Km 14
Corriendo ahora por el kilómetro 14 de esta
carrera por Clinton Hill, en la Avenida Lafayette, la gente se agolpa en las
escaleras de acceso a los portales de sus casas con carteles, con música y con
gritos de ánimo.
Sí. Nueva York es una gran ciudad, pero es
una gran ciudad formada por multitud de pequeños pueblos, pueblos de algunos
miles de personas, a veces, pero otras son solo unos centenares los que
interactúan formando pequeñas comunidades.
Km 15
Paso el kilómetro 15 de la carrera a un ritmo
lento. Dejamos atrás la Avenida Lafayette y un giro a la izquierda nos
introduce en la Avenida Bedford, la cual seguiremos durante un largo rato hacia
Queens. Estamos ahora entrando en la zona sur de Willamsburg, el barrio de los
judíos ortodoxos, por donde correremos unos cuantos minutos ante la
indiferencia de algunos de ellos. Pero no nos importa. Ellos tienen su vida y
nosotros la nuestra, y la nuestra, la mía, ahora solo consiste en correr,
correr, correr…
Pero en un maratón hay mucha diferencia entre
correr bajo los aplausos del público o correr ante su frialdad, y aquí, en las
zonas en las que menos gente nos anima, es cuando empiezan a asomar las malas
sensaciones por cualquier resquicio. Si hasta ahora nada me dolía, nada me
importaba, nada me frenaba, desde el instante en el que momentáneamente se han
dejado de oír esos fantásticos gritos de ánimo, una molestia que antes no
llegaba apenas ni a sentirla se ha hecho dueña de mi gemelo derecho.
Es curioso el juego que se traen entre manos
mi cuerpo y mi mente. Si la mente se distrae, el cuerpo no puede hacerse oír.
Da lo mismo si el dolor es grande o no, ya que apenas me doy cuenta del mismo.
Sin embargo, en cuanto la mente deja de tener estímulos en los que
concentrarse, cualquier pequeña incidencia pasa a ser el centro de atención de
mi cuerpo, y cuando solo llevas quince kilómetros en un maratón, con más de
veintisiete kilómetros aún por correr, esa incidencia, esa molestia, puede
arruinarte la moral y hacer que no corras bien por estar todo el rato pendiente
de si el dolor va a más o si se mantiene. Piensas en cuál puede ser la causa.
¿He bebido poco? ¿Será el cansancio de ayer? Seguro que es porque no he dormido
bien. Ayer debí haber descansado más. Tenía que haber hecho más estiramientos
en la salida.
Todas estas ideas dan vueltas y vueltas en mi
cabeza. Y el dolor, la molestia, empieza a preocuparme de verdad, hasta que en
una esquina, un nuevo grupo musical, un nuevo gentío entusiasta, un nuevo grito
de “Go, David” logran sacar mi cabeza de ese bucle demoledor, de esa sensación
de que todo empieza a ir mal. Y entonces vuelvo a sonreír, vuelvo a ser
optimista, vuelvo a disfrutar de correr, vuelvo a ser feliz de poder estar aquí
pase lo que pase más tarde.
Así es un maratón. A veces estás bien y otras
veces te sientes hundido. Así es la propia vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario