En Filadelfia, al día siguiente del Maratón de NY de 2013. Pasé bien el Muro.
Km 26
Al final del Queensboro Bridge giras en un
bonito bucle en bajada para salir a la 58 y de ahí coger ya la larga, larguísima
recta de la 1ª Avenida. Esta curva da acceso de nuevo a la zona del público y
tal vez, junto a los últimos kilómetros de Central Park, éste es el punto del
maratón en el que más gente se agolpa al costado de la ruta, y eso hace de esta
esquina uno de esos lugares en los que vives uno de esos instantes mágicos de
los que te hablaba.
Muchos familiares y amigos de corredores
vienen aquí a ver pasar a su corredor, porque luego tienen tiempo para ir a la
zona de meta y aplaudir su llegada.
Mientras doy el giro a la salida del puente
ya se oyen desde lejos los ánimos del público y me da tiempo a prepararme para
disfrutar de estos instantes. Muchos aprovechan la curva tan cerrada para
recortar unos metros al largo recorrido, pero yo, al contrario, me voy hasta la
parte derecha de la calle y así puedo chocar todas esas manos deseosas de
animarnos a todos.
Km 27
En la esquina de la 1ª Avenida con la 74, por
donde voy corriendo ahora intentando no pensar en la larguísima recta que tengo
por delante, hay una tienda de vinos llamada “Baccus” y en la que en letras
grandes aparece el famoso proverbio en latín “In vino veritas”. Esta frase se
le atribuye a Plinio El viejo y a todo el mundo se le olvida la segunda parte
que dice “et in aqua sanitas”. O sea, en el vino está la verdad y en el agua la
salud.
Ahora, corriendo el maratón, hago caso solo a
la segunda parte y en cada avituallamiento bebo agua y como algo, pero unos
meses atrás, después de pasar el día en el motel de Bridgeport ordenando mis
pensamientos, salí a cenar algo al Oliverio's Ristorante, un italiano que había
junto a la gasolinera, aunque más que comer lo que hice fue beberme una botella
de vino “Levendi Symphonia” de California acompañando a una ensalada César y un
Filet diAngelo.
Km 28
Casualmente en este kilómetro 28 de la
carrera acabo de culminar una de las colinas que hay bajo el asfalto de esta 1ª
Avenida, una calle muy ondulada, por cierto. Esto alivia un poco el sufrimiento
de mis piernas, que se quejan demasiado. Espero tener fuerzas para seguir sin
hacerles mucho caso hasta Central Park.
Miro un momento para atrás y veo a miles de
personas que me siguen, más o menos al mismo ritmo cansino que voy yo. Me anima
el pensar que yo ya he pasado por allí. Pero si vuelvo a mirar hacia delante,
al ver a otras miles de personas que me preceden vuelvo a la realidad de que
aún me queda mucho, muchísimo.
Para animarme sigo chocando la palma de la
mano con todas las personas que me animan, y doy las gracias cada vez que
alguien me grita “Go, David, go”. Mirar a los ojos del público en una carrera
es una buena forma de distraerte de tus pensamientos, de tus males. La gente
que miras te sonríe y te anima aún más si cabe. Y así pasan los kilómetros de
forma mucho más llevadera, casi como si no estuvieras corriendo tanto tiempo,
como si solo hubieras salido a rodar un rato suave, para distraerte un poco.
Km 29
Estoy a la altura de la 97. Ya he pasado la
mitad de este interminable tramo por la 1ª Avenida y quisiera que algo cambiara
esta monotonía. Un giro estaría bien, pero aquí no hay. (…) Es una zona muy
dura en el maratón, en cualquier maratón. Pocas veces he corrido en un
entrenamiento tantos kilómetros, y ahora mis piernas no solo llevan todos estos
kilómetros corriendo, sino que empiezo a notar la fatiga por el madrugón y me
quedan por delante demasiados kilómetros aún. Menos mal que hay público, menos
mal que aquí el público es muy entusiasta, menos mal…
Km 30
A la altura de la calle 103 paso junto al
cartel del kilómetro 30 de carrera. Es una bonita cifra que por un lado me da
ánimos porque ya he hecho una gran parte de la carrera, y por otro lado me
asusta porque queda mucho, queda lo peor y sé que a partir de ahí lo puedo
pasar realmente mal.
