvo la suerte de que en las semanas que estuvo en la meseta antártica llegando al Polo y regresando del mismo, el tiempo meteorológico fue bastante bueno para él, mientras que Scott, varias semanas más adelante, se encontró con que el breve verano que se da en esa parte del mundo de clima tan extremo ya llegó a su fin, y al regreso del Polo tuvo que enfrentarse al fuerte viento en contra y a unas temperaturas extremadamente bajas que hacían que los patines de sus trineos no pudieran apenas deslizarse, con lo que el esfuerzo que tuvieron que hacer se multiplicaba. Según las mediciones de los sensores que desde hace décadas hay colocados allí, el del año 1912 fue un “verano” anormalmente frío en la Antártida el que le tocó a Scott y le condenó a muerte.

Por si fuera poco, como entonces no se conocía el drástico aumento de las necesidades calóricas del cuerpo al realizar grandes esfuerzos con mucho frío y a altitud (la meseta antártica está a 3.000 m sobre el nivel del mar), las raciones de comida que habían calculado eran insuficientes, con lo que día a día sus organismos iban debilitándose.

Al verano siguiente de la llegada al Polo, parte del equipo de Scott que les habían esperado en vano en su base, salieron a buscar sus cuerpos y, sobre todo, su diario. Si se hubieran marchado sin encontrarlo, nunca se hubiera sabido si habían llegado o no al Polo. Y, como ese era el gran objetivo de la expedición, además de la investigación, sin confirmar la llegada al Polo todo el sacrificio y la pérdida de vidas no habrían servido para nada.

Finalmente, encontraron los cuerpos de Scott y de dos de sus compañeros en una tienda a 20 km del depósito. Allí, recogieron sus pertenencias, enterraron los cuerpos en el hielo, y recogieron sus diarios, donde narraban todo su sufrimiento y la decepción de encontrar la bandera noruega en el Polo Sur.

En los diarios leyeron cómo Evans había fallecido durante el regreso, agotado. Si las raciones eran escasas para todos, Evans, que era un hombre muy corpulento, fue el que más rápido se debilitó, y además sufrió dos caídas en el hielo que lo debilitaron más aún.

Días después, Oates, que ya estaba en las últimas y casi tenían que llevarle en el trineo porque no podía apenas caminar, durante una de las paradas para dormir abandonó la tienda diciéndoles a los demás: “Voy a salir fuera y puede que por algún tiempo”. Estaba claro para todos que se sacrificó para no frenar más la marcha en un intento desesperado por dar una oportunidad a sus compañeros de salvarse, oportunidad que ni Scott ni los demás veían ya posible. Los 20 km que les quedaban al depósito los podrían haber recorrido en circunstancias normales en menos de una jornada. Sin embargo, esos últimos días de marcha apenas podían hacer unos pocos kilómetros al día con grandes sufrimientos.

Pero en sus diarios se veía la firme determinación de mantenerse unidos hasta el final. No se les pasó por la cabeza dejar atrás a sus compañeros enfermos en un intento desesperado por salvarse ellos mismos.

Este sacrificio y las cartas que dejó Scott escritas en las peores circunstancias imaginables, calaron muy hondo en la sociedad de la época, sobre todo en la británica, y durante muchas generaciones los niños de las escuelas británicas han tenido a Scott como ejemplo de cómo un caballero inglés debe afrontar su deber y su final.

De cara a Amundsen y su gesta, el hecho de que se recuperara el diario de Scott no dejaba ninguna duda de que ellos habían llegado al polo, sin ningún error posible, además de hacerlo antes que los ingleses.

Poco después de que las noticias de que el Dr. Cook y Peary habían conquistado el Polo Norte llegaran a la prensa, se puso en duda la veracidad de que el Dr. Cook realmente hubiera estado allí. Las pruebas que aportó eran dudosas y varias contradicciones en las historias de sus compañeros hicieron que se descartara por completo su conquista del Polo Norte. Además, había otro candidato con unas pruebas más creíbles, Robert Peary, quien se preocupó mucho de destruir la reputación de Cook al enterarse de que este había reclamado haber llegado allí primero.

Al encontrarse el diario de Scott, nadie tuvo la menor duda de que el noruego Amundsen había llegado al mismo Polo Sur el primero. Con los datos de los diarios de Scott y de Amundsen, se cree hoy en día que ambos se quedaron a unos dos kilómetros del Polo. Sin embargo, y dado que al menos en la expedición de Amundsen, para evitar precisamente este error, varios de los miembros del equipo habían esquiados en varias direcciones desde donde habían determinado que estaba el Polo unos kilómetros extra, se puede decir que alcanzaron el punto exacto, o pasaron muy cerca del mismo, sin lugar a dudas.

Hay que señalar, igualmente, que incluso hoy en día, con datos astronómicos exactos y sextantes muy precisos, una posición obtenida por medios astronómicos en alta mar puede tener una milla marina de error aceptable (1.852 m). Así que, la situación del Polo Sur que tanto Scott como Amudsen calcularon era la más precisa que se podía determinar entonces.


