A falta de exactamente diez días para que más de 50.000 personas cumplan su gran sueño en Nueva York, sigo con la descripción de esta carrera que hace David, el protagonista de mi novela. Hoy toca del km 21 al 25. Casi ya en Manhattan.
Puente de Queensboro, que se atraviesa en el Maratón de Nueva York en el km 25 para entrar en Manhattan por primera vez.
Km 21
Subiendo el Puente Pulaski paso de Brooklyn a
Queens y estoy a punto de atravesar la línea de la Media Maratón. A mi
izquierda veo el Empire State Building, pero no disfruto mucho de su vista ya
que el dolor de la pierna me hace detenerme en esta terrible cuesta del puente
para ver si estirando un poco la musculatura se me pasa la desagradable
sensación de que me va a dar un fuerte tirón en el gemelo. (…) Mientras me
estiro, veo gente que sube el puente caminando. No es que sea mucha la
pendiente, pero con más de veintiún kilómetros en las piernas, para muchos
cualquier pendiente es demasiada. Y hoy yo soy uno de esos muchos.
Sigo corriendo despacio. Si ahora me duele
así estoy empezando a preocuparme por lo que me espera en el segundo medio
maratón. Menos mal que hoy no tengo ninguna preocupación por el tiempo que
tarde en acabar la carrera. El día es bueno y pese a los dolores estoy
disfrutando mucho del ambiente, así que si tengo que caminar algún rato de aquí
a la meta no me va a importar en absoluto. (…)
La verdad es que este maratón, entre lo
cansado que llegas a la salida y las cuestas que tienen los puentes, es
bastante más duro que lo que cualquiera puede pensar. Pero a la vez, con este
fantástico público y la gran motivación que todos los que estamos aquí tenemos
por correr hoy, creo que seguramente será de los maratones en los que más
seguridad tengo de que lo voy a terminar pase lo que pase.
Km 23
Corro por Queens, el barrio más extenso de
Nueva York, a lo largo de la 44 Drive. La gente sigue animando con ganas a
ambos lados de la calle y de vez en cuando algún grupo musical me anima para
que no decaiga el ritmo. Es un tramo duro, no porque tenga cuestas, sino porque
no es una de las zonas más bonitas del recorrido y estoy deseando entrar ya en
Manhattan. Por eso agradezco a los músicos su entrega, que está a la altura de
la de todos los corredores entusiastas. Parece una tontería, pero cada vez que empiezo
a oír a lo lejos el sonido de una nueva animación musical mis piernas recuperan
el ánimo y tratan de acompasarse a la música que escucho, música que siempre es
alegre y excitante, muy bien elegida para la ocasión. Por ello les aplaudo a
todos y aprovecho también para fotografiarlos. (…)
Normalmente, la música que más me permite
desconectar suele ser la música que mantiene un ritmo pausado, como el de un metrónomo
que me marca el ritmo. Y una de mis músicas favoritas para dejar la mente en
blanco, para no oír a las piernas, al cuerpo, es la ópera de Philip Glass
“Einstein on the beach”.
Los temas en los que las voces del coro
enumeran sin parar los números son, simplemente, perfectos para correr.
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres,
cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Solo con este estribillo en la cabeza puedo
estar varios kilómetros como si me hubiese ido a otra dimensión. Es como un mantra
perfecto que suena y suena en mi mente y ya no tengo que hacer nada más. Puedo
estar así durante muchos minutos, y eso en un entrenamiento de horas corriendo
en solitario es una bendición. (…)
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres,
cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho.
Nunca acabará, como esta carrera nunca
acabará para mí, pues aunque traspase la línea de meta yo siempre seguiré
corriendo este maratón, ya que nunca podré dejar de pensar en esto que siento
hoy en estas calles.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,
siete,...
Km 24
Hacía tiempo que soñaba con estar ya aquí, en
el puente de Queensboro, donde me coincide el kilómetro 24 del maratón. Hace
poco que acabo de entrar en el puente y corro ahora sin el ruido de fondo del
público. Es un buen lugar para soñar, para abstraer la mente del cansancio del
cuerpo, del dolor de las piernas. A la izquierda, entre las vigas de acero del
elegante puente, veo Manhattan y sus altos rascacielos. Enseguida pisaré
Manhattan, ya queda cada vez menos.
Corro ahora dentro de la estructura del
puente como si corriese por un túnel, ya que el propio puente me impide ver el
total de lo que ocurre a mi alrededor. Es como en un sueño, en el que por muy
real que te parezca todo lo que sueñas, la mayor parte del entorno del sueño se
escapa a tu percepción. Sí, sabes lo que pasa y lo sabes muy bien, pero no eres
capaz de describir el lugar en el que pasa, no eres capaz de saber exactamente
cómo es el entorno en el que estás cuando sueñas con algo que parece real.
Y soñar ahora, en el kilómetro 24, entrando
en el puente de Queensboro, es algo que me ayuda a seguir el ritmo, a evadirme
unos instantes de las sensaciones del dolor y del sufrimiento. Me ayuda a
avanzar hacia la meta final. Nunca hay que dejar de pensar en nuestra meta
final.
Km 25
Es una suerte que el kilómetro 25 del maratón
de Nueva York esté en un punto tan fantástico como en pleno puente de
Queensboro. Es uno de los pocos lugares del recorrido en el que no hay público,
pero, aun así, es tan bonito que lo disfrutas igual. Ahora solo oyes los pasos
de los demás corredores y muchos aprovechamos para parar un momento y sacarnos
una foto con Manhattan al fondo al costado del puente, con el East River bajo
nuestros pies.
Y digo que es una suerte que esté en un lugar
tan especial porque en un maratón el kilómetro 25 suele ser un punto crítico,
ya que ya llevas corriendo más kilómetros que lo que has entrenado normalmente
los días de entrenamientos largos, y a la vez te quedan un montón de kilómetros
por delante, tantos que si estás ya cansado, y seguro que lo estás, puedes
llegar a tener dudas de si conseguirás llegar a la meta. Es un punto en el que
puedes decir, sin lugar a dudas, que estás lejos de todo, lejos de la salida,
lejos de la meta y lejos de empezar a tener esa agradable sensación de euforia
que te inunda cuando ves que lo vas a lograr. (…)
Y hoy, aquí, en este puente que me gusta
tanto, mi yo de hoy está contento. Sí, es cierto que me duelen las piernas,
pero no es menos cierto que estoy disfrutando de esto como nunca lo he hecho y
como nunca lo haré, pues nunca más correré por primera vez el Maratón de Nueva
York, nunca más podré tener estas mismas sensaciones que tengo hoy, nunca más
seré tan feliz pase lo que pase tras atravesar la meta.
Y con esto basta para seguir adelante,
siempre adelante.