Tomo un par pastillas de glucosa y bebo un
buen trago de agua en el avituallamiento. La verdad es que en esta carrera hay
muchos puestos de avituallamientos y los voluntarios que nos sirven son muy
amables y muy entusiastas. Les agradezco de corazón sus atenciones y sigo
corriendo por la 1ª Avenida. Mucha gente ya camina más que corre. En otros
maratones no te puedes permitir el lujo de caminar a partir del kilómetro 30
porque sería casi imposible llegar antes del cierre de control. Pero aquí, en
Nueva York, el control se cierra muy tarde y para muchos corredores populares
es factible acabar la carrera aunque tengan que caminar una buena parte del
recorrido. Seguramente ésta es una de las razones para que sea tan popular
correr aquí, sobre todo para los americanos. (…)
La verdad es que por un lado quisiera que
algo rompiera este bucle interminable de este tramo tan monótono que solo
consiste en correr, saludar, comer algo y esperar que los dolores no te
fastidien demasiado. Estoy entrando en la fase de la desesperación en cualquier
maratón, cuando ya el cansancio se nota claramente y cuando por delante tienes
aún mucho recorrido. Es, seguramente, la fase más dura que se inicia en el muro
y no termina hasta que empiezas a sentir cómo te va llegando la euforia a
medida que te vas acercando a los kilómetros finales.
Sí, es difícil no pensar en otra cosa que no
sea el soñar con que algo te distraiga y haga que esta difícil fase pase lo más
rápido posible.
Pero por otro lado prefieres que todo siga
así, pues esto te permite entrar en un estado de flujo que hace que pase el
tiempo sin pensar demasiado en si te duele algo o en si vas mal. Es difícil de
explicar si no lo has sentido en tu propio cuerpo, pero a veces, cuanto más
dura es la experiencia más fácil es entrar en ese estado de flujo que hace que
el tiempo pase sin que lo notes, que avance por sí solo, sin que tú vayas con
él.
Km 31
Voy llegando al final de la 1ª Avenida. Más o
menos estoy a la altura de la calle 120 y éste es uno de estos raros lugares
del maratón en los que no hay demasiado público. Es una de las zonas más duras
de la carrera, porque llevamos más de cinco kilómetros de una larga recta por
un asfalto en no muy buenas condiciones. Además, (…) la carrera de verdad
comienza más o menos entre el kilómetro 30 y el 32, o sea, más o menos estoy
comenzando ahora el maratón de verdad.
Sí, ya sé que hace mucho que comenzamos a
correr en Fort Wadsworth, en el puente Verrazano-Narrows, pero más o menos
hasta el kilómetro 30 es fácil llegar si has estado entrenando bien para una
carrera de más de cuarenta y dos kilómetros. Pero en esos entrenamientos casi
nunca pasas de esta cifra y, casualmente, aproximadamente en el kilómetro 30,
vayas al ritmo que vayas, es cuando las reservas de glucógeno en los músculos
de tus piernas tocan a su fin, y si no has tenido la precaución de ir comiendo
algo en esta primera parte, a partir de aquí es cuando empiezas de verdad a
tener problemas para mantener el ritmo, y es cuando entras en un mundo nuevo,
un mundo en el que solo al llegar a esta fase en un maratón vas a conocer
realmente. (…) Y menos mal que hay público, porque si no seguramente empezarías
a barajar como la posibilidad más lógica el retirarte de la carrera, sobre todo
si ésta es de las que te hacen pasar más de una vez cerca de tu hotel. Por
suerte, aquí en Nueva York además de que el público es el mejor del mundo sales
de un sitio y terminas en otro, aunque, la verdad, si tu hotel está en el
centro sería sencillo dejar la carrera al pasar el puente de Queensboro y
seguir recto por la 60 para llegar a la zona de meta del Central Park. Pero
aquí, en este maratón, retirarse sencillamente no es una opción y de hecho el
porcentaje de gente que no termina la carrera es ridículo. Solo te puedes
retirar por una lesión muy grave y dolorosa o algo así, pero aunque sea caminando,
el margen para acabar es grande, no como en otros maratones que no dejan
demasiadas horas para cerrar el control.
Km 32
Acabo de pasar el puente de Willis Avenue que
conecta Manhattan con el Bronx. Ya solo queda un último puente, el de la
Tercera Avenida que me volverá a llevar definitivamente a Manhattan dentro de
un rato. Me quedan diez kilómetros, diez duros kilómetros. Cuántos
entrenamientos de diez kilómetros rápidos habré hecho, y sin embargo ahora me
parece una eternidad tener que correr diez kilómetros más. (…) Sé que una vez
que esté llegando a los últimos kilómetros esta sensación de que me queda mucho
y de que me duelen las piernas desaparecerá y se transformará en la ilusión
desbordante que te da el terminar un maratón, y sobre todo este maratón que es
único.
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