El Polo Norte

Bueno. Ya hemos visto que el Dr. Cook no llegó realmente al Polo Norte. Hoy en día, en casi todas las enciclopedias que consultemos, aparece Robert E. Peary como el primer hombre en el Polo Norte el 7 de abril de 1909 y esto no se puso en duda hasta hace pocas décadas.

A día de hoy, pocos expertos creen que Peary llegara realmente a la latitud 90º Norte. Entre los motivos para dudar de ello está el de la velocidad de avance que, según Peary, realizó en las últimas jornadas llegando ya a su meta, cuando con él no iba ningún hombre de su equipo que pudiera llevar a cabo la navegación. De hecho, el navegante de la expedición, Bartlett, se quedó en el último puesto de apoyo por decisión de Peary, a unos 240 km del Polo. A partir de allí, fue el propio Peary quien se encargó de llevar a cabo esta tarea crucial para saber dónde estaban en un lugar sin más referencias que el Sol.

Y desde ese momento la velocidad de avance de la marcha se duplicó respecto a la que llevaban haciendo hasta ese puesto, que era de unos 21 km al día. Incluso, según el diario de Peary, al regreso del Polo a ese puesto se cuadruplicó esta media ya que completaron 240 km en tres días. Casualmente, desde que volvieron a unirse con Bartlett, la velocidad volvió a ser la misma de antes, unos 21 km al día. Según los testimonios de uno de los acompañantes de Peary, Matthew Henson, la deriva de la banquisa polar (esa zona que es el Océano Ártico congelado, cuyo hielo se mueve siguiendo las corrientes y el viento) no explica ese aumento de la velocidad. Y además, si hubiera sido así, al regreso les hubiera frenado.

Por lo tanto, se puede concluir que no se acercaron ni remotamente al Polo Norte, aunque es posible que alcanzaran la mayor latitud hasta esa fecha.

Entonces, ¿quién llegó primero al Polo Norte?

Si por llegar al Polo Norte entendemos llegar por cualquier medio de transporte, tenemos que, como tras el regreso de Amundsen del Polo Sur la aviación empezó a estar en auge, el piloto americano Richard E. Byrd supuestamente sobrevoló el Polo Norte en 1926 en un viaje de ida y vuelta desde las Islas Svalbard. Pero, en 1996 se encontró un diario suyo, hasta entonces oculto, en el que se ve que las mediciones que anotó en el mismo no coincidían con las que había presentado como pruebas de su viaje ante la National Geographic Society.

Y surge aquí de nuevo la leyenda de Roald Amundsen.

En 1925, el noruego encabezó una expedición con tres aviones hacia el Polo Norte, pero no consiguieron llegar. Su avión se averió y tuvo que aterrizar en el hielo y pudo ser rescatado.

Pero el 13 de mayo de 1926, logró sobrevolar el Polo Norte a bordo del dirigible “Norge” en un vuelo desde Svalbard hasta Alaska, junto al piloto italiano Umberto Nobile. Con ellos iban Lincoln Ellisworth (patrocinador de la expedición), Oscar Wisting (quien había estado con Amundsen en el Polo Sur, por lo que comparte con él el honor de ser el primero en ver ambos Polos), y otras doce personas más.

A la vuelta de esta expedición, Amundsen y Nobile se enfrentaron por quién había sido el líder de dicho viaje. Esto enemistó sobremanera a Amundsen con el italiano. Pero cuando el italiano desapareció al regreso de un nuevo paso por el Polo, dos años después, en una expedición similar dirigida por él en el dirigible “Italia”, Amundsen no dudó en salir a su rescate en el hidroavión Latham desde Tromsø el 18 de junio de 1928 a pesar del mal tiempo. Fue la última vez que se le vio con vida. Amundsen murió en el Ártico que tanto amaba en plena acción, como él mismo había dicho que le gustaría morir.

O sea que, podemos decir que Roald Amunsen, el más grande explorador polar de todos los tiempos, fue la primera persona en pisar el Polo Sur y ver el Polo Norte. Pero, ¿quién fue el primero en pisar el Polo Norte con sus pies?

Este honor cae sobre el ruso Alexander Kutznetsov, quien, en 1948, encabezó una expedición científica de la URSS al Polo Norte. No se sabe mucho de esta expedición, salvo que llegaron al Polo Norte en avión y que, además de Kutznetsov, fueron varias las personas que pisaron el Polo, entre cinco y veintitrés, según diversas fuentes. Por supuesto, ninguno de ellos sabía que eran los primeros seres humanos en poner el pie allí arriba, dado que se daba por supuesto que Peary había estado allí en 1909. Lo mismo pasa con Amundsen y Nobile, que no supieron que eran los primeros humanos en verlo.

¿Y quién fue el primero en alcanzar a pie el Polo Norte?

En 1969, el mismo año que Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna por primera vez, el explorador polar británico Walter William “Wally” Herbert  realizó un fantástico viaje atravesando la banquisa polar desde Barrow, Alaska, hasta las Islas Svalbard, Noruega. Salió de Barrow el 21 de febrero de 1968 con otros tres hombres y 40 perros, y tardó 16 meses en llegar a Svalbard tras cubrir más de 6.000 km sin ayuda motorizada pasando por el Polo Norte, por lo que esta expedición liderada por Wally Herbert fue la primera en alcanzar el Polo Norte por tierra.

Wally Herbert